El beso es una de las manifestaciones de afecto más universales en la humanidad, pero también una de las más complejas de entender desde un punto de vista evolutivo. Desde su forma y significado hasta sus connotaciones culturales, este gesto está cargado de simbolismo y también ha sido regulado por normas sociales que varían entre civilizaciones y épocas. Sin embargo, ¿qué llevó a los humanos a empezar a besarse?
Un reciente estudio titulado El origen evolutivo del beso, y publicado en la revista científica Evolutionary Anthropology, arroja luz sobre los posibles orígenes y cómo este comportamiento podría estar relacionado con prácticas ancestrales entre los primates. Y es que no siempre ha tenido el mismo significado ni ha sido interpretado de la misma manera a lo largo de la historia.
Adriano R. Lameira, autor del estudio, expone que, por ejemlo, los romanos distinguían entre tres tipos de besos: el osculum, un gesto social o familiar sin implicaciones románticas; el basium, que indicaba un lazo cercano entre familiares o amantes; y el savium, cargado de connotaciones sexuales. Esta diferenciación demuestra que, incluso en tiempos antiguos, cumplía múltiples funciones según el contexto.
Teorías de la evolución del beso
A lo largo del tiempo se han planteado diversas teorías sobre los orígenes del beso. Algunas hipótesis proponen que los labios humanos evolucionaron como un atractivo sexual o que el beso es una forma derivada de "olfatear" para inspeccionar socialmente a otros. Sin embargo, estas explicaciones han sido insuficientes para entender por qué el beso adquirió su forma y función actuales.
Otras teorías más prometedoras apuntan a la lactancia o la premasticación como posibles orígenes. Ambos comportamientos implican la protrusión de los labios y el movimiento de succión, dos características del beso. No obstante, estas hipótesis también tienen sus limitaciones, ya que el beso no tiene un propósito alimentario ni se da solo entre madres y bebés ni se explican cómo este acto podría haber evolucionado hacia tal y como lo conocemos.
Ahora bien, una pista para entender la cuestión proviene del comportamiento social de los grandes simios. Aunque el contacto boca a boca es poco frecuente entre ellos, se ha observado en contextos de reconciliación y consuelo tras conflictos, así como en saludos ocasionales. Sin embargo, este comportamiento no siempre implica sacar los labios, lo que dificulta establecer una conexión directa.
La hipótesis del "beso final del peluquero"
Según Lameira, el problema con muchas de estas hipótesis radica en que no se han centrado lo suficiente en la forma exacta del beso. Así, su propuesta plantea que el gesto podría haber evolucionado a partir del acicalamiento en los primates, una conducta que no solo cumple una función higiénica para limpiar parásitos y restos, sino también social.
En los humanos se redujo la necesidad de realizar esta práctica por motivos higiénicos, pero no necesariamente su función social. El experto sugiere que, a medida que los episodios de acicalamiento se hicieron más cortos, el acto final del acicalamiento -un toque con los labios salientes acompañado de un movimiento de succión para retirar un parásito- podría haber persistido como un gesto residual.
Este "beso final del peluquero" habría evolucionado para convertirse en un comportamiento con fines sociales y emocionales, perdiendo su función higiénica original. En este contexto, mantendría las características de protrusión de labios y movimiento de succión, pero ahora como un acto simbólico de afecto y vínculo.
Esta hipótesis conecta el beso humano con prácticas ancestrales y también ofrece una explicación evolutiva para su forma, contexto y función. Según esta idea, el beso boca a boca, con su connotación romántica o sexual, sería una evolución de un gesto más primitivo, aunque el autor asegura que se requiere más investigación para refutar la teoría.