Roro Bueno es hipnótica, normal que acumule más 2.4 millones de seguidores en TikTok con grabaciones en las que farda de saciar los deseos de su pareja. "Hoy Pablo me ha pedido". "Hoy a Pablo le apetecía". Hoy Pablo quería leer un libro y está descatalogado, así que imprimo el texto, lo encuaderno con mis manos y hasta diseño, pinto y coloreo la portada. Roro esto lo ha hecho. No es una broma. Y todo queda bonito a Roro. Es más, todo queda idílico a Roro.
Aunque nunca se sabe muy bien dónde está Pablo y si aparece en el vídeo suele ser de refilón, con los amigotes de fondo disfrutando de la vida o dandole un achuchón como premio por lo rico que ha quedado el plato. Y ya está. Mientras tanto, Roro guisa entre enseres de cocina. Bien arreglada para la ocasión. El resultado de sus minuciosas recetas no sólo queda perfecto, también ella siempre está perfecta en imagen. Su canal es algo así como un resumen de la búsqueda de la excelencia naif a través de vídeos narrados con voz susurrante y música de hilo musical de mundo de impostada felicidad. De hecho, de tanta ostentación de la bondad, el TikTok de Roro empuja a cierto desconcierto en el ojo del espectador. Nada puede ser todo el rato tan escrupulosamente impecable.
Roro ya se está politizando, claro. Porque no hay nada que no sea política. Hasta cuando alguien dice que es apolítico se está posicionando políticamente. Y el éxito de Roro remite, por momentos, a una actualización de los consejos del consultorio de Elena Francis, donde a la mujer se explicaba que el amor era satisfacer los anhelos de su marido. Ha pasado más de medio siglo, no somos los mismos, contamos con más espíritu crítico y es lógico que veamos en este tipo de vídeos la cultura de la que venimos. Porque este contenido representa a una sociedad, en donde ellas eran más aceptadas si eran ingenuas. Las buenas chicas no gritaban, murmuraban. Las buenas chicas iban siempre divinamente arregladas y amaban bien complaciendo mejor. Y ese romanticismo lo seguimos llevando bien adentro.
Otra historia es si la sublimidad de cada sabrosa creación de Roro sea por Pablo o para sorprender a sus followers. En tiempos de viralidad, también incorporamos la motivación de mostrar al universo cómo cumplimos los cánones de excelencia que nos marcaron desde pequeñitos. Así Roro ha dado con la tecla de un formato con sello propio, distinguido porque empieza siempre con la coletilla de "Hoy a Pablo le apetece...". De esta manera, su canal de recetas que hacen la boca agua no parece un canal de recetas al uso. Ni siquiera resume los ingredientes, lo prioritario es ser referente de una particular perfección ante un público que fantasea contigo y estás calando qué quiere ver y qué no. Ojalá pronto exista el canal de Pablo diciendo: "Hoy Roro me ha pedido". Y quizá, entre vídeo y vídeo, nos vayamos percatando de las diferencias entre ambos, de que hay roles de género que no han cambiado tanto como pensamos. Aunque algunos -hombres, por supuesto- incluso nos quieran hacer creer que estos vídeos representan la libertad de la mujer. La libertad de actualizar las viejas ataduras del amor hasta convertirlas en un producto de felicidad a rentabilizar, será.