"Di qué ves. Dime qué ves, si hay algo. Un manantial, breve y fugaz, entre las manos". Así canta Vetusta Morla con Los días raros. Y rara fue la jornada en Bruselas porque hay muchos ojos mirando "si hay algo" en torno a Teresa Ribera para que no sea vicepresidenta de la Comisión Europea. El PP cree que su "desaparición" ante la DANA hace que no pueda dar el salto a la UE, y convenció a su grupo para, de momento, retrasar el visto bueno a la española. De hecho, en Génova -y de boca de Dolors Montserrat- ya ponen en duda su futuro judicial. Fue, por tanto, un día muy extraño en el Parlamento Europeo.
Este juego va de dudas, vetos y matemáticas. La realidad es que a nadie le salen las cuentas que quiere que le salgan. ¿Por qué? Porque los seis vicepresidentes de la Comisión se votan en bloque tras un acuerdo entre las principales familias. Esa votación ahora se retrasa, pero la clave está en los vetos cruzados. El ejemplo es sencillo: Teresa Ribera necesita los síes del PPE para pasar, pero es que Raffaele Fitto (el hombre de Meloni que los conservadores toman como suyo) tiene que tener los votos de los socialdemócratas. Si cae la primera porque el PP empuje hasta el final, los progresistas podrían hacer lo mismo con el italiano. Y con dos piezas en jaque, teniendo en cuenta las mayorías, se vendría abajo toda la Comisión Europea.
Esto obligaría a Ursula von der Leyen a reiniciar casi todo. Sí, Von der Leyen, del PPE. Es decir, que la alemana puede que acabe interviniendo para poner orden y de hecho ya estuvo el martes en la Eurocámara quizá preguntándose qué estaba pasando. Desde Génova entienden que esa fórmula de efecto dominó no tiene por qué ser así, pero la realidad es que si el agua llega al río solo les quedaría una vía para aprobar a la Comisión Europea, en el caso más extremo, que pasa por un acuerdo con los grupos de derecha radical. Esto es, los Patriotas de Orbán y Vox, los Soberanistas de AfD y los votos sueltos de los No Inscritos, entre los que se encuentra Alvise Pérez. Nadie quiere pasar por ahí.
La foto completa tiene muchos matices. El primero es en clave española, con Feijóo buscando la manera de desgastar a Ribera para controlar al menos el mensaje. Erosionar a la vicepresidenta es erosionar al Gobierno de Sánchez, errático en muchos puntos de la gestión de DANA, y liberar de presión al de Carlos Mazón, también con fallos relevantes a sus espaldas estas semanas. El segundo tiene que ver con la rivalidad entre Von der Leyen y el líder del PPE en la Eurocámara, Manfred Weber. No, el alemán no quiere ponerle las cosas fáciles a su paisana. Eso también cuenta.. El tercero: esto solo parece ser un aviso de cómo se va a desarrollar la legislatura, no tanto dentro de la Comisión como en el Parlamento Europeo. División total.
Un efecto dominó sin control
El PP quiere ir hasta el final para que Ribera caiga, aunque algunos de sus colegas europeos tengan dudas sobre si forzar tanto la máquina. Por lo pronto, Génova se anotó, dijeron, "un éxito político". Las cuentas que hacen para apretar ese botón no están del todo claras, porque la que mira desde la distancia con preocupación es una presidenta de la Comisión que creía tener todo atado y bien atado; pero el camino parece el contrario. Mientras, en el lado socialista empiezan a elevar la voz. Si cae Ribera, cae toda la Comisión Europea; mejor dicho, los socialdemócratas no tienen motivos para seguir formando parte de "la mayoría Von der Leyen".
Este Juego de Tronos en Bruselas dejó en un segundo plano el contenido del examen de una Ribera algo tímida, floja en algunos momentos... hasta con evasivas en ciertas preguntas. Pero eso pareció dar igual. Dolors Montserrat dejó caer que "la historia y quizá los jueces" dicten sentencia sobre el papel de Ribera ante la DANA y le pidió el compromiso de dimitir si se ve envuelta en un periplo judicial. Además, la tildó de "radical" y de ser "la principal enemiga" del campo europeo. Vox fue más allá y dijo que ella es "la responsable de lo ocurrido en Valencia" porque "conocía los riesgos y no hizo nada". La vicepresidenta, de nuevo tibia, respondió culpando implícitamente al Gobierno de Mazón de no hacer caso a las alertas. "En este caso la alerta era roja", recordó. Se tensó la partida que ya venía viciada de horas antes.
El resto del mundo no nos espera, porque no podemos permitirnos el lujo de quedarnos atrás ni de dejar a nadie atrás
Más allá de lo nacional, Ribera pidió defender "un mundo basado en reglas" en un escenario geopolítico volátil, hasta peligroso, en el que se haga frente al cambio climático liderando "la innovación en sectores clave". Para ello, el mercado interior es “un proyecto en curso en el que es imprescindible seguir avanzando” para reafirmar la autonomía estratégica. Ahí son claves, expresó, las transiciones ecológica y digital- "Queremos una economía que funcione y sabemos que las políticas de competencia nos ayudan a funcionar más y mejor", prosiguió, en otra de las ramas de sus quehaceres, la Competencia. "Actuando juntos podemos enfrentarnos a nuevos retos, no dejándonos chantajear con la energía", por ejemplo. Y lanzó un aviso: "El resto del mundo no nos espera, porque no podemos permitirnos el lujo de quedarnos atrás ni de dejar a nadie atrás".
Teresa Ribera se alineó también con la reducción de la burocracia para que la UE coja velocidad a nivel empresarial, pero eso tiene que pasar por la descarbonización y de un incentivo a las inversiones "para nuevos empleos y productos". Todos esos retos tienen que darse, sostuvo, de la mano del Parlamento Europeo y también con otros actores internacionales. Esos acuerdos con terceros países "tienen que reducir nuestras vulnerabilidades", expuso, porque solo de esa forma la UE será "competitiva". Cambiando de idioma en distintos momentos del examen, Ribera instó a velar “por la competencia interior” para asegurar la alta calidad de los bienes y servicios, con normas como la DSA y la DMA, ya aprobadas durante la pasada legislatura. "Europa debe relanzar su tejido industrial", y tiene que hacerlo "de acuerdo a los criterios medioambientales de buena gobernanza". No hay tiempo que perder, dejó caer.
Pero esperar tendrá que esperar ella, al menos de momento. Todo eso que contó apenas ocupó espacio entre tanto lío político. El contagio de la disputa nacional llegó de nuevo a Bruselas, con el PP y el PSOE chocando de frente y trasladando la crispación a un proceso que parecía que iba por el cauce normal y se ha girado en el último momento. La partida, el Juego de Tronos, no se sabe si tendrá ganador, pero la que no quiere perder es Ursula von der Leyen. El 1 de diciembre la máquina tiene que estar de nuevo funcionando.