La furgoneta de David Gil, de 34 años, empezó a flotar en plena autopista. La V-31 -también conocida como Pista de Silla- era unos minutos antes un largo atasco, pero ahora se había convertido en un río cuya furiosa corriente arrastraba a todos los vehículos a su paso. El suyo acabó estrellado con una farola y el agua empezó a subir.
"Cuando me llegaba el agua por la ventanilla, cogí y empecé a meter codazos, pero no podía romperla", rememora este vecino de Alfafar, una localidad al sur de Valencia. A pesar de la angustia del momento, Gil mantuvo la calma. Tuvo tiempo de llamar a su hermano, a su padre, a su madrastra y, finalmente a un amigo que fue quien le recomendó que intentara por todos los medios subir al techo del vehículo. Consiguió romper la ventanilla derecha a patadas y ascendió. Desde allí, fue realmente consciente de que estaba en medio de una riada imparable.
"Estuve ahí una hora en el techo de la furgoneta, viendo ya que el agua ya me mojaba, estando en el techo y todo. La furgoneta estaba sujeta en la farola, pero ya me daba miedo, porque veía contenedores y camiones arrastrándose hacia mí. Y yo decía, madre mía, ¿Qué hago? ¿Me quedo aquí y me salgo? Y yo cogí, y en una reacción rápida, me tiré para el agua", describe Gil.
El agua le arrastró varios metros, pero tuvo la fortuna de no golpearse con nada. En un acto reflejo, se agarró a un árbol. No podía ver nada y recuerda dos largos tragos de agua embarrada hasta que sus maños fallaron y siguió fluyendo con el río. Recuerda no tener ningún control sobre su cuerpo, “como en una atracción de agua”.
Alguién, imposible saber quién, le vio en su deriva y desde lo alto de un puente le lanzó un tubo de plástico que volvió a salvarle la vida. Agarrado a ese tubo, siguió arrastrado por la corriente. Y, una vez más esa noche, la suerte volvió a permitirle sobrevivir.
"En la autopista tuve suerte de que encontré un contenedor para subirme y quedarme ahí sentado", continúa Gil con su relato. "Estaba ahí, encima de un contenedor en la carretera, y veía gente flotando, yéndose por el barranco. Había una chica delante mía que estaba ahí gritando y estaba medio hundida. Luego, la vi desaparecer".
"Había una chica delante mía que estaba ahí gritando y estaba medio hundida. Luego, la vi desaparecer"
Imágenes "de pesadilla"
Gil recuerda pasar horas sobre ese contenedor bajo la oscuridad de la noche y escuchando como la riada seguía arrastrando todo a su alrededor. Después, amaneció y el agua empezó a bajar dejando ver la destrucción. Todo era un enorme barrizal y una infinita montonera de vehículos apilados unos encima de otros.
Gil, que había perdido, su móvil, sus gafas y hasta los pantalones, descendió de su refugio y logró llegar a una gasolinera cercana donde se encontró con más supervivientes. Dentro había gente atrapada a la que consiguieron liberar forzando las puertas. Después, consiguió incluso localizar su furgoneta, que seguía ahí, sujeta por la misma farola, pero atravesada por un enorme palo metálico.
Tras un largo camino vagando rodeado de destrucción, Gil llegó a su casa en Alfafar, completamente destruida en la parte baja, pero intacta en el piso de arriba. No había electricidad ni agua corriente. Se tiró en la cama lleno de barro y se durmió.
Entre tanto, su hermano Víctor, movía cielo y tierra para encontrarle. Hablaba en televisión y difundía su imagen por redes sociales. No sabían nada de él desde el martes. Su último mensaje: una foto desde lo alto de su furgoneta completamente rodeado por la corriente de agua y barro.
El jueves por la mañana, recibieron una llamada desde el móvil de un compañero de trabajo de David. Estaba vivo, milagrosamente ileso. Su padre le recogió y ahora está "sin fuerzas y con las muñecas reventadas" se considera un hombre afortunado.
"Yo me vi con el agua en el cuello también, como todo el mundo allí", relata por teléfono desde la casa de su padre, fuera de peligro. No quiere volver a Alfafar, donde presenció las imágenes "de pesadilla" que muchos otros han relatado durante el jueves: devastación, coches apilados y saqueos de supermercados. No piensa volver allí en mucho tiempo.
"Estoy ahora mismo viviendo lo típico que pasa cuando has visto tu vida correr en todo delante de tus ojos", declara Gil. "Ahora mismo estoy como aturdido y, mira, intentando relajarme todo lo que puedo para pasar todo".