En España, como en el mundo entero, los modelos sociales han ido cambiando sus estructuras en función de las circunstancias, que ahora hacen que los hijos permanezcan por más tiempo en el hogar familiar antes de emanciparse. Convertidos (casi) en adultos, los hijos deben convivir con los padres desde otra posición, en la que los progenitores que han sabido adaptar determinadas pautas han triunfado en las relaciones con ellos.
Todos los padres que se encuentran en esta posición privilegiada de convivir con unos hijos ya mayores, y a pesar de ello manejar un respeto mutuo y un amor intacto, comparten una serie de premisas que los expertos comparten como modelo aconsejable a seguir. ¿Quieres saber cuáles son esos puntos clave para no sólo mantener, sino mejorar la convivencia a pesar del cambio de paradigma social?
El respeto de base, una premisa insoslayable para avanzar
Algo fundamental a la hora de trabajar una convivencia familiar saludable con los hijos mayores en casa parte de una situación de respeto mutuo. Y esto no es negociable. Por ambas partes es interesante esforzarse en hablar con educación, respetando las opiniones del otro y trabajando la cortesía. Si los progenitores hacen gala de este respeto por sus hijos, estarán reforzando los lazos afectivos que les unen a ellos.
El tiempo que compartimos en familia es tan importante que debe primar la calidad siempre sobre la cantidad, a pesar de que el hecho de que nuestros hijos ya se hayan convertido en adultos dificulta bastante el entendimiento, y da al traste con el modelo tradicional de 'porque yo lo digo y tú obedeces'.
Por supuesto, los psicólogos dejan claro que cada estructura y manejo familiar es un mundo, y no hay una única fórmula que funcione en las buenas relaciones. Para construir, hay que saber adaptarse, ser comprensivos e intentar mantener un equilibrio razonable, y estrés características son comunes a los padres que han sabido llevarlo correctamente.
En familia, funciona mejor el tiempo si es de calidad
Los hijos, aunque sean ya adultos, siempre valorarán más y mejor que les dediques tu tiempo con una escucha activa, de manera consciente y poniendo en ello los cinco sentidos. No se trata de estar ahí como parte del mobiliario, sino de hacernos presentes y que nuestros hijos noten que nos importan sus emociones.
Cualquier relación familiar se alimenta del tiempo en común: compartir deportes y juegos, charlar, dar paseos juntos o cocinar en compañía va a tejer estructuras para el recuerdo y a reforzar la conexión emocional para siempre.
Eso sí, los expertos recomiendan que esos momentos, aunque sean breves, estén libres de distracciones: fuera móviles, televisión o cualquier tipo de interferencia que no nos deje poner el foco en el aquí y ahora. El tiempo de calidad tiene un impacto positivo en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños.
Poner límites, pero también ser empáticos con los hijos
Una de las normas universales de la educación y convivencia con los hijos es la que hace referencia a la necesidad de establecer límites: no somos amigos, somos padres. Sin embargo, los padres que triunfan en las conexiones familiares hacen gala de una gran dosis de empatía y flexibilidad al mismo tiempo.
Por supuesto, los expertos advierten de que los límites que no pueden traspasar los hijos deben estar claros. Pero al mismo tiempo, tenemos que tener la capacidad de adaptarlos a situaciones especiales concretas, en función de las necesidades y la edad de nuestros hijos. Así los hijos nos verán como personas justas y accesibles. La coherencia, en este apartado, es imprescindible: no podemos decir una cosa y hacer la contraria, porque perderemos autoridad y ellos la confianza en nosotros.
Dejar que los hijos tomen sus propias decisiones
Aunque compartamos el mismo techo, y los adultos seamos los padres, es importante que validemos sus emociones, les invitemos con confianza a contarnos lo que quieran contar sin juzgarlos, y también que les ayudemos a ser independientes.
Sin embargo, que fomentemos que ellos tomen sus propias decisiones en algunas parcelas de su vida no significa que nos distanciemos ni que cada uno haga lo que quiera en la casa. Con esta iniciativa estaremos trabajando que nuestros hijos aprendan a enfrentarse al mundo, bajo nuestra supervisión 'invisible'.