El trumpismo que nos invade

Donald Trump duerme de nuevo en la Casa Blanca desde donde amenaza con cambiar el mundo a su manera. A la espera de ver cuántas de sus promesas económicas y anexionistas se harán realidad en estos cuatro años de mandato que acaba de inaugurar, su excluyente discurso ya está colonizando conciencias más allá de las fronteras de los Estados Unidos.

Al igual que las invasiones bárbaras socavaron lenta pero eficazmente la antigua fortaleza del imperio romano, el trumpismo lleva tiempo minando certezas y consensos sociales sobre los que habíamos asentado nuestras democracias al otro lado del Atlántico. Ahora, su rotundo triunfo electoral y su retorno al poder están dando alas y combustible a esos invasores mensajes que recelan de la igualdad, niegan el apoyo mutuo y esconden los peligros de una falsa prosperidad a base de esquilmar recursos. No hay más que leer recientes sondeos.

La percepción del cambio climático como problema ha retrocedido en las encuestas del CIS varios puntos en los últimos dos años, justo cuando sus consecuencias se han hecho más evidentes. Otro tanto pasa con el apoyo a la igualdad de género y a la diversidad sexual. Tanto barómetros oficiales como sondeos privados confirman esta inquietante tendencia sobre todo en varones jóvenes de menos de 30 años. Y aunque aún se mantenga en nuestro país un consenso mayoritario en torno a los objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, los sociólogos advierten de que tendencias electorales victoriosas como la de Trump tienen un evidente efecto contagio.

En apenas un mes los alemanes deciden en las urnas si confirman las encuestas y convierten a la extrema derecha de Alternativa por Alemania en el segundo partido de su Bundestag. En Austria el también ultra Partido de la Libertad acaba de recibir el encargo de formar gobierno tras fracasar el cordón sanitario que negociaban el resto de formaciones tras los últimos comicios. Así que mejor no le damos muchas más vueltas a que el único político español invitado a la toma de posesión de Trump ha sido Santiago Abascal para no amargarnos aún más la sufrida cuesta de enero.

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