"No estamos solas, faltan las asesinadas", fue uno de los lemas, que, como cada año, se gritaron a pulmón nada más arrancar la manifestación celebrada este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Miles de mujeres y hombres de todas las edades y nacionalidades se agolparon en las calles de Madrid en el mismo día en el que España amanecía sacudida por un nuevo crimen machista, que eleva a 41 el número de mujeres asesinadas en lo que llevamos de año; a 1.286 desde que empezaron los registros, en 2003.
La de género, la sexual, la digital, la económica, la vicaria, la institucional… las feministas destaparon todas y cada una de las violencias que sufren las mujeres por el hecho de serlo y denunciaron la impunidad que todavía impera en muchos ámbitos de la sociedad. Lo hicieron en dos marchas divididas, como ya es habitual desde hace cuatro años por las discrepancias del movimiento en torno a asuntos como la ley trans o la prostitución. Una, la de la Comisión 8M que, según datos de la Delegación del Gobierno, reunió a 3.000 personas; y otra, convocada por el Foro de Madrid, con 3.500 asistentes.
La marcha convocada por la Comisión 8M empezó a avanzar a las 19.30 horas desde Atocha, al ritmo de Se Acabó, de María Jiménez, para reivindicar que la culpa y la vergüenza "cambien de lado": de la víctima al agresor. En paralelo, a la misma hora, avanzaba la otra manifestación, por Gran Vía, donde al grito de "'¡Asesinada!", las manifestantes enumeraron los nombres y apellidos de todas las mujeres asesinadas este año a manos de sus parejas o exparejas. A esta es a la que fue la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que tras la pancarta del PSOE y junto a la ministra de Educación, Pilar Alegría, ha urgido a abordar "la violencia a través de las redes sociales" y "la pornografía en Internet".
Pese a haber dos manifestaciones distintas, en el ambiente sí se respiraba la unión demostrada estos últimos meses en ese aluvión de denuncias de agresiones sexuales difundidas en redes sociales señalando a varios personajes públicos. "Nos tocan a unas, respondemos todas", clamaban los asistentes de vez en cuando con el retumbar de la batucada de fondo. Hasta Gisèle Pelicot, la mujer drogada por su marido y violada por al menos 50 hombres durante una década, estuvo presente en las pancartas de las movilizaciones de este lunes, que agradecían a la francesa por haber tenido la valentía de denunciar su caso públicamente para, como dice ella, "que la vergüenza cambie de lado" y poder inspirar a otras mujeres a que delaten a sus agresores.
"Merci, Gisèle", rezaba la insignia del cartel de Patricia López, junto a una ilustración de su rostro, convertido ya en símbolo de la lucha contra la violencia machista. López, de 38 años, quiso hacer en su pancarta un homenaje a dos mujeres: a Pelicot, por un lado, pero también a Ana Orantes, cuyo asesinato a manos de su marido marcó un antes y un después en la España de 1997. "Gracias a ella empezó a tenerse en cuenta la violencia de género y a estar presente en las leyes", recuerda Patricia.
Miriam Giménez, de 27 años, salió a defender la necesidad de denunciar que "todas las mujeres sufren violencia machista, no solo hoy, sino todos los días". Ella misma la sufrió hace unos años por parte de su expareja, a la que su entorno protegió. "Me he sentido muy sola, muy desprotegida y todo su entorno ha hecho que se olvidara y que hubiera total impunidad hacia él", cuenta a este periódico mientras sujeta una pancarta con el mensaje de "No hay maltratador sin entorno que lo proteja".
En la marcha se escuchaban y se leían las insignias habituales, como "Sola, borracha, quiero llegar a casa", "Basta ya de violencia patriarcal" o "La culpa no era mía ni dónde estaba ni como vestía". Aunque también se reivindicaron nuevos lemas, como "Ser mujeres nos está costando la vida", "No estamos exagerando, nos están asesinando", "OnlyFans es prostitución" y "Cuidado, cuidado, puedes tener a Errejón al lado". Niñas, adolescentes, jóvenes, estudiantes, ancianas. Un año más, las calles de Madrid se llenaron de la rabia feminista que surge de la impotencia de presenciar cómo la violencia machista sigue atravesando la vida de las mujeres. Un año más, las feministas recordaron que todavía queda mucho por hacer