Soy intolerante a la fructosa y estas son las cuatro frutas que puedo comer

Según datos que recoge la Sociedad Andaluza de Patología Digestiva la intolerancia a la fructosa presenta una prevalencia del 40-60%. A menudo, está infradiagnosticada debido a que su sintomatología, como hinchazón, diarrea, cólicos, son muy similares con otras patologías digestivas. Sin embargo, este es un trastorno provocado por la malabsorción en el organismo de este azúcar que por lo general está presente en muchas frutas. Una vez el diagnóstico está claro, los pacientes se encuentran ante la incertidumbre de cómo adaptar su dieta, en la que deben apostar por alimentos de baja fructosa.

Así se produce la intolerancia a la fructosa

Como se comenta, se habla de intolerancia a la fructosa cuando el organismo, concretamente el intestino delgado, no absorbe este tipo de azúcar. Esto provoca que la fructosa, por tanto, pase al colon y las bacterias empiecen una fermentación que más tarde dará lugar a molestos síntomas. Así pues, los signos que indican que anda algo mal en tu aparato digestivo son los gases, la inflamación abdominal, incluso diarrea y vómitos tras ingerir alimentos ricos en este azúcar.

Muchas de estas molestias se producen casi inmediatamente después de ingerir frutas. Es por ello que, una de las primeras soluciones al problema es la de limitar el consumo de estas o, al menos, elegir, las que presenten un nivel más bajo de fructosa. Dado que para la salud es muy importante adquirir las vitaminas y nutrientes de este tipo de alimento, prohibir su consumo no es la mejor decisión. Destacamos, a continuación cuatro frutas que, con moderación y siempre que no sea en zumo, sí puedes comer si eres intolerante a la fructosa.

Naranja

Dado que es una de las frutas más consumidas en España, tener a la naranja como aliada es una suerte. Tal y como recoge el laboratorio farmacéutico Cinfa Salud, comer con moderación este tipo de fruto puede ser una opción segura para las personas intolerantes a la fructosa.

La naranja aporta antioxidantes, fibra y sobre todo vitamina C, lo que ayuda a mantener el sistema inmunológico fuerte y mejorar la digestión. Su contenido en hidratos de carbono hace que aporte al organismo una energía muy necesaria, sobre todo, en los meses de invierno, cuando está en su plena temporada.

Limón

De contenido rico en antioxidantes y vitamina C, también se encuentra el limón. Aunque no es muy común tomarlo de forma directa, sí que puedes aderezar algunas platos con este cítrico sin miedo a que pueda sentarte mal. Eso sí, siempre con moderación. Su acidez le resta fructosa, por lo que es seguro para intolerantes y lo más común es que puedas tomarlo como acompañante de infusiones o incluso agua refrescante, para que la absorción sea mucho mejor.

Mandarina

Hermana de la naranja, no podía faltar en esta lista la mandarina. Aprovechando que el otoño y la inminente llegada del invierno la convierte en protagonista, esta fruta es otra de las opciones seguras. A menudo, su sabor dulce puede confundir a aquellos que presentan una intolerancia a la fructosa, pero lo cierto es que aporta nutrientes sin afectar de manera negativa al tracto digestivo. También rica en vitamina C y antioxidantes, es un fruta que es fácil digerir.

Melón

Y del invierno a verano. La fruta por excelencia de la temporada estival para los intolerantes a la fructosa es el melón. Su contenido en agua y su baja fructosa hace que sea una opción segura si se toma con moderación. Ayuda a mantener los líquidos equilibrados en el organismo y, por tanto, también favorece la absorción. Su contenido en vitamina A y vitamina C son importantes para el organismo y lo mejor, es que tendrás la suerte de probar su sabor dulce sin afectar al tracto digestivo.

Tres consejos básicos para incorporar estas frutas

A lo largo del texto se ha ido recalcando que esta frutas, a pesar de tener un contenido bajo en fructosa, deben consumirse con moderación. Es por eso que los profesionales digestivos, a sus pacientes, les recomiendan seguir una serie de pautas. Algunos consejos son:

  1. Tomar la fruta en pequeñas cantidades. Con ello podrás evaluar el nivel de tolerancia.
  2. Acompañarlas de otros alimentos. Así se favorece la absorción.
  3. Evitar consumirlas cuando están maduradas. Una vez que las frutas van adquiriendo más madurez, su contenido de fructosa crece.

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