Trump, el magnate que se exhibe como un 'self-made man' y que marcó un antes y un después en la democracia estadounidense

De todos los nombres de los presidentes de la historia de Estados Unidos, el de Donald Trump será muy difícil de olvidar. Su irrupción en el panorama político norteamericano sentó las bases de una manera de llegar al poder y ejercerlo que se ha ido extendiendo a otros países del mundo.

Ultraconservadurismo, populismo de derechas, nacionalismo, supremacismo, discurso antiinmigración, descrédito absoluto del adversario, desinformación... trumpismo. Este último término acuñado por politólogos y que esconde una intención diferente en función de si lo mentan sus partidarios o detractores es el mayor ejemplo de que Donald Trump ha marcado un antes y un después en la forma de relacionarse con la democracia.

Los -ismos que definen esta manera de hacer política pueden recordar a los lúgubres años 20 y 30 europeos del siglo pasado, años de ebullición y consolidación extremista. Son muchos los expertos que califican a Trump de neofascista, pero también los que defienden que las comparaciones con épocas pasadas son peligrosas.

Sea como fuere, el magnate Donald Trump consiguió llegar a la Casa Blanca tras las elecciones presidenciales de 2016 con esta estrategia. Su discurso directo, amenazante e impudoroso caló en los estadounidenses, y se convirtió en el 45.º presidente de Estados Unidos tras ganarle los comicios a Hillary Clinton.

Durante cuatro años, hasta la llegada al poder del demócrata Joe Biden, pudo alardear de un récord: ser la persona más longeva en acceder a la Presidencia del país, con 70 años. Biden lo hizo con 78 años prácticamente recién cumplidos, la edad a la que Trump, si consigue vencer a Kamala Harris en las elecciones de este martes, volvería a ocupar el asiento del Despacho Oval.

Trump... ¿un hombre hecho a sí mismo?

El mito del self-made man es poderosísimo en Estados Unidos. Trump sabe lo que los norteamericanos valoran —porque la construcción de la sociedad del país se ha sustentado históricamente, en gran parte, en los cimientos de esa máxima— el ejemplo del hombre hecho a sí mismo, aunque en el contexto actual no sean pocos los que critican el atavismo de este planteamiento.

En cualquier caso, el expresidente y candidato republicano alardea de cultura del esfuerzo y de construir un imperio milmillonario con sudor y sangre. Es innegable que la historia de Trump es una historia de éxito empresarial, económico y político, pero la hemeroteca es odiosa para quienes quieren construir un relato y burlar la realidad.

Donald Trump nació el 14 de junio de 1946 en el barrio neoyorquino de Queens, en el seno de una familia acomodada. Su padre, Fred Trump, dedicado al sector inmobiliario, cofundó junto a la abuela del expresidente, Elisabeth, la Elizabeth Trump & Son, más tarde rebautizada como Trump Organization.

Con este historial, el discurso de Donald Trump ("Construí lo que construí por mí mismo") se desvanece. Sus orígenes traicionan el principio más básico del mito del self-made man: provenir de la 'nada'. Una investigación de The New York Times de 2018 reveló que, cuando heredó el imperio de su padre y de su abuela, recibió más de 410 millones de dólares.

Este dinero, además, llegó a las manos de Donald Trump, según el diario, a través de estrategias fiscales de dudosa legalidad. La investigación concreta que los hijos de Fred Trump recibieron 1.000 millones de dólares. Esto les obligaba a pagar 550 millones en impuestos debido a la tasa del 55% en donaciones y herencias que estaba en vigor en ese momento en el país. No obstante, los Trump habrían pagado solo 52,2 millones, es decir, alrededor del 5%.

Sí es cierto que, en cualquier caso, el expresidente fue escalando y multiplicando los carteles de los edificios en los que estaba impreso el apellido Trump, no sin dificultades y crisis que sortear, como la recesión de los años 90, que asoló el mercado inmobiliario e hizo que acumulase deudas de centenares de millones de dólares.

Su notoriedad fue en aumento con el paso del tiempo, y llegó a compaginar su trabajo como empresario con su labor en el mundo del espectáculo. Y es que en la década de los 2000 su fama aumentó al convertirse en el principal rostro del reality show The Apprentice (etapa de la que acaba de estrenarse la película homónima) y consolidando su imagen como un hombre de negocios exitoso.

Asimismo, Donald Trump fue el mayor accionista de los concursos de belleza Miss USA y Miss Universo durante 19 años, entre 1996 y 2015, cuando peleaba la candidatura republicana a las elecciones del año siguiente.

Hoy, su cartera incluye campos de golf, resorts, edificios comerciales, restaurantes... que hacen que su patrimonio neto ascienda, según Forbes, a 2.500 millones de dólares.

Su relación con la política

Donald Trump comenzó a flirtear con la política a finales de la década de los 90. Aquellos años fueron testigo del nacimiento del Partido Reformista, fundado por Ross Perot con el objetivo de plantar cara a demócratas y republicanos.

En 1998, la formación consiguió su victoria más significativa: Jesse Ventura se convirtió en gobernador de Minnesota. En ese contexto se produce el acercamiento de Trump al partido. El magnate llegó a valorar muy seriamente presentarse a las elecciones presidenciales del año 2000, aquellas que ganó George W. Bush por los famosos 537 votos en Florida. No obstante, tras valorarlo, decidió no iniciar la carrera presidencial.

A partir de entonces, el magnate fue acercándose al Partido Republicano, sin que llegase a adoptar una posición protagonista en la formación. Fue en 2011 cuando empezó a rumorearse que podía plantarle cara en las primarias a Mitt Romney de cara a los comicios de 2012. No obstante, Trump finalmente apoyó a su compañero de partido, que perdería las elecciones ante Barack Obama.

Trump ya comenzaba a dejar entonces destellos de su manera de hacer política: fue uno de los principales instigadores de la teoría de la conspiración sobre los orígenes de Obama. El magnate insistía en que el entonces presidente demócrata y candidato a la reelección en los comicios de 2012 no era estadounidense y había nacido en Kenia, por lo que no podría haber aspirado a la presidencia del país (la Constitución impone como requisito ser ciudadano natural de EEUU para presentarse a los comicios).

El bulo caló hondo en parte de la sociedad y Obama se vio obligado a hacer público su certificado de nacimiento para demostrar que era originario de Hawái.

Trump anuncia su candidatura... y se desata

Donald Trump anunció oficialmente su candidatura a las elecciones de 2016 en junio de 2015 con un mensaje que rezumaba nacionalismo y que se convirtió en su gran lema: "Vamos a hacer América grande otra vez. América, primero (America first)".

También comenzó a exponer su discurso antiinmigración. El día del anuncio acusó a México de enviar a Estados Unidos "drogas y violadores" y prometió la construcción del famoso muro de 3.000 km en la frontera, una infraestructura que, dijo, pagaría el país hispanohablante. "Habrá terroristas que lleguen por la frontera sur, no cabe duda de eso", dijo en un mitin.

Comienzan entonces a incrementarse sus comentarios racistas y xenófobos, que coinciden con la oleada de atentados yihadistas en Europa. Tras el ocurrido en París en noviembre de 2015, llegó a decir que Estados Unidos debía denegar la entrada a cualquier musulmán para prevenir ataques terroristas. "Hasta que entendamos la amenaza, nuestro país no puede ser víctima de horribles ataques", aseguró. Por otro lado, el magnate presentó en campaña un plan de inmigración en el que prometía deportar a 11 millones de sin papeles si llegaba a la Casa Blanca.

A estos comentarios le sucedieron otras declaraciones excéntricas. En Iowa, por ejemplo, a apenas cuatro días de que se celebrasen las primarias que acabaría ganando, habló sobre la fidelidad de su electorado y un proverbial exabrupto: "Tengo a la gente más leal. ¿Alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes".

En la memoria y en la hemeroteca también queda el día en el que, durante un mitin en Carolina del Sur, se burló de Serge Kovaleski, un periodista de The New York Times que tiene una discapacidad física.

Llegada a la Casa Blanca y legislatura

De la mano de sus excentricidades, el "America first", su discurso populista, supremacista y nacionalista, Trump ganó las elecciones de noviembre de 2016 a Hillary Clinton y se convirtió en presidente de Estados Unidos.

Sus primeras medidas estuvieron encaminadas a frenar la inmigración proveniente de México, en cuya frontera se vivieron momentos absolutamente dramáticos. Trump no llegó a construir el prometido muro (el Congreso le denegó que una gran cantidad de la partida presupuestaria fuera destinada a tal fin), pero sí edificó una férrea barrera administrativa casi infranqueable para los migrantes.

El magnate contrató poco después de su llegada a la Casa Blanca 15.000 agentes para el Departamento de Seguridad Interior y reforzó la patrulla fronteriza. En este contexto, la Unión Americana de Libertades Civiles cifra en 5.500 los niños migrantes que fueron separados de sus padres en apenas dos años.

Por otro lado, a pesar de que la llegada de la pandemia hizo que el país entrase en recesión, Trump sí destacó por sus efectivas políticas económicas. El paro en Estados Unidos llegó a alcanzar el 3,5% en 2019 y los salarios de los trabajadores experimentaron la mayor subida en 10 años.

Este crecimiento económico tuvo lugar de manera paralela al impulso de políticas aislacionistas. Con Trump en la Casa Blanca Estados Unidos vivió una de las épocas en las que más alejado ha estado de los consensos internacionales.

Por ejemplo, en junio de 2017 anunció que se retiraba del Acuerdo del Clima de París alegando un hipotético perjuicio para su economía. Tampoco dudó en atacar a la Unesco, la Organización Mundial de la Salud o incluso a la OTAN que 'heredó'. Asimismo, tensó las relaciones de EEUU con China y la UE con la imposición de sanciones comerciales y aranceles, protagonizó un simbólico —pero poco efectivo— acercamiento a Corea del Norte y se mostró —aún se muestra— ambivalente con el presidente de Rusia, Vladímir Putin.

También aprovechó Donald Trump su estancia en la Casa Blanca para construir un Poder Judicial a su medida. Cuando finalizó su mandato había renovado un tercio de la Corte Suprema de Estados Unidos con jueces conservadores, que hoy conforman una clara mayoría de seis frente tres. Un movimiento que le ha beneficiado en el amplio horizonte judicial que otea el expresidente.

El asalto al Capitolio y un pernicioso hito

El 6 de enero de 2021, apenas dos meses después de que Trump perdiese las elecciones frente a Joe Biden, tuvo lugar uno de los episodios más lamentables de la democracia estadounidense. Una marabunta de seguidores del magnate, alentados por sus discursos de exaltación y sus acusaciones de fraude electoral, asaltó el Capitolio.

Trump reculó cuando comenzaron a trascender los graves momentos de tensión en la sede del Congreso de EEUU e instó a los manifestantes violentos a irse a casa. El expresidente y candidato republicano tiene una causa judicial pendiente por este asunto en el Tribunal de Distrito de Columbia, en Washington DC, aunque la Corte Suprema le otorgó inmunidad total frente a cargos penales por sus "actos oficiales" en el cargo.

Este es tan solo uno de los juicios a los que tendrá que enfrentarse Trump en los próximos meses. Entre ellos, la posible injerencia electoral en el estado de Georgia durante las elecciones de 2020, los documentos clasificados que guardó en su residencia de Mar-a-Lago (Florida)... y el caso Stormy Daniels.

Este último ha hecho que se convierta en el primer presidente de la historia de Estados Unidos en ser declarado culpable en una causa penal. Los 12 miembros del jurado popular del Tribunal Penal de Manhattan lo encontraron culpable en mayo de 34 delitos al considerar que falsificó registros para encubrir los pagos a la actriz porno de cara a que su campaña electoral de 2016 no se viese salpicada por escándalos que podían evitar que se convirtiese en presidente de EEUU.

La sentencia tendría que haber salido en julio, pero el juez aceptó la petición del equipo legal de Trump y la pospuso al 18 de septiembre. Nuevamente, a principios de dicho mes el magistrado volvió a satisface la petición del expresidente y aplazó el anuncio de su decisión al 26 de noviembre, tres semanas después de que se celebren las elecciones que determinarán si los estadounidenses quieren que vuelva a la Casa Blanca o si depositan su confianza en la candidata demócrata, Kamala Harris.

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