Historia de muchas escaleras

Setenta y cinco años después de su estreno se ha representado en el Teatro Español, en Madrid, y si somos afortunados girará en otras provincias, Historia de una escalera, la obra más conocida de Antonio Buero Vallejo. De la mano de Helena Pimenta, la compañía ofrece una interpretación conmovedora e intensa y una escenografía precisa que remoza la historia de Fernando, Carmina, Elvirita, Urbano y el resto de los vecinos de este tramo de escaleras congelado en el tiempo que, salvo por el vestuario, podría ser la de cualquier portal del desarrollismo español, o la de cualquier promoción barata de la burbuja del ladrillo.

Buero se desliza a lo largo de tres décadas en la obra, pero podrían ser muchas más porque las conversaciones cambian poco, las familias aún menos y el alma humana, nada. Y qué familiares resultan la inflación y la miseria, las malas condiciones de trabajo y el breve consuelo de un pitillo a escondidas, la ilusión (un destello momentáneo) del amor y la inquebrantable confianza de la juventud de que ellos sí, por fin, lograrán cambiar el mundo.

Qué conveniente, por mucho que me haya sorprendido ese enfoque, el guiño a la comedia, las risas del público que de, otra manera, no podría soportar ni más dolor ni más mediocridad; y la música que aparece hace que los personajes giren... y se esfuma.

Qué lectura tan inteligente la de la directora y de qué manera muestra, sin demasiados alardes, que los clásicos lo son por algo, que el abandono que sufren se incita por algo. Esta semana hablábamos, de nuevo, de hábitos de lectura: poco teatro encontrábamos ahí. Varias generaciones leyeron tres, cuatro páginas de esta obra en los viejos libros olvidados de literatura. Ya no es así. Y sería tan conveniente que los jóvenes dirigieran su mirada a esta escalera, tan urgente, tan revelador...

Zircon - This is a contributing Drupal Theme
Design by WeebPal.