Así son las reinas del narco: tan o más crueles que los grandes capos

ITER CRIMINIS por Carmen Corazzini

El mercado de la droga ya no es un juego de hombres. Las mujeres se han armado de poder, y las grandes reinas de la droga han adoptado su modus operandi. Extorsión, violencia o tortura, las diferencias de género no se reflejan en la cima del cártel. Aunque ellas lo tienen más difícil: además de labrarse su hueco, deben ganarse el respeto de ellos. Desafían los roles tradicionales, y eso, a veces, las hace más despiadadas si cabe.

Las lideresas de la droga habitan también en España. El pasado lunes, María Teresa, una colombiana de 50 años conocida como “La Modelo”, fue condenada en Málaga tras haberse consagrado como la reina de la cocaína de la Costa del Sol. Ana María Cameno, la burgalesa “reina de la coca”, también fue condenada el pasado mes de abril por ser la cabecilla de una de las mayores redes de droga de España. La asturiana Ana Garrido, apodada “la Dama del Norte”, lideró el narcotráfico en los 90 desafiando a los gallegos. El crimen organizado no es solo un mundo de hombres. Aunque las más despiadadas no parecen vivir en España. Sus delitos abarcan tráfico, blanqueo, extorsión u organización criminal. Pero la violencia se desata, más cruda, en América del Sur.

Cuanto más alto asciende una mujer en los rangos, más preparada debe estar para torturar

Según un estudio de International Crisis Group sobre criminalidad en México, cada vez hay más mujeres que se unen a este tipo de organizaciones. Tal como refleja el análisis, “al igual que los hombres, cuanto más alto asciende una mujer en los rangos, más preparada debe estar para torturar, asesinar e infligir otras formas de violencia”. La Criminología tiende a demostrar que las mujeres delinquen menos que los hombres y utilizan técnicas menos agresivas, pero el mundo del narcotráfico es otra liga.

Su participación en el crimen organizado no es excepcional, y ya no se presenta solo en labores menores o posiciones subordinadas. De hecho, hay abundantes ejemplos de liderazgos femeninos que imparten el mismo respeto y temor que cualquier gran capo. Según un estudio del Observatorio Colombiano de Crimen organizado, el uso de la violencia por parte de las jefas contradice el precepto estereotipado de compasión femenina.

Claro que no existe una regla exacta. Algunas han preferido centrarse en aspectos financieros y logísticos, aunque, evidentemente, la violencia siempre subyace al narco. Enedina Arellano, conocida como “La Narcomami” y hermana de los fundadores del Cártel de Tijuana, es famosa por haber transformado la organización en una empresa más sofisticada, perfeccionando operaciones financieras y de lavado de dinero. Promovía la siembra del terror psicológico y prefería no mancharse las manos, pero también ordenó torturas y asesinatos. Otra muestra de violencia más contenida —si comparada con la de otros jefes— es el de “La Reina del Sur”, Marllory Chacón. Ella se caracterizaba por el uso de tácticas estratégicas y habilidades intelectuales para afianzar su poder.

Pero otras han adoptado métodos tan o más crueles que sus contrincantes masculinos. Uno de los ejemplos más notorios es el de Griselda Blanco, “La Viuda Negra”, que se alzó a codazos como jefa del tráfico de cocaína entre Colombia y EEUU en los 70 y 80. Se le atribuyen múltiples homicidios y, de hecho, introdujo el concepto del sicario en moto, una táctica que facilitaba asesinatos rápidos y huidas inmediatas. Usaba a menudo técnicas de extrema brutalidad.

“La Güera Loca”, Yesenia Pacheco, pertenecía al cártel del Golfo, y llegaba a participar en los combates contra otros grupos rivales, como los temidos disidentes Zetas. Sus propios sicarios se sorprendían ante la crueldad que empleaba al asesinar a sus enemigos. Los degollaba con sus propias manos, sin titubeos. Liliana Campos, alias “La Madame”, estaba especializada en la trata de personas. Era conocida por el empleo de métodos despiadados para mantener a raya a sus competidores.

El salvajismo parece no tener límites tampoco para ellas. Herlinda Bobadilla, “La Chinda”, líder del Clan Montes Bobadilla, ordenó ataques violentos contra las comunidades que no cooperaban con su grupo en Honduras. Los informantes capturados eran ejecutados públicamente, o sometidos a torturas extremas como mensaje ejemplarizante para el resto de aliados o enemigos. Guadalupe Fernández Valencia, “La Patrona”, miembro del Cártel de Sinaloa y socia de El Chapo, era conocida por su brutalidad con los transportistas que no cumplían con los plazos o cantidades establecidas. Promovía amputaciones o quemaduras para castigar a quienes traicionaban sus intereses.

Más del 60% de presencia femenina en prisiones colombianas y mexicanas está relacionada con delitos de drogas

Tradicionalmente, la mayoría de mujeres han participado como transportistas y mulas, o en tareas de apoyo logístico. La pobreza, la falta de educación y las responsabilidades como madres solteras las colocaban en situaciones vulnerables, convirtiéndolas en objetivos fáciles para los reclutadores. Sucede en la mayoría de los casos. De hecho, según otro informe sobre mujeres, narco y violencia, más del 60% de presencia femenina en prisiones colombianas y mexicanas está relacionada con delitos de drogas, principalmente por posesión o transporte de pequeñas cantidades. Entre 2000 y 2020, el número de mujeres en prisión por estos delitos se duplicó en América Latina. Muchas se involucran para salir de estados de exclusión social o violencia, y ven en la criminalidad un medio de autodefensa. Pero el poder llama al poder, y las ansias no conocen género o edad. Una vez que se toca la miel, se quiere más.

La cultura predominante en algunas de las zonas más prolíficas del narcotráfico establece una construcción tradicional en los roles de género. De siempre las mujeres han participado en la jerarquía criminal, pero antes desempeñaban labores de menor relevancia. Poco a poco las mujeres han ido rompiendo su particular techo de cristal, también en el narcotráfico. Además, el descabezamiento de grupos criminales y su amplia diversificación han facilitado su inclusión, hasta conseguir rangos de mayor poderío.

Ni son más compasivas, ni son menos violentas. Las grandes reinas del narco son igual de tiranas que ellos. Muchas emplean la brutalidad para ganarse el respeto, y pueden llegar a ser más sanguinarias que los hombres por eso. La crueldad de las narco desafía los roles de género.

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