Las calles de Paiporta siguen teniendo un aspecto apocalíptico, pero, poco a poco, las vías empiezan a despejarse tras cinco días de trabajo vecinal sin apenas asistencia. Por las avenidas aún repletas de lodo y flanqueadas por filas de vehículos destrozados por la riada, ya transitaban este lunes numerosos camiones del Ejército, bomberos, policías y servicios de emergencia de todos los rincones de España.
Los vecinos de la zona más golpeada por unas inundaciones que han causado más de 200 muertos se debaten entre la persistente indignación por lo que consideran un abandono por parte de las autoridades y el alivio por ver, por fin, la llegada de la ayuda de forma masiva. En casi todas las viviendas del municipio hay ya agua corriente y luz, pero la cobertura móvil sigue siendo muy pobre o nula.
"Aquí, ni el primer día, ni el segundo día se han oído sirenas, ni se han oído bandos, no se ha visto un policía en la calle. El primer día esto era The walking dead", declara Beatriz Romeu, una vecina de Paiporta de 41 años que se encamina hacia su casa, pala en mano, tras haberse duchado en casa de su hermano. "Militares empezaron a llegar ayer por la mañana, cinco días después. Que no irá con ellos, esto es tema superior, pero yo solamente espero que a partir de hoy tomen medidas y que haya un antes y un después. Aquí nos hemos sentido muy abandonados".
En los últimos días, el Gobierno central ha recibido críticas por la lentitud a la hora de desplegar el Ejército. El Ejecutivo, por su parte, ha culpado al Gobierno regional de la Comunidad Valenciana por no haberlo solicitado.
El mismo martes 29 se activó la alerta en la Unidad Militar de Emergencias (UME) y se mandaron 250 efectivos desde Valencia, que ascendieron a 1.400 el miércoles y a unos 2.250 el viernes. El envío de tropas, más allá de la UME, comenzó al inicio del fin de semana y se ha acelerado desde el domingo, alcanzando los 7.800 efectivos a las 20.00 horas de este lunes entre miembros de los tres Ejércitos y la UME, más otros 700 que están en cuarteles generales coordinando.
Junto a los militares desplegados en la zona, también hay 7.153 efectivos de la Policía Nacional en la Comunidad Valenciana (de los que 4.312 están en la provincia de Valencia). En cuanto a los de la Guardia Civil, hay 7.427 en la comunidad, de los cuales 3.663 están en la provincia de Valencia, además de 176 destinados a labores relacionadas con la DANA.
El discutido origen de la violencia del domingo
La indignación de los vecinos ha ido en aumento durante los primeros días, cuando casi la única asistencia que han recibido ha sido la de los miles de voluntarios que se han desplazado desde Valencia capital. El momento de máxima tensión se alcanzó el domingo, cuando la visita a la localidad de los reyes Felipe y Letizia, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, tuvo que ser abruptamente interrumpida por la reacción violenta de algunos vecinos que increparon y lanzaron barro y objetos a la comitiva.
"Después de seis días estamos desbordados. Aquí hay vecinos que ya están tocados psicológicamente y estamos llenos de rabia por lo que ha pasado. Nos han dejado de la mano de Dios y literalmente nos han matado como a ratas. No hay derecho", declara Sandra, una vecina de 50 años que, como la mayoría de los viandantes, porta una mascarilla ante el difundido temor a que se produzcan brotes epidémicos a causa del lodo y la suciedad. El mal olor empieza a volverse evidente en buena parte del pueblo.
La mayoría de vecinos, al igual que Sandra, rechazan abiertamente la violencia que se produzco el domingo, aunque casi todos consideran también que la visita no debió producirse ese día con los ánimos así de caldeados. "El Rey no tiene culpa de nada, pero estamos mosqueados también porque vinieron el domingo", explica Jesús, que junto a su sobrino, Vicente Bernia, se afanan por sacar el barro que queda dentro del local del negocio familiar, una tienda de persianas que quedó destrozada por la riada. "El domingo hay mucha gente que quería ayudar, que no trabaja, y entonces la gente está fastidiada porque no dejaron entrar a voluntarios".
En lo que los vecinos no terminan de ponerse de acuerdo es en si los incidentes estuvieron protagonizados o no por grupos organizados de extrema derecha ajenos al pueblo, como se ha especulado en los últimos días. Casi todos coinciden, eso sí, en que entre la multitud había personas que no eran del pueblo, a las que señalan como causantes de los incidentes más graves.
"Yo aquí llevo 18 años viviendo y la gente de Paiporta no es así. Claro que hay daños, hay muertos. Pero no, esa gente está comprada por políticos para que, en lugar de unirse todos, estemos separados", declara Javier García, un vecino que llegó al pueblo hace 18 años procedente de Perú. Estos últimos días, admite que no ha podido apenas dormir, con los gritos de auxilio metidos en las cabeza desde el pasado martes, cuando logró refugiarse en su casa in extremis, llevando a su sobrino de cinco años atado con una cuerda a su cuerpo.
La suciedad y el trauma
Cuando cae la noche, Paiporta se queda en la más absoluta oscuridad. Muchos vecinos, como Rosa, que habla desde la puerta abierta de su vivienda unifamiliar ubicada en primera línea del barranco que se desbordó el martes, se turnan con sus familiares para no dejar la casa vacía por miedo a los robos. "Hoy, siete días después, ¡siete días después!, sigo sin agua, hoy me han colocado el generador y tengo luz de la primera planta hacia arriba, hacia abajo no, porque está todo mojado y salta", se lamenta esta vecina que salvó su vida porque su garaje ya estaba inundado cuando se planteó huir del pueblo en su coche, una decisión que provocó la muerte de muchas de las víctimas.
La mayoría de los vecinos entrevistados consideran que aún hay muchas víctimas mortales que siguen en garajes del municipio y que tendrán que ser sumadas al actual recuento oficial, que el lunes por la noche alcanzaba ya los 215 fallecidos. Frente a la casa de Rosa, otro de los lugares de los que se especula que puedan contener dentro más cuerpos sin vida: el polideportivo municipal. Según el relato de la propia vecina, miembros de Protección Civil entraron el domingo en el pabellón y salieron con lágrimas en los ojos sin querer aclarar lo que habían visto dentro.
El auditorio local sigue haciendo las veces de centro de distribución de toda la ayuda enviada desde distintos puntos del país, que un nutrido grupo de voluntarios está repartiendo entre los vecinos en unas mesas instaladas en el exterior. Para muchos ancianos que no han podido salir de sus viviendas desde el pasado martes, estos víveres han sido esenciales para su supervivencia, recogidos por vecinos o familiares en este punto.
A sus 80 años, Antonio González sí puede salir a la calle, aunque camina un tanto aturdido por lo que él mismo admite es un panorama "desolador" que nunca había visto en su vida. "Yo esto no lo he visto, llevo aquí ya más de 50 años y esto no lo he visto nunca", declara el vecino de Paiporta que, con todo, admite que el aspecto de las calles está mejorando poco a poco. "Aquí no se podía mover nadie ni salir. Lo que pasa, claro, es que hay muchos destrozos por todos los sitios, entonces, esto tiene que ser a base de días, que la maquinaria pesada vaya sacando cosas y las calles se vayan viendo limpias".
A su lado, cargado con bolsas de víveres, Richard, de 30 años, le da razón. Sin embargo, apenas comienza a hablar, se le saltan las lágrimas y se dobla por el dolor. "Mi vivienda es un primero, pero los de la oficina de abajo lo han perdido todo. Los tuvimos que sacar muertos por mi ventana. Un horror todo, Dios. Esto es... una catástrofe", declara entre lágrimas. El recuerdo y el trauma generado por la riada del martes en Paiporta será mucho más largo y difícil de limpiar que las propias calles del pueblo.