Dejando a un lado a las víctimas mortales y sus familiares, que merecen todo nuestro apoyo y respeto, una de las consecuencias más preocupantes de la DANA es el desprestigio que sufre la clase política, así como determinados discursos que corren por las redes, que nos arrastran a la antipolítica o al apoliticismo, esto es, al caos.
En el caso de nuestro drama del 29 de octubre pasado, Sánchez y Mazón son los principales señalados hasta el momento. Bien es cierto que en los últimos días se mira con lupa la actuación de algunos alcaldes de municipios afectados, que bastante tienen los pobres con lo que han vivido y con el complicado horizonte que tienen ante sí.
Sin duda hay que exigir responsabilidades, pero en su justa medida. Digo esto porque en mi opinión, una cosa es pedir dimisiones y otra bien distinta es gritar "asesinos" o "Sánchez y Mazón al paredón". Esto no tiene justificación alguna y es el caldo de cultivo idóneo del populismo.
Es lógico que a nuestros políticos les pidamos ejemplaridad, una cualidad que ‘se les presupone’, como el valor en los militares. Y que asuman responsabilidades cuando cometen errores. Pero me preocupa sobremanera este gusto que tenemos de poner ‘sambenitos’ y de condenar a la ‘muerte civil’ de antemano. El resultado de esta dinámica implica que ciudadanos que podrían plantearse el servicio a la comunidad a través de la política no lo hagan por el cainismo imperante.
Los partidos políticos, por su parte, deberían sacar lecciones de esta situación. Si hay indignación ciudadana, no es solo por la riada. Llevamos un tiempo de verdadera decadencia que puede ejemplificarse en el primer político de nuestro país, cuyos ‘cambios de opinión’ y ‘funambulismo’ para mantenerse en el poder desvirtúan el valor de la política. Así nos va.