Gran contraste el de estos dos hombres, recientemente en primer plano por hablar de un escándalo en el Reino Unido revelado hace una década: uno tiene una cuenta de X con 212,2 millones de seguidores y, a pesar de haber conseguido dinero y éxito, requiere nuestra atención todas las horas del día. El otro es un periodista jubilado, ganador de dos prestigiosos premios por sus investigaciones sobre el asunto, que no tiene cuenta de X y sale, como dice él, “para aclarar las cosas”.
El primero es el billonario Elon Musk, que dice que defiende a las niñas y las mujeres de la violencia sexual pero que puede estar poniendo en peligro la vida de Jess Phillips, la ministra responsable de la protección de las víctimas, al tuitear falsamente a sus seguidores que es “una apologista de las violaciones y el genocidio”.
El segundo es Andrew Norfolk, que pasó cuatro años de su carrera con el periódico The Times investigando en exclusiva los casos de grupos de hombres de origen británico-paquistaní en varias ciudades que violaron a cientos de niñas, muchas de entornos vulnerables. Sus revelaciones a partir de 2011, que fueron portada del periódico conservador, forzaron una investigación parlamentaria y una investigación nacional en 2014, además de cambios en cómo las instituciones trataban a esas víctimas de violencia sexual.
Musk y la oposición conservadora británica, que no implementó todas las recomendaciones de la investigación durante su tiempo en Downing Street, quieren otra indagación nacional, mientras el gobierno de Keir Starmer prefiere implementar las lecciones ya extraídas de la anterior. Según Musk, Starmer tiene que estar encarcelado porque fue director de la Fiscalía entre 2008 y 2013 y, como tal, responsable de “la violación del Reino Unido” (sic), una mentira que decidió desmentir Norfolk.
“La tormenta de esta semana, las mentiras y distorsiones arrojadas de otro lado del Atlántico sin cuidado ninguno, me han dejado atónito” dijo Norfolk a la BBC Radio 4.
En esa entrevista y en otra en el podcast The News Agents, el periodista, que fue el director de investigaciones del periódico conservador, defendió al primer ministro Starmer y al fiscal jefe del Noroeste de Inglaterra, Nazir Afzal, describiendo cómo revisaron las recomendaciones para asegurarse de que más maltratadores se enfrentaran a la justicia.
Starmer y Afzal hablaron con Norfolk para comprender porqué las instituciones estuvieron fallando a las niñas abusadas y a sus familias. A menudo los fiscales decidieron no llevar casos a juicio porque las niñas no eran consideradas “testigos fiables”, dado que sus versiones podían cambiar por el alcohol y las drogas que recibieron de los adultos abusadores. En un caso, un padre contó a Norfolk que su hija, declarada desaparecida, fue descubierta en una casa con varios hombres y detenida junto a otras menores por estar drogadas, en lugar de que detuvieran a los hombres adultos. La misoginia, el clasismo (los hombres eran ricos y muchas mujeres desfavorecidas) y la inquietud de que las actuaciones policiales pudieran estar contaminadas de racismo, fueron claves. “Keir Starmer cambió completamente las recomendaciones (a los fiscales)… Eso terminó en un incremento importante de juicios con condenas”, contó Norfolk a la BBC.
Las explicaciones de Norfolk y otros periodistas como Julie Bindel, que han hecho reportajes sobre las bandas de engaño pederasta, también tumban un argumento peligroso de Musk, Trump y otros populistas: que es mejor sustituir a los medios con un legado, a los que Musk odia, para dejar paso a los "periodistas ciudadanos" actuando en las redes sociales de los multibillonarios.
Sin Norfolk, de 60 años y procedente de uno de los medios más establishment del Reino Unido, Musk probablemente no hubiera llegado a saber de la existencia del escándalo para opinar al respecto. Y para nosotros, los ciudadanos, sería francamente difícil distinguir entre la verdad y los rumores en un tema que provoca mucho dolor a las víctimas. Tendremos que recordarlo cuando Musk continúe utilizando su plataforma para opinar sobre la política europea, llamándonos a votar lo que él quiere.
