'Agresión adorable': este es el motivo psicológico por el que sentimos ganas de estrujar las cosas monas

Pellizcar las mejillas de un bebé. Acariciar con mucha fuerza a un cachorrito. Apretar los puños al ver un gatito pequeño. Achuchar (o morder) a nuestra pareja como muestra de amor. Todos estos actos tienen algo en común: son expresiones de la 'agresión adorable', un curioso fenómeno psicológico que tiene una sorprendente explicación científica.

La adorabilidad, algo más que visual

El término 'agresión adorable' o 'agresión tierna' (en inglés, cute aggression) también llamado 'agresión juguetona' se lo debemos a la psicóloga social Oriana Aragón y a su equipo, que lo definieron en un artículo científico publicado en 2015 en la revista académica Psychological Science.

Concretamente, estos autores buscaban explorar por qué algunas personas responden a estímulos eminentemente positivos con expresiones ambivalentes (por ejemplo, sonrisas y lágrimas, que normalmente asociamos con emociones negativas). En el curso de su investigación documentaron que muchas personas, al ser expuestas a estímulos monos o adorables, expresaban deseos de querer responder con agresiones 'superficiales', sin deseo verdadero de dañar al objeto de sus emociones.

Al respecto, el profesor de la Universidad de Oxford Morten L. Kringelbach argumenta en una pieza publicada en el portal web de la institución que la "adorabilidad" es mucho más que algo puramente visual. Por el contrario, dice el experto, constituye un fenómeno mucho más complejo que involucra todos nuestros sentidos y atrae poderosamente nuestra atención, desencadenando una actividad cerebral rápida e intensa. El objetivo: hacernos más compasivos, por el bien de nuestra especie.

Rasgos que atraen nuestra atención

Resulta que los bebés humanos, mucho más que los de otras especies de mamíferos (que a veces incluso son capaces de andar y correr a las pocas horas de nacer) necesitan cuidados y atención constantes para sobrevivir. Durante muchos años. Y, según Kringelbach, su manera de conseguirlo es pareciéndonos monos.

Parece ser que el cerebro de las personas funciona de tal manera que hay una serie de rasgos estéticos de los bebés (ojos y cabeza grandes, extremidades cortas y rechonchas...) que desencadenan esta cascada emocional rápida. Algunas investigaciones con técnicas de neuroimagen han encontrado que el cortex orbitofrontal se activa a gran velocidad (una séptima parte de segundo) al ver imágenes de bebés; de este modo, captan nuestra atención antes de que siquiera podamos procesar que lo que estamos viendo es un bebé. El efecto secundario es que otras cosas que comparten estos rasgos (como gatitos, ciertas razas de perro que hemos criado selectivamente para que posean estas características o incluso adultos y objetos inanimados) también disparan la actividad en esta región cerebral.

Con todo, la cascada de eventos en nuestro cerebro al ver cosas monas no acaba ahí. Este impacto inicial genera una cadena de procesos mucho más lenta y prolongada, asociada con conductas complejas como los cuidados, la vinculación afectiva, la compasión y la protección.

Mecanismos para recuperar el equilibrio

Mientras todo esto sucede (y para que así sea), nuestro cuerpo segrega una serie de hormonas (que de modo resumido actúan como una suerte de mensajeros químicos en nuestro organismo, preparando el cuerpo para responder ante diversas situaciones). Según explica un artículo en el medio científico Frontiers in Endocrinology, una de ellas es la oxitocina, llamada 'hormona del amor' porque se ha observado que sus niveles se incrementan en situaciones como dar a luz, mantener relaciones sexuales, dar o recibir cariño físico, dar de mamar o en el ejercicio físico. Otra es la vasopresina, que se asocia con conductas defensivas y protectoras, a veces agresivas.

Teniendo todo ello en cuenta, la doctora Katherine Stavropoulos de la Universidad de California Riverside (Estados Unidos) propuso en 2018 en la revista académica de alto impacto Frontiers in Behavioural Neuroscience que esta explosión de actividad en varias partes del cerebro (principalmente algunas asociadas con los mecanismos de recompensa y emociones) podría sobrepasar nuestras facultades mentales, lo que supone un problema (al fin y al cabo, el cuidado de los bebés requiere más que prestarles atención constante y desmedida; también es preciso estar atentos al entorno y a laos recursos para protegerlos y alimentarlos).

Por ello, para evitar esta sobrecarga, defiende Stavropoulos, estas expresiones agresivas superficiales podrían actuar reequilibrando nuestra respuesta emocional y ayudándonos a retomar el control de nuestras acciones y atención.

Neurociencia de la compasión

Es evidente que, al sentir ese deseo irrefrenable de pellizcar a un bebé en las mejillas no deseamos dañarlo, sino todo lo contrario. Muchas veces pensamos poco en lo que está sucediendo en nuestra cabeza, fascinados como estamos por el objeto de nuestras emociones.

Así, es fácil que pasemos por alto los complejos procesos que están teniendo lugar en nuestro cuerpo y cerebro, que operan en un delicado equilibrio emocional para garantizar nuestra supervivencia y la de nuestras especies.

Quizás lo más interesante de todo esto es entender que al estudiar esta clase de fenómenos podemos hallar las claves de algunas de las mejores cualidades que nos definen, como la empatía y la compasión hacia el resto de los seres.

Referencias

Oriana R. Aragón, Margaret S. Clark, John A. Bargh et al. Dimorphous Expressions of Positive Emotion: Displays of Both Care and Aggression in Response to Cute Stimuli. Psychological Science (2015). DOI: https://doi.org/10.1177/0956797614561044

Morten L. Kringelbach. How cute things hijack our brains and drive behaviour. University of Oxford (2016). Consultado online en https://www.ox.ac.uk/research/how-cute-things-hijack-our-brains-and-drive-behaviour el 18 de noviembre de 2024.

Carter CS. The Oxytocin-Vasopressin Pathway in the Context of Love and Fear. Frontiers in Endocrinology (2017). DOI: 10.3389/fendo.2017.00356.

Katherine K. M- Stavropoulos, Laura A. Alba. “It’s so Cute I Could Crush It!”: Understanding Neural Mechanisms of Cute Aggression. Frontiers in Behavioural Neuroscience (2018). DOI: https://doi.org/10.3389/fnbeh.2018.00300

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