Entre la primavera y el verano de 2020, un total de 350 elefantes murieron de manera masiva en una zona remota de Botsuana, un extraño caso que generó una gran preocupación entre la comunidad científica. Ninguno de ellos presentaba señal de inanición, infecciones o ántrax natural, y sus colmillos estaban intactos, lo que también descartaba que hubiesen sido víctimas de la caza furtiva. Además, algunos fueron encontrados boca abajo, lo que apuntaba a un colapso repentino.
Todos los indicios hacían sospechar que las cianobacterias tóxicas, también conocidas como algas verdeazuladas, eran las culpables de la muerte masiva de esta especie en peligro de extinción, una teoría que un estudio reciente ha venido a confirmar.
La investigación, llevada a cabo por el King's College de Londres y publicada en la revista Science of The Total Environment, ha combinado datos satelitales y análisis espaciales para examinar la relación entre unos 3.000 pozos de agua y la ubicación de los elefantes muertos.
El equipo liderado por el geógrafo Davide Lomeo descubrió que durante ese mismo período de tiempo se produjeron floraciones de algas tóxicas en fuentes de agua cerca del delta del río Okavango. Esto indica, casi con total certeza, que los elefantes africanos de sabana murieron envenenados.
"Identificamos 20 pozos de agua cerca de cadáveres recientes que experimentaron un aumento de eventos de floración de algas en 2020 en comparación con los tres años anteriores combinados", explica Lomeo en un comunicado.
Los investigadores creen que, después de beber en estos pozos de agua tóxicos, los elefantes caminaron una media de 16,5 kilómetros y murieron aproximadamente 88 horas después.
"Las cianobacterias son a menudo abundantes en aguas turbias, estancadas y ricas en nutrientes, y varias especies que forman floraciones pueden causar daños debido a la producción de toxinas", advierten.
Botsuana, un país africano sin salida al mar, alberga la población restante de elefantes más grande del mundo, con más de 130.000 individuos, por lo que la muerte masiva de estos paquidermos en 2020 causó una gran preocupación.
Estos hallazgos sugieren además que existe un mayor riesgo y probabilidad de presencia de toxinas de algas en estos pozos de agua. El equipo de investigadores cree que el cambio de un 2019 muy seco a un 2020 extremadamente húmedo pudo haber llevado a promover el crecimiento sin precedentes de estas algas.
Para los autores del estudio, este trabajo "pone de relieve la necesidad de una vigilancia integral de la calidad del agua en todas sus formas, incluidas las más pequeñas. La investigación demuestra la eficacia de la detección basada en satélites para identificar diversas fuentes de contaminación, lo que refuerza la importancia de ampliar las aplicaciones de observación de la Tierra para permitir una intervención rápida cuando surgen amenazas ambientales similares", concluyen.