Hace diez años, una mujer australiana llamada Jo Nemeth tomó una decisión realmente drástica: dejó su trabajo, dio el dinero que le quedaba a su hija Amy, de 18 años, y cerró su cuenta bancaria.
"Tenía 46 años, un buen trabajo y una pareja a la que amaba, pero era profundamente infeliz", dice la mujer. "Sentía una creciente desesperación por el sistema económico en el que vivimos y el daño que le estaba haciendo a otras personas y al planeta, incluso cuando intentaba comprar de manera ética mientras vivía en este mundo de privilegios", añade en declaraciones para un reportaje en el Guardian.
Nemeth tomó la decisión cuando sus padres, agricultores jubilados acostumbrados a vivir con frugalidad, le regalaron un libro sobre personas con estilos de vida alternativos. "Cuando leí sobre este hombre que decidió vivir sin dinero, pensé: '¡Dios mío, tengo que hacer eso!".
Luego, Nemeth leyó El hombre sin dinero: un año de vida económicamente libre, de Mark Boyle , que vivió sin dinero durante tres años en el Reino Unido. Siguiendo su ejemplo, lo primero que hizo Nemeth fue escribir una lista de sus necesidades.
"Resultó ser una lista corta porque ya tenía cosas como ollas, sartenes y un cepillo de dientes, y descubrí que realmente no necesitaba mucho para estar cómoda. Luego comencé a marcar cosas y a pensar cómo podía satisfacer mis necesidades sin tener ningún impacto negativo", dice.
Diez años después, Jo Nemeth no posee una casa propia ni ninguna propiedad. Tampoco recibe prestaciones sociales ni tiene ahorros, un benefactor o un fondo secreto de efectivo para emergencias.
Al principio, la comida era su mayor preocupación y la necesidad más fácil de satisfacer. "En realidad, no rebusqué mucho en los contenedores de basura, no lo necesitaba", dice, porque cultivaba alimentos ella misma y sus amigos le daban comida desechada. "La gente suele tener cosas que nunca va a usar en el fondo de sus armarios", agrega.
Por ejemplo, cada vez que llegaba su cumpleaños o Navidad, pedía a sus padres una bolsa de cinco kilos de arroz o un paquete de leche en polvo. Entonces siguió profundizando en la "economía del regalo", dando sin esperar nada a cambio y recibiendo sin ningún sentido de obligación.
"Me costó un poco acostumbrarme a esa segunda parte. Es muy diferente al trueque o al comercio, que implica pensar en términos monetarios y transaccionales: te doy esto si me das aquello. En los primeros tiempos, la gente decía: 'Ven y hazme esto y te daré esto y aquello a cambio'. Y yo decía: 'No, simplemente vendré y haré el trabajo y no tienes que darme nada".
"En realidad me siento más segura que cuando ganaba dinero", dice Jo en la actualidad, "porque a lo largo de la historia de la humanidad, la verdadera seguridad siempre ha provenido de vivir en comunidad y ahora tengo tiempo para construir esa 'moneda social'. Ayudar a la gente, cuidar a amigos enfermos o a sus hijos, ayudar en sus huertos. Ése es uno de los grandes beneficios de vivir sin dinero".
Desde 2018, Jo Nemeth vive con su amiga Sharon Brodie. En lugar de pagar el alquiler, Nemeth cocina, limpia, cuida la huerta y fabrica productos como jabón, detergente y alimentos fermentados para ahorrar dinero a la familia y reducir su huella ambiental.
"Me encanta estar en casa y me encanta el desafío de cubrir nuestras necesidades sin dinero: es como un juego", dice Nemeth, que tampoco tiene coche y se mueve en bicicleta y que tiene móvil pero sin datos: solo para usar el WiFi de la casa.