Esta es la historia de cómo un crimen se transformó en fake news y dio pie a un concepto muy extendido en psicología social, el efecto espectador, también llamado efecto Genovese, al que quizá algún lector se haya enfrentado en su vida.
Se trata de un fenómeno psicológico que evalúa la respuesta social ante situaciones de emergencia. Desde presenciar una pelea callejera hasta un crimen. Tendemos a pensar que cuanta más gente asista a un suceso, más pronta y efectiva será la actuación. A fin de cuentas, parece lógico pensar que si hay más espectadores aumentaría el número de personas involucradas en pedir ayuda. Pero no es del todo así.
Un crimen ocurrido en los años 60 en Nueva York propició una marea de estudios psicológicos para tratar de comprender cómo reaccionamos ante la violencia ajena. Aquel asesinato se convirtió en uno de los episodios más notorios en psicología social, y ocurrió tal día como hoy de 1964.
La noche del 13 de marzo, Kitty Genovese volvía a casa tras un día de trabajo. La joven de 28 años estaba a punto de entrar en su domicilio cuando un hombre, Winston Moseley, la apuñaló en mitad de la calle. Los gritos de Kitty alarmaron al vecindario. Las luces de muchas viviendas se encendieron, y los curiosos asomaron su cabeza desde las ventanas.
El atacante, por temor a ser retenido, escapó. Pero unos minutos más tarde, al comprobar que nadie socorría a Kitty ni tampoco se apreciaban sirenas de policía, volvió. La atacó una segunda vez, la agredió sexualmente y le causó la muerte. Un lapso de tiempo de una media hora en el que, pese a haber sido visto por vecinos, consiguió cometer el crimen sin ser detenido. Solo después, presuntamente, la policía recibiría la primera llamada de auxilio de uno de los múltiples testigos. Días más tarde darían con el asesino. Resultó ser un necrófilo que ya había matado antes.
El New York Times publicó esa semana un artículo tajante, asegurando que hasta 38 personas vieron o escucharon el ataque y ninguno intervino, dejando morir a Kitty sola en el suelo. El impacto de aquella noticia conmocionó al país. La sociedad quedó sorprendida ante la impasibilidad de la gente, como si las grandes ciudades vivieran inmersas en apatía y alienación. Aquel episodio movió a los psicólogos John M. Darley y Bibb Latané a realizar estudios que pudieran explicar la conducta de grupo.
La percepción de responsabilidad parece descender en función del número de espectadores
Sus investigaciones revelaron que, si una sola persona presencia un acto similar, más del 80% trataría de ayudar. Si el número de testigos aumentase a dos, el porcentaje bajaría al 60%. Y en grupos más amplios, la cifra llegaría al 30%. La percepción de responsabilidad parece descender en función del número de espectadores. Se suele esperar a que otro tome la iniciativa, y entra en juego la influencia social: si los demás no actúan antes, se percibe como si no fuese necesario responsabilizarse. La ayuda se diluye.
Hoy día el efecto espectador o efecto Genovese se sigue estudiando en el campo de la psicología y sociología. Sin embargo, aunque este efecto exista, algo de aquel suceso que fomentó estas investigaciones resultó no ser del todo cierto. Años después se descubrió que aquel titular del New York Times había exagerado. Tal como refleja el documental de 2015 The Witness, en el que participa el hermano de Kitty, no pudo comprobarse que aquellos 38 testigos realmente vieran o escucharan todo el suceso. Tampoco se produjo una sola llamada a las autoridades, y Kitty no murió sola y abandonada, sino entre los brazos de una vecina.
Pero la historia de Kitty reflejó otra realidad. En aquella época las llamadas a emergencias estaban diversificadas. Los ciudadanos debían memorizar diversos números en función de la agencia necesitada, como bomberos, policía o ambulancias. Su caso se convirtió en un símbolo de la necesidad de mejorar el sistema, y se convirtió en catalizador para acelerar un cambio que evitase demoras y confusiones. Pocos años más tarde se implantó la famosa línea 911, que hoy unifica cualquier tipo de emergencia, por ejemplo, en EEUU, cuyo equivalente en muchos países europeos y extracomunitarios es el 112.
Pese a la incorrección de su cobertura periodística, este suceso propició estudios sociológicos que a su vez han servido para fomentar la solidaridad. A menudo, en grupos, la ayuda queda diluida, y por eso también es necesario reflejarlo, en aras de concienciar a la sociedad. Pese al efecto espectador, al final, gana la humanidad.