La clave del éxito

No sé si lo leí en Mientras escribo o en una entrevista, pero recuerdo un consejo de Stephen King para novelistas novatos. Recomendaba que, si no sabían sobre qué escribir, lo hicieran acerca de su trabajo. Según King, a todos nos interesa el trabajo de los demás. Tener un trabajo y dominarlo es una forma de magia. Si además puedes transmitir el misterio de esa magia, hay novela.

El desarrollo a la vista de cualquier labor, su apertura al público, puede ser muy atractivo para quienes no la conocen o no la dominan. Esos jubilados que se paran a contemplar las obras de la calle bajo el sol sufren, antes que la insolación, un impacto hipnótico. Los etarras que en su día atentaron contra José María Aznar se quejaban en sus notas internas de lo entrometido que era el pueblo de Madrid.

Mientras ellos extendían el cable para sortear el inhibidor de frecuencias del coche blindado, muchos ciudadanos se acercaban para ver, para curiosear, para molestar y los terroristas tenían que disimular el acento norteño e improvisar una coartada convincente. La contemplación del operario mientras despliega y coloca artefactos, ajusta argollas o ensambla tubos resulta fascinante y es, de hecho, un éxito en muchas plataformas de televisión.

Pienso en esos programas de restauración de coches, donde los protagonistas reciben chatarra y devuelven vehículos impecables. Pienso incluso en los programas de cocina: el televidente presencia la elaboración de los platos, la angustia de los camareros, las quejas de los comensales; todo el proceso laboral y sus circunstancias.

Yo mismo soy víctima del influjo de lo laboral en Instagram. Sigo dos cuentas que, en realidad, apuestan por un contenido monocorde, con variaciones muy ligeras entre un vídeo y otro, entre una historia y otra. Una de ellas pertenece a el Banderas (en Instagram) o Bandera Luna (en TikTok), un camarero sevillano que ofrece píldoras de su oficio. En el podcast de YouTube El hombre descalzo el Banderas cuenta cómo le llegó la fama. Un día, su hija adolescente subió a TikTok un vídeo en el que el Banderas servía con garbo un whisky a un cliente durante la sobremesa en su restaurante. Obtuvo dos millones de visualizaciones.

Un año y medio después, el Banderas ya no es el camarero sevillano del primer vídeo, sino un personaje público con academia de restauración y libertad de movimientos. Ya no está ligado a un único restaurante, sino que viaja por el mundo sirviendo copas, trinchando carne o desmenuzando pescado al ritmo de Julio Iglesias. La barra se le ha hecho más grande, el público más amplio. Hay tantos gurús por internet que venden el secreto del éxito y lo venden con éxito que la fulgurante carrera de el Banderas parece desnudarlos.

Siendo un chaval me compré un libro que se titulaba Cómo tener éxito en la vida o similar. Empecé a leer y el libro me pareció una estafa intolerable, pero pronto comprendí que no, que proporcionaba exactamente lo que prometía, aunque mediante un juego irónico. Si quieres tener éxito, venía a decir el libro, promete el éxito a un número suficiente de ilusos. "¡De imbéciles!", pensé yo. El éxito es como la religión; quien te ofrece el premio es un intermediario que siempre vende intangibles. Si no llegas al paraíso prometido, es que algo has hecho mal tú, no él.

El éxito, además, es caprichoso, como la lotería o los juegos de azar. Hay que jugar para que te toque, es decir, trabajar para ello. Pero nada te garantiza el premio por mucho que compres boletos. Escribid sobre vuestro trabajo, en definitiva (sobre lo que os dé la gana, en realidad). No lo digo yo, ojo —con éxito muy discutible—, sino Stephen King. Y que gire el bombo.

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