-¿Quién eres, hijo mío?
-Soy tu abuelo, papa.
-¿Y qué quieres?
-Vengo a saludarte y a que me dejes el despacho oval.
-¿Qué te echas en el pelazo para tenerlo tan lustroso?
-Amoniaco, almidón de maíz y... no me acuerdo qué más...
-¿Napalm?
-¡Eso, napalm!
-¿Y qué puedo hacer por ti?
-Podías invadir China y así cuando coja yo el mando ya tengo la faena medio hecha.
-¡Uy uy uy!
-¿Qué?
-Que China está muy lejos.
-Ya, por eso.
-Vale, invado China y tú me pasas tu champú de napalm.
-¡Echo, yayo!
-Gracias hijo mío.