No he leído todavía el último libro de Jano García, pero únicamente por el título debería ser de obligada lectura para todos: El triunfo de la estupidez. Pues sí, hay individuos pertinazmente estúpidos que han hallado además en las redes sociales un instrumento potencial de expansión de la idiocia humana. Aunque confieso que, entre los profesionales de la estupidez, tengo una aversión casi violenta hacia influencers, psicólogos y psiquiatras predicadores de su propio bienestar económico, charlatanes cazadores de seguidores y políticos grabándose calamitosamente en vídeos que producen vergüenza ajena. Cada día son más. Estos cretinos monetizan la estupidez igualitarista de una sociedad embobada y decadente. Unos llenan auditorios y les dicen a los asistentes que aleteen los brazos para que se sientan más felices. Y allí los tienes, balanceando un brazo mientras que con el otro se hacen un selfie. Otros se afanan en llenar mítines con sus cargos electos para sentirse ellos mismos más felices.
Intuyo que Jano García habra leído Las leyes fundamentales de la estupidez humana del profesor Cipolla. El texto fue escrito en 1976, mientras el economista italiano impartía Historia de la Economía en Berkeley. Cincuenta años después, la monografía tiene plena actualidad. La sociedad ‘acipollada’ ha conferido autoridad a los más estúpidos, porque, tal como demuestra el profesor, la estupidez se concentra mayoritariamente en algunas castas de políticos y burócratas. Solo así se puede entender que ciertas criaturas celestiales hayan sido, sean o vayan a ser ministros, presidentes de regiones, ciudades, pueblos y aldeas varias. No son todos, evidentemente, pero son muchos y se propagan.
Una persona racional se puede preguntar legítimamente, al igual que se preguntaba Cipolla, cómo esos estúpidos pueden llegar a ocupar estas posiciones de poder. No hay que ser muy listo, incluso se puede ser un perfecto estúpido, para entender, como sostiene el profesor, que los partidos políticos son estructuras donde se solazan los más tontos y los más malvados. En una sociedad que ha democratizado la estupidez, todo es posible y susceptible de empeorar. Un estúpido siempre toma como ejemplo a otro estúpido con poder para medrar y para pensar que puede sustituirlo en algún momento. Estúpidos en combustión permanente.
En una sociedad que ha democratizado la estupidez, todo es posible y susceptible de empeorar
Los hay estúpidos y malvados. Pues bien, un malvado es previsible, pero un estúpido es imprevisible. Por ello, un estúpido malvado con poder es un arma imprevisible de destrucción masiva. Y allí los tienes a unos cuantos con presupuesto público grabándose vídeos para la posteridad de los necios.