¿Barak Obama hubiera llegado a ser presidente de Estados Unidos de haber tenido redes sociales en su adolescencia? Él mismo lo ponía en duda. En plena campaña electoral, los más listos de la viralidad le hubieran ajusticiado con "se te ha caído esto", adjuntando rebuscadas capturas de la inconsciencia de la edad del pavo.
Son las consecuencias de la generación del zasca, donde todo se simplifica sin posibilidad de matices, donde lo fácil es extraer imágenes y textos de su contexto social para despojarlos de su significado hondo. Táctica perfecta para intentar convertir una vicisitud fruto de su momento en una arma de destrucción. O, mejor dicho, de distracción.
Los auto-convencidos de X/Twitter, TikTok o Whatsapp reducen la realidad a estribillos. Y siempre encontrarán una contradicción aparente para desacreditar a una persona. Pero, ojo, en la manera en la que uno rebate también puede delatarse a sí mismo.
Un buen termómetro de mediocridad es cuando alguien saca algún viejo 'tuit' con el objetivo de intentar dejar en evidencia a otra persona. Como si la vida no fuera crecer, de aprender, de adquirir sensibilidades. En definitiva, de ir madurando a golpe de experiencias. Lo preocupante son las ideas que no evolucionan, que se quedan paralizadas, incluso reducidas a clichés que impiden comprender las diversas tonalidades de cada circunstancia que hemos protagonizado de una u otra manera.
No falla, los policías de la ejemplariedad no cesan en escarbar en el baúl del pasado con las ansias de intentar contradecir. Da igual el presente, da igual los matices que conforman la profundidad de la honestidad. Somos justicieros de la celebración del zasca en una pretensión de cerciorarnos de que siempre llevamos la razón. Aunque, en realidad, los que utilizan esta práctica certifican más bien una sociedad pintada con brocha gorda, donde la trivialidad impide recordar que, a menudo, lo saludable es cambiar de opinión. Lo aterrador es la agresividad de intentar quedarse parapetado en la brevedad de un 'tuit' de hace diez años mientras el extenso mundo ya es otro, pues no ha parado de girar.