En España conocemos una gran lista de frutas tropicales que forman parte de nuestro día a día: mango, plátano, piña, aguacate, lima, papaya, etc. Sin embargo, hay otras que son grandes desconocidas para la mayoría, puesto que no se encuentran en los supermercados o fruterías habitualmente. Esto es lo que ocurre con el lichi.
Se trata de una fruta originaria de China, Malasia y Vietnam, pero se expandió a otros lugares donde se cultiva. Por ejemplo, hace años llegó a México y se puede encontrar principalmente en el estado de Sinaloa. Este producto es conocido por su cáscara rugosa no comestible. En su interior encontramos una pulpa jugosa, con una parecido considerable con la uva y un hueso negro con un buen tamaño. En cuanto a su sabor, es una mezcla perfecta entre el dulce y el ácido. Al igual que ocurre con este tipo de alimentos, ofrece una gran cantidad de beneficios para el organismo.
Los beneficios del lichi
El lichi es una fuente de vitaminas y minerales. Una de sus propiedades es que puede ayudar a combatir enfermedades debido a su alto contenido en vitamina C, un nutriente que fortalece el sistema inmune. Puede ser efectivo para prevenir algunas enfermedades respiratorias como, por ejemplo, la gripe. Además, es una fuente de vitamina B6, potasio, cobre, hierro, fibra, magnesio, manganeso y ácido fólico.
El potasio es fundamental para la transmisión y generación del impulso nervioso, pero también para la actividad muscular normal. Además, interviene en el equilibrio de agua tanto dentro como fuera de la célula. Por otro lado, el magnesio está relacionado con el funcionamiento del intestino, los músculos y los nervios. Y no solo eso, sino que también posee un efecto laxante.
Gracias a todos esto compuestos, esta fruta también es antioxidante y puede combatir el envejecimiento celular o prevenir otras enfermedades como, por ejemplo, las degenerativas o las crónicas. Está compuesta por flavonoides (kaempferol y quercitina), importantes para la salud del corazón.
Se puede comprar entre los meses de mayo a julio y se suelen comer principalmente frescas, aunque también es habitual congelarlas o deshidratarlas para hacer bebidas o postres. Su sabor tan característico hace que no sea necesario añadirle azúcar para disfrutarla.
