Estamos en el punto álgido de la Navidad. Mariah Carey populariza las listas de canciones navideñas, los villancicos y el olor a castañas dominan las calles y en nuestras casas tenemos los refritos de películas navideñas de vete-tú-a-saber qué país: "Una mujer se tropieza sin querer y choca con un hombre que estaba comprando regalos para sus hijos. Ese lance dará lugar a la comedia romántica navideña por excelencia". Repítase la fórmula con diferentes actores que solamente conocen en su barrio y de fiesta y ya tienes cubierta la parrilla en televisión. Pero todas estas películas no están cerca del summum cinematográfico navideño. Ninguna es comparable a la joya de la corona, la película que se sienta en el trono de las galletas de jengibre y espumillón y mira desde arriba a todas las demás. Hablo, cómo no, de Jingle All the Way (1996), conocida en España como Un padre en apuros. Resumiendo, la película de Turboman.
Comedia familiar en la que Howard Langston, interpretado por Arnold Schwarzenegger, busca comprarle el muñeco de acción Turboman a su hijo. Como en la época buena de Marvel, Turboman es el icónico superhéroe ficticio que, con su traje brillante, gadgets futuristas y un impresionante jetpack, se convierte en el objeto de deseo de miles de niños durante la temporada navideña. El problema es que no va a ser nada fácil hacerse con uno. Se vuelve tan difícil que el propio Howard se disfraza de Turboman y sobrevuela la ciudad de una manera desternillante. Siempre recordaré con admiración infantil cómo, sin tener ni idea, le dicen: “Toma este jetpack, asumimos que has leído las instrucciones (spoiler, estaba usurpando la identidad de otra persona y por ende no había leído nada), así que venga, a volar Turboman”.
Si de pequeño me llegan a decir que podía hablar de Turboman en un periódico no me lo creería, pero subo un puesto en ese ranking juntando mi pasión por la Navidad, por Turboman y la ciencia preguntándote lo siguiente. ¿Tú te verías capaz de montar en jetpack sin tener ni idea?
Los 'jetpack' de la vida real
El jetpack es una mochila a propulsión que permite al usuario que la porta volar de manera unipersonal. No hay un único jetpack, ya que difieren, por ejemplo, en el tipo de propulsión que usan. Los eléctricos como el SkyPak usan unos rotores precisamente colocados para que los 2 minutos de vuelo que proporciona su batería de polímero de litio puedan ser bien controlados. Los propulsados por agua, como los Flyboards, están conectados a una manguera que canaliza el agua a alta presión hacia abajo, permitiendo elevarse a la persona que lo usa. Su limitación reside en que tienen que estar conectados continuamente a una toma de agua, pero para uso recreativo es una gran alternativa. Pero si me quiero centrar en Turboman, personalmente diría que su modelo es el que usa propulsión a chorro de gas o de combustible líquido. Hablo de lo que es para mí lo que concibo como “jetpack de toda la vida”, el Rocket Belt.
Este mochila propulsora usa peróxido de hidrógeno altamente concentrado como combustible, que se descompone en contacto con un catalizador (generalmente plata), generando vapor caliente para el empuje, que es lo suficientemente fuerte para levantar a un humano promedio y permitirle volar entre 20 y 30 segundos, dependiendo del peso y las maniobras que se quieran realizar. Puede alcanzar velocidades entre 10 y 15 km/h y una altura entre 15 y 20 metros, el equivalente a un edificio entre 5 y 7 plantas.
- Cámara de reacción.
- Tubo de vapor caliente.
- Tobera de Laval (Propulsor).
- Válvula dosificadora de combustible.
- Controles de elevación.
- Cilindro de Peróxido de Hidrógeno (agua oxigenada).
- Cilindro con Nitrógeno a alta presión.
- Soporte anatómico.
- Unión articulada.
- Cinturón de seguridad para piernas.
Comparando el diagrama anterior con el de la imagen de Turboman se puede ver que comparten muchas similitudes. La diferencia es que los que hayan usado el jetpack Rocket Belt serán usuarios experimentados que se han preparado debidamente para usar el dispositivo, mientras que Turboman no.
Es la hora Turbo
El Turboman del final de la película utiliza su jetpack de manera espectacular, pero está al filo de estamparse contra cualquier cosa. El vuelo es torpe… pero efectivo. Todo sea por un padre que hace todo lo posible para recuperar la admiración de su hijo (mejor que se quede en las películas, que en la vida real no puedes rebobinar).
Un análisis a primera vista ya nos dice que los jetpacks pueden ser muy complicados porque el ser humano no está acostumbrado a volar con control. Sólo con preparación y entrenamiento es posible manejar de forma eficiente un dispositivo unipersonal que te lleve por los aires. Estamos tan acostumbrados a verlos que, seguro, damos por supuesto que es fácil. Lo hemos visto con Star-Lord, con Jango y Boba Fett o con Buzz Lightyear, pero la realidad se asemejaría más al concienzudo trabajo que realizó Tony Stark en la primera película de Iron Man buscando el equilibrio correcto para volar con propulsores a través de ensayo, error y mucha ingeniería. Si aún crees que podrías volar con Jetpack sin conocimiento previo, déjame hacer un ejercicio de concienciación contigo.
¿Crees que andar es fácil? Seguramente contestarás que sí, porque lo llevas haciendo muchos años y lo tienes automatizado, pero eso es porque tu cuerpo está preparado para ello y desde que eras un bebé has ido poniendo un pasito tras otro y equilibrando el peso para no caerte para adelante ni para atrás. La labor de tu oído interno te proporciona equilibrio evitando que, aunque pongas mal un pie o des un paso en falso, puedas saber cómo colocar tu cuerpo para seguir de pie. Ahora imagina que te mareas un poco y pierdes el equilibrio. Todo puede darte vueltas y lo que en principio era algo tan fácil como mantenerte de pie, ya no digo andar, si no mantenerse de pie, se vuelve una labor sumamente compleja. Esa es una batalla de ti mismo contra tu cuerpo y es muy fácil perderla. Hablo con conocimiento de causa, ya que sufro vértigos y los viajes potentes que me han podido pegar son comparables a los del Halcón Milenario dando bandazos por la galaxia. Ahora vamos a añadirle un extra. No vamos a ponernos directamente el jetpack, si no que vamos a usar otro vehículo cotidiano. Un coche.
Para aprender a montar en coche tienes que ir a clases de autoescuela donde te enseñan cómo usar el automóvil y las reglas de circulación vial. Si te dan un coche así de primeras lo más probable es que no tengas ni idea de para qué sirve, por ejemplo, el pedal de la izquierda del asiento del conductor. Es normal. Nadie te ha enseñado. A ese aspecto súmale el hecho de tener que aprender a cambiar marchas, accionar los parabrisas o aprender a hacer rotondas. Nunca se acaba de atinar del todo, y menos en el tema de las rotondas.
Subamos un nivel más. Si puede ser complicado tener que aprender de repente a manejar un coche, imagina un avión. El cuadro de mandos es más grande que la versión ultraextendida de El Señor de los Anillos. Manejar un coche intimida, pero un avión ni te cuento. Aún así, aunque sea un mostrenco que surca los cielos, los ingenieros se las han ingeniado (valga la redundancia) para añadir muchas ayudas y automatizaciones para que el avión detecte y regule por su cuenta gran cantidad de problemas puntuales y, aún teniendo estas ayudas, los pilotos están ahí para gestionar posibles asuntos de urgencia. Sigue dando miedo, pero las ayudas… ayudan.
Ahora, ya sí que sí, vamos al jetpack. Eres una persona volando con una mochila cargada hasta los topes de combustible (Si usas el Rocket Belt, claro, como Turboman) y no te han instruido en absolutamente nada. No hay carrocería ni ningún recubrimiento alrededor de ti que te pueda mitigar la fuerza de un impacto. A la hora de conducir, nuestras primeras tomas de contacto con el coche daban lugar a calados del motor en la salida de un semáforo, aspavientos con el volante ante pequeños “sustos” o confusiones de pedal pulsando el freno para acelerar y viceversa. Imagina esa sensación de agobio y peligro… Con un jetpack.
Los mandos de control del dispositivo son muy sensibles y ahora dependes total y exclusivamente de tu habilidad (que no tienes, porque, sorpresa, estás ahí por primera vez en tu vida). Para mantener el equilibrio en vuelo habría que gestionar el centro de gravedad con precisión, ya que cualquier cambio en la postura corporal afectaría drásticamente la dirección del empuje. Las aceleraciones involuntarias del dispositivo por un manejo poco apropiado sería lo más lógico ya que no ha habido posibilidad de entrenar con el jetpack. A esto hay que sumarle el factor psicológico de que estás volando y normalmente, si no estás hecho a volar, da miedo Pero el miedo no existe para Turboman.
Howard Langston se las ingenia para volar a traves de edificios y aterrizar como un verdadero héroe al final de la película, algo que en realidad sería un milagro ya que seguramente acabaría estampado en la fachada de un vigesimocuarto piso o complementando el pavimento de las carreteras estadounidenses con su cuerpo reventado contra el suelo. Además en la película su hijo es secuestrado y cae al vacío desde una altura considerable. ¿Serías capaz de salvar a un familiar como lo hace él cogiendo un jetpack por primera vez en tu vida?
Lo dudo mucho, ya que tú no eres Turboman, pero puedes ver la película y sentirte como tal. Estás tardando en hacerlo, la verdad. Es la hora de ver al superhéroe de la navidad por excelencia. Es… la hora turbo.