El Gobierno de Sánchez aspira como es lógico a conseguir muchos votos que le mantengan en el poder, pero evita que los electores estén informados de lo que se propone hacer. Mejor dicho, promete mucho para luego hacer justamente lo contrario. La transparencia en su gestión, una condición de la democracia, puesto que nos afecta a todos, brilla por su ausencia.
En lo que llevamos de Legislatura esto se ha producido prácticamente a diario. Todo lo importante, desde la amnistía que incluso se negoció en Ginebra para evitar que los ciudadanos nos enterásemos de lo que se estaba tramando a nuestras espaldas, así ha sido: un día nos enteramos de que todo estaba acordado.
El propio regreso fugaz del evadido Carles Puigdemont invita a pensar que también estaba planificado para que los independistas disfrutaran de que haya puesto el pie en España burlando la Ley, mientras quienes no lo son se sintieron engañados, como no podía ser menos, a pesar incluso que los mossos obedientemente asumieron su fracaso.
Mientras, también en la oscuridad el presidente negoció con los líderes de Esquerra Republicana, desarbolados por su fracaso electoral, el apoyo a la investidura al ganador de las elecciones como presidente de la Generalitat a Salvador Illa, con su respaldo y dejando entrever un acuerdo que incrementó la tensión política sin que se revelase su contenido.
Fue un secreto fugaz como la vida misma: Illa fue investido como el hombre de Sánchez en Cataluña, que se apunta el Gobierno de una comunidad autónoma, que se suma a las pocas con que cuenta, y ERC se apuntaba ante los suyos haber conseguido un éxito en el proceso hacia la independencia después de su fracaso en las urnas.
Pero los secretos resisten mal cuando son muchos votantes que los asumen bajo sospecha y el miércoles pasado, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de presidenta en funciones, cayó en la sinceridad afirmando que el acuerdo económico logrado no es el que se venía creyendo. ERC montó en cólera, no tanto por haber sido engañado, quizás no veraz, como por haber engañado ellos a su parroquia.
