En esta infantilización permanente de la política que vivimos en estos tiempos, les propongo un juego: trasládense a su época escolar. Imagínense que el abusón del cole te dice que como juegues en su portería, te pega y te roba la tuya. Que cuando has ganado el partido, él asegura que lo has perdido y encima te insulta diciendo que se lo has robado.
Ese niño que levanta las faldas a las niñas e incluso a la profesora y, cuando es amonestado, se burla bailando y manda a su padre rico que, a través de donaciones al colegio, hace que se libre de todos los castigos consiguiendo que no lo expulsen, como se merece. El que quita el bocata a los más débiles y les echa del recreo acusándoles de robar perros y gatos y trocearlos en el almuerzo.
Ese muchacho de pelo revuelto y travieso que reúne a su pandilla de matones, los más altos, los más fuertes y los más crueles de la clase para que destrocen la pizarra, rompan las mesas y arrojen por la ventana los libros. Y sin libros, no hay clase, con lo que, encima, se convierte en el héroe del colegio.
Pues ahora cambien la portería por Groenlandia, a los malotes por Elon Musk, Putin o Netanyahu. A esa profesora por Stormy Daniels, a los débiles por los inmigrantes, a la clase por el Capitolio, al colegio por los Estados Unidos y a ese abusón anónimo por otro con nombres y apellidos, Donald Trump; y ahí tienen la lección del día. Y para concluir la clase, ¿sabían que en francés trompe, que se pronuncia como el apellido del nuevo presidente de Estados Unidos, significa engaño?
Suena la campana, todo el mundo sale en tromba de las aulas, de fondo se escucha la sintonía de los Village People y mañana, más de lo mismo, vuelta al cole.