Los golpes de cabeza entre los futbolistas profesionales, tanto para rematar como por colisión, se han incrementado significativamente en los últimos 50 años, lo que puede conllevar en el futuro un incremento de enfermedades neurodegenerativas en este colectivo.
Son las conclusiones de un estudio del Clínic-IDIBAPS, publicado en la revista Lancet Neurology, que ha llevado a cabo la doctora Irina Martín-Izquierdo y ha liderado el jefe del grupo de investigación de neurofisiología clínica del IDIBAPS, Àlex Iranzo.
El estudio ha analizado 120 vídeos de partidos de 4 mundiales de fútbol en los últimos 50 años y ha comprobado un aumento significativo de impactos en la cabeza.
En la rueda de prensa celebrada este martes de presentación del estudio, Iranzo ha explicado que la investigación muestra que "los jugadores de fútbol tienen un número más aumentado de golpes de cabeza, lo que hace que tengan un posible mayor riesgo de sufrir a largo plazo enfermedades neurodegenerativas", como alzhéimer, párkinson o ELA.
La información de este estudio, ha añadido, puede servir para poder "tener un abanico de décadas para hacer una neuroprotección con medicamentos y otras actividades", para evitar que este colectivo de exprofesionales del fútbol, en principio con un mayor riesgo, desarrollen una enfermedad neurodegenerativa.
Enfermedades como párkinson o ELA
Iranzo ha aclarado que el fútbol en general es "bueno" para la salud y las relaciones sociales, aunque la contrapartida es que los futbolistas tienen lesiones.
La gran mayoría son en las piernas, si bien la cabeza no está exenta: el 15 % de las lesiones son por golpes en la cabeza y jugar 10 años al fútbol de forma profesional comporta un 50 % de riesgo de tener una conmoción cerebral (desorientación, amnesia o pérdida de conciencia).
El problema es que acumular goles en la cabeza y conmociones cerebrales pueden conllevar a largo plazo, en los 30 o 40 años siguientes, enfermedades neurodegenerativas, como alzhéimer, demencia, párkinson o ELA.
El estudio ha analizado 120 vídeos de partidos de 4 mundiales de fútbol en los últimos 50 años: el de Alemania de 1974, el de Italia de 1990, el de Alemania de 2006 y el de Qatar de 2022. "De forma estadísticamente significativa ha habido un aumento de los cabezazos", ha concluido Martín-Izquierdo.
Un incremento de más de 1.000 golpes
En este sentido, en medio siglo se ha pasado de 4.478 golpes de cabeza en 1974 y 1990, a los 5.355 golpes de 2006 y 2022, es decir, un incremento de más de 1.000 impactos, tanto en colisiones entre jugadores (entre cabezas o codazos) como cabezazos a la pelota.
En un 33 % de las colisiones analizadas se requirió atención médica y, en 5 ocasiones, los jugadores tuvieron que retirarse del campo; todos los casos fueron entre 2006 y 2022.
Iranzo ha achacado este aumento a que el deporte se ha vuelto "más competitivo, físico y agresivo", al tiempo que puede haber aumentado el juego aéreo.
El especialista ha explicado que, cuando hay conmociones cerebrales reiteradas, "mueren células y se acumulan proteínas nocivas, como la beta amiloide", que es fundamental en el desarrollo de enfermedades como el alzhéimer.
Más allá de casos conocidos como el ELA que sufre el exportero Juan Carlos Unzué, en España no se han hecho estudios epidemiológicos que cuantifiquen la incidencia de enfermedades neurodegenerativas en futbolistas profesionales en comparación con la población general.
En otros países sí los ha habido: un estudio escocés de 2019 estimó que un 3 % de los exfutbolistas de esa tierra de los años 60 había desarrollado enfermedades neurodegerativas y otra investigación sueca del 2023 lo calculó en el 9 % de sus exjugadores.
En este sentido, y según estos estudios previos, los futbolistas tendrían entre 1,5 y 3,5 veces más probabilidades de sufrir estas enfermedades a largo plazo, en el espacio de tres o cuatro décadas.
Medidas preventivas
En todo caso, Iranzo ha dicho que no hay motivos para ser "alarmistas" porque al final las cifras indican que la mayoría de futbolistas seguirán sin sufrir estas enfermedades, pero sí que ha propuesto medidas preventivas, como por ejemplo educar ya desde los inicios a los jugadores en que haya juego limpio, para al menos evitar los golpes deliberados.
También ha planteado que se podrían reducir el número de partidos de los profesionales, porque así se minimiza el riesgo y la cantidad de impactos.
Otra propuesta es aplicar lo que ya hacen otros países, como Reino Unido, Australia y Estados Unidos, donde no se les deja cabecear a los niños de menos de 12 años, teniendo en cuenta que su cerebro aún está en fase de maduración.