La inmigración no baja los sueldos a los españoles: los extranjeros ganan un 30% menos porque hacen trabajos más precarios

Hay una creencia arraigada en algunos sectores de la sociedad que sostiene que la llegada de trabajadores extranjeros arrastra hacia abajo los sueldos de los españoles en una suerte de dumping salarial. El razonamiento viene a ser el siguiente. Como los inmigrantes están dispuestos a aceptar condiciones laborales peores por su situación de necesidad, el empresario lo aprovecha pagando un salario más bajo y obteniendo mano de obra barata.

Pues bien, la evidencia científica parece cuestionar esta afirmación, al menos en lo que se refiere al mercado de trabajo "formal" (lo opuesto a la economía sumergida). Así se refleja en un análisis de la literatura académica sobre economía y emigración elaborado por Raquel Carrasco, profesora en la Universidad Carlos III de Madrid e investigadora en Fedea, difundido recientemente. Las conclusiones de este estudio son especialmente relevantes, en un momento en el que la inmigración se ha convertido en la principal preocupación de los españoles, según refleja el CIS.

Los datos salariales que publica el INE señalan que un trabajador de nacionalidad española gana, de media, alrededor de un 30% más que uno extranjero nacido fuera de la UE. Sin embargo, al contrario de lo que pueda parecer, esta brecha se explica fundamentalmente por las características diferentes que tiene la población migrante respecto a la nativa.

Si tomamos a dos trabajadores con un perfil similar (misma ocupación, nivel de estudios, edad, experiencia, tamaño de empresa, contrato, jornada...), uno español y otro extranjero, veremos con gran probabilidad que la brecha salarial se reduce drásticamente. En concreto, los datos apuntan a que la diferencia cae hasta el 6%, casi 25 puntos porcentuales menos.

Las cifras apuntan a que la segregación laboral de los extranjeros, que tienden a trabajar con más frecuencia en sectores donde la precariedad es común, es la razón que hay detrás de esa gran brecha. No es que para un mismo puesto de trabajo se pague mucho peor a un extranjero que a un nacional, sino que los migrantes tienden a emplearse en oficios que están peor retribuidos que los que ocupan los españoles. Salvando las distancias, esto es algo parecido a lo que sucede con las mujeres respecto de los hombres.

Los microdatos de la Encuesta de Población Activa (EPA) recopilados por investigadores de Fedea y BBVA Research lo corroboran. El 50% de los trabajadores extranjeros o con doble nacionalidad se reparten en 15 ocupaciones, generalmente mal retribuidas. Hablamos de empleadas del hogar, camareros, limpiadores, dependientes, conductores profesionales, peones agrarios... En el caso de las mujeres, el 30% de las trabajadoras migrantes trabaja en tareas domésticas, hostelería o limpieza.

A diferencia de la población nativa, la ciudadanía migrante tiende a ser más joven (acumula menos experiencia), suele estar peor formada, sufre más temporalidad y parcialidad, trabaja en empresas más pequeñas y en el sector privado. Todos estos factores se acaban traduciendo en trabajos con peores condiciones y salarios más bajos.

Aun con todo, a iguales condiciones, todavía hay una pequeña brecha del 6% en la retribución que persiste. Una hipótesis es que esta diferencia se debe a lo que los economistas llaman 'salarios de reserva'. Esto es, en esencia, el sueldo mínimo que alguien considera suficiente para que valga la pena coger un trabajo. En el caso de los españoles, las redes familiares o la existencia de mejores oportunidades laborales pueden disuadir a los nativos de aceptar ciertos trabajos. En cambio, para los extranjeros, la necesidad puede ser más apremiante.

"No hay evidencia que permita sostener que la llegada de inmigrantes ha perjudicado las oportunidades de empleo de los nativos", concluye la investigadora Raquel Carrasco. La literatura económica que ha analizado la especialista señala que, tanto las cifras de permisos de trabajo, censos o la Encuesta de Población Activa (EPA) apuntan en esa dirección. Una conclusión similar a la que han llegado académicos de otros países, agrega.

Criminalidad y servicios públicos

Otras creencias arraigadas sobre la inmigración son que trae consigo más criminalidad y un uso mayor de los servicios públicos como la sanidad, que contribuye a su saturación. Respecto a lo primero, la revisión de literatura académica que ha elaborado Carrasco apunta a que, si bien las tasas de criminalidad entre la población migrante son algo más elevadas, la razón no se puede atribuir directamente a una mayor tendencia a la delincuencia entre la población extranjera. La realidad es que la mayor presencia de jóvenes con bajo nivel educativo entre los ciudadanos extranjeros (el grupo con más tasas de delincuencia) es el principal factor que explica los resultados.

Respecto a la sanidad, el análisis de Carrasco apunta a que el uso de los servicios públicos por parte de la población migrante es similar a la de los nativos. No hay evidencias que apunten a que visitan más al médico, pero sí tienen menos acceso a los especialistas y recurren a las urgencias con más frecuencia que los nacionales. De hecho, al ser una población más joven que la nativa, el impacto sobre la actividad sanitaria es mejor en su conjunto. No obstante, Carrasco concede que en zonas con mucha densidad migratoria, la llegada de población extranjera puede haber llevado a situaciones de congestión a corto plazo.

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