Cuando más tiene que acelerar la Unión Europea en la toma de decisiones más problemas parecen aparecer en muchos de sus gobiernos. Sea por una razón o por otra, algunos de los líderes principales y sus ejecutivos pasan por momentos de incertidumbre. Es el caso de Alemania, Francia, España, Austria o Bélgica, bien por falta de Presupuestos, por la convocatoria de elecciones anticipadas o por la imposibilidad de conformar un nuevo núcleo de poder que sea firme y que permita avanzar en un momento en el que el mundo exige firmeza.
Solo Italia y Polonia se salvan de esta 'quema', con Giorgia Meloni y Donald Tusk como voces rotundas, e incluso con la primera como potencial 'enlace' entre Donald Trump y Bruselas en los próximos años. Quién sabe. La realidad es que hay otros Estados miembros que navegan aguas mucho más turbias. En España, por ejemplo, Pedro Sánchez tiene cada vez más complicado gobernar, aunque él insiste en que va a completar la legislatura. A lo endeble de sus pactos con Junts o con el PNV y los choques con el PP se añade la complejidad con la aprobación de los Presupuestos, sobre los que el Gobierno sigue negociando sin que haya fumata blanca; y sin cuentas públicas lo que no se podrá vehicular por ejemplo será una ingente cantidad de fondos europeos.
¿Se puede avanzar sin Presupuestos? Sí, pero resta capacidad de influencia a un país que, a nivel macro, tiene muy buenos datos económicos, aunque no parece trasladarlos del todo al día a día de los ciudadanos. En Alemania las cosas no van mejor. El país va a elecciones anticipadas el 23 de febrero, con Olaf Scholz muy tocado, los conservadores de la CDDU liderando las encuestas y, sobre todo, con la ultraderecha de AfD en máximos y creciendo. Además, la campaña estará marcada por temas como la guerra en Ucrania o la inmigración y crece el temor de la injerencia externa no solo a través de Rusia sino también de Elon Musk; el magnate ha llamado "dictador" al presidente germano, Frank-Walter Steinmeier, y ha mostrado su apoyo a la derecha radical.
"Las interferencias no llegan desde un solo actor", avisan fuentes comunitarias consultadas por 20minutos, que no quieren entrar a valorar "cosas que todavía no han pasado", en referencia a los comicios en el pilar principal de la UE. Lo que pase en Berlín tendrá efectos en el resto de Europa. Otro que pasa por su peor momento es Emmanuel Macron, con Francia en un limbo político casi sin salida. El presidente galo suspende con rotundidad entre la población y su primer intento de Gobierno, con Michel Barnier, cayó en menos de tres meses. El segundo, liderado por François Bayrou va por el mismo camino. De facto, se apoya en Marine Le Pen mientras la izquierda, que ganó las legislativas en verano, ya apunta a que Macron tiene que irse. La fecha clave es julio de 2025, cuando se podrían volver a convocar elecciones parlamentarias, y ese parece el final de esta travesía tan compleja... de momento.
Austria, por su parte, busca la llave para la gobernabilidad y lo hace con decisiones sin precedentes, después de que el presidente del país haya hecho el encargo de formar un nuevo Ejecutivo al Herbert Kickl, líder del ultraderechista FPO, un paso que nunca se había dado en la historia del país. Su definición es la de un líder clásico de la derecha radical europea actual: xenófobo, con un mensaje duro contra la migración, negacionista del cambio climático, euroescéptico y contrario a la ayuda a Ucrania. El tema migratorio y las desigualdades son su punto principal, como lo es también una apuesta por la tesis del "cambio de época" que tanto repiten este tipo de partidos. Las filias del FPÖ con el régimen de Putin, además, no se dan solo a través de Kickl, sino que vienen de lejos: en 2016, es decir, ya después de la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia, el partido firmó un "pacto de cooperación" formal con el Kremlin. Kickl, de antemano, no parece tener los apoyos necesarios para ser canciller, pero espera un movimiento a su favor de los conservadores tradicionales (OVP), tras la salida de Karl Nehammer, partidario de un cordón sanitario.
Más allá de todo eso, hay otro país que ni siquiera tiene Gobierno después de seis meses: Bélgica. Las tensiones entre las regiones flamenca y valona, junto con la representación de los partidos francófonos y neerlandófonos, hacen que alcanzar un consenso sea un desafío constante. De hecho, el país sigue ostentando el récord de días sin Gobierno, con 541 días entre junio de 2010 y diciembre de 2011. En las últimas elecciones federales, la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), liderada por Bart De Wever, obtuvo el mayor número de votos, consolidándose como una de las principales fuerzas políticas del país. Sin embargo, los partidos nacionalistas flamencos, incluyendo al Vlaams Belang, también lograron avances significativos, lo que refleja un aumento en el apoyo a las formaciones de derecha en la región de Flandes. Por lo pronto, el liberal Alexander de Croo sigue como primer ministro en funciones y no parece haber una fecha clara para el relevo.
Rumanía o Bulgaria siguen abonados a las complejidades políticas. En Bucarest siguen esperando a repetir las elecciones presidenciales después de que la Justicia haya anulado las últimas por supuesto injerencia extranjera en la victoria del radical Calin Georgescu, un líder contrario a la UE y a la OTAN y con tesis favorables a Putin. Bulgaria, por su lado, no encuentra la estabilidad y en 2025 podría celebrar las que serían sus octavas elecciones en solamente cuatro años. No son dos Estados miembros clave en la UE, pero su importancia ha aumentado porque desde el 1 de enero ya forman parte del espacio Schengen, que asegura la libertad de movimiento de personas, bienes y servicios.
La UE necesita estabilidad, y muchos países miembros han sacado muchos billetes para tener todo lo contrario. "Tenemos claro que lo que hay que buscar es la unidad, ya sea en el Consejo o en los consensos que se puedan alcanzar en el Parlamento", asumen desde Bruselas. El reto es el que es, y el mundo no espera: Putin, Trump, Musk, China, los movimientos en Oriente Medio o el impulso a la economía no dejan espacio para las dudas y hay muchos Estados miembros importantes enganchados a ellas.