En un mundo cada vez más consciente de la crisis ambiental, un grupo de investigadores del CIEMAT ha encontrado una solución innovadora para transformar los residuos urbanos en bioplásticos biodegradables.
El estudio, realizado en colaboración con la Planta de Compostaje Migas Calientes en Madrid, explora el potencial de los residuos de poda de parques y jardines como materia prima para producir ácido poliláctico (PLA), un plástico versátil y amigable con el medio ambiente.
El proceso comienza con un pretratamiento avanzado, conocido como explosión por vapor, que descompone los residuos lignocelulósicos y facilita la extracción de azúcares. Posteriormente, estos azúcares son sometidos a una hidrólisis enzimática, etapa clave para maximizar su conversión en PLA.
Según los investigadores, optimizar la cantidad de enzima utilizada no solo mejora los rendimientos de conversión, sino que también reduce los costos del proceso.
El PLA, conocido por su biodegradabilidad, ya se utiliza en productos como envases, utensilios desechables e incluso dispositivos médicos.
Compuestos de alto valor añadido
Además, el residuo sólido que queda tras el proceso puede ser aprovechado para generar compuestos de alto valor añadido, como nanopartículas antimicrobianas o carbón activado, cerrando así el ciclo de una economía circular.
Este avance es respaldado por el proyecto RESOPLA, financiado por la Unión Europea y España, como parte de los esfuerzos para reducir la dependencia de plásticos fósiles. A pesar de los desafíos tecnológicos y económicos, los resultados apuntan a un modelo escalable que podría convertir a las ciudades en centros de producción sostenible.
Con una huella de carbono significativamente menor y un enfoque en la reutilización de recursos, este proyecto posiciona a los residuos urbanos como aliados clave en la lucha contra la contaminación por plásticos. Una prueba más de que la innovación y la sostenibilidad pueden ir de la mano.