El conductor alternativo del cero alcohol

Beber en España es barato. Me refiero a beber alcohol en sus distintos grados y variedades. Quienes estamos algo viajados sabemos que es difícil encontrar un lugar en el planeta donde te sirvan cerveza, vino o cualquier licor a precios tan accesibles como en nuestros bares. Aquí se bebe mucho, creo que bastante más de lo deseable, aunque en general, con mejor beber que por ahí fuera. Lo del turismo de borrachera es un fenómeno que solo ocurre en España y no es precisamente el tipo de visitante que más recursos deja ni el que nos da mejor imagen.

El alcohol está tan implantado en nuestra cultura del ocio y la diversión que es casi inconcebible su ausencia en cualquier fiesta, reunión social o acontecimiento lúdico. Su ingesta parece imprescindible para participar de forma activa en esos saraos, lo que resulta a veces problemático para quienes tienen un bajo nivel de tolerancia etílica, como es mi caso. No todos los organismos reaccionan igual al consumo de espirituosos y lo que para la mayoría es llevadero, a mí me tumba. Mi límite está en la media copa de vino que degusto como si fuera ambrosía. Ello te obliga a hacer un esfuerzo socializador porque pedir un refresco o un agua mineral mientras la peña se despacha unos cubatas te hace parecer un tipo soso o aburrido.

El tono de la conversación no es igual cuando hay alcohol de por medio y se corre el riesgo de quedar desplazado en la charla por no estar en sintonía con el punto verborreico que proporcionan los brebajes etílicos. Ser observado como el único que controla despierta incluso recelos, aunque luego te toque hacer de chofer y repartir escombros humanos para dejarles a salvo en casa sin riesgo de perder la vida en la carretera ni matar a nadie o ser cazado en un control de alcoholemia. Habría de tener mayor reconocimiento público esa ingrata labor.

La D.G.T trabaja ahora en un cambio normativo que hará aún más necesario el papel del amigo que se corta con las copas. Quieren rebajar de 0,5 a 0,2 gramos por litro de sangre la tasa de alcohol permitida hasta ahora. Según el ministro Marlaska, el Consejo Nacional de Seguridad Vial le ha trasladado esta sugerencia en el intento de rebajar la siniestralidad en la carretera a causa de la bebida. La estadística en este sentido es categórica: el alcohol está presente en casi la mitad de los accidentes mortales, lo que da idea de la ingente tarea de concienciación que hay que hacer.

No siempre al bebedor le queda claro que las copas que se toma actúan como un depresor del sistema nervioso que alteran la percepción de la realidad, lo que puede resultar divertido en una fiesta pero letal para los demás y para ti mismo cuando estas al volante. Son muchos los países europeos que rebajaron hace tiempo al 0,2 la tasa en sus controles de alcoholemia y que han logrado con ello mejores ratios de seguridad vial, es el caso de Suecia, Dinamarca o Alemania; y los hay también que lo rebajaron a cero, como Hungría o Eslovaquia, ante el alto nivel de incidencia que el alcohol tenía en los accidentes de circulación. Esa tasa cero es la que reclaman las asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico al entender que por baja que sea la presencia etílica, modifica la conducta de quien lo toma y disminuye sus condiciones psicofísicas.

FEBE, la patronal de las bebidas espirituosas, lleva años trabajando en campañas de concienciación a los jóvenes para que no beban alcohol si han de conducir y poniendo en valor al llamado conductor alternativo, ese tipo soso y aburrido que no toma copas y que igual hasta le salva la vida a sus amigos. Porque el alcohol al volante ya no es divertido.

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