"Espere usted unos minutos"

Si nuestro admirado Mariano José de Larra levantase la cabeza seguramente se admiraría de las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías y borraría de su biografía la frase "vuelva usted mañana", que perpetúa las biografías. Las cosas han cambiado mucho, ahora por ejemplo todos tenemos teléfono móvil, nos movemos con el ordenador y disponemos de más medios para acercarnos a las ventanillas donde un empleado va a mirarnos con mala cara porque intuye que vamos a plantearle alguna cuestión urgente.

Ahora, como ya decía, todo es diferente: para resolver algún asunto, tanto da que sea oficial como bancario, basta con teclear un número del móvil, esperar a que se encienda una luz verde y, si no da pitidos de ocupado, que es lo más normal, nos contesta una voz, que le advertirá que su llamada será grabada para cortarse la comunicación o con un poco de suerte, no mucha, la misma vez le advertirá que "todos nuestros agentes están ocupados y, por favor que espere unos minutos". Uno aguanta con el teléfono en la oreja, a veces escuchando una música que ya fatiga por su repetición.

La espera, siempre si no se ha cortado ya, se prolonga varios minutos hasta que se para un instante la música y la voz ya conocida del comienzo interrumpe para decirte que "todos nuestros agentes siguen ocupados y siga esperando unos minutos", hasta que repetido tres o cuatro veces y los agentes siguen ocupados, han ido al baño o se han comido el desayuno, algo a lo que todos tienen derecho, de eso que no haya dudas, la comunicación se corta en seco. Habrán sido las líneas telefónicas, que también suelen fallar más que una escopeta de feria, uno repite la llamada y, si no se corta de nuevo, que es lo más probable, debe volver a escuchar que la llamada será grabada y que los agentes seguirán ocupados, claro…

Cuando Larra escribió el clásico "vuelva usted mañana", ya no tiene sentido. Mañana los agentes volverán a estar ocupados, las palabras que pronuncie serán grabadas, y la desesperación le dejarán tortura de cuello y ganas de recurrir a todas las palabras malsonantes de un diccionario que el gran poeta seguramente no se le han ocurrido por educación. La conclusión es que mañana no existe.

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