Las revistas del corazón y los espacios dedicados habitualmente a los asuntos más ligeros que componen la crónica social se tiñen estos días, como no podría ser de otra manera, de luto.
La tragedia de Valencia, la DANA que arrasó tantas vidas y esperanzas, ocupa portadas y páginas que reflejan el dolor y la desolación de quienes todo lo han perdido y necesitan la ayuda y el consuelo que les arrope.
Los Reyes lo saben y, como en tantas otras ocasiones de desgracia, han querido conocer de cerca lo que allí se está viviendo y escuchar las quejas y peticiones de los damnificados.
En Paiporta la tensión acumulada se desbordó y ocurrió lo que nunca debía haber pasado. La comitiva integrada también por los presidentes del Gobierno y de la Generalitat fue recibida con gritos de protesta y bolas de barro. Pedro Sánchez opto por dar la vuelta y marcharse. Carlos Mazón se mantuvo al lado de los Reyes que aguantaron el barro, los gritos y las protestas.
Felipe VI, sin perder la calma, se mezcló con la multitud, escuchó, dialogó e intentó aplacar los ánimos de los más exaltados. La reina, visiblemente conmovida, no ocultaba las lagrimas mientras trataba de consolar a quienes se le acercaban.
Es una tragedia que todos compartimos. En los últimos tiempos la palabra fango ha venido enlodando con indeseable frecuencia el discurso político. El barro, el lodo, el fango, es lo que ahora llena las calles arrasadas. Sería deseable que las palabras no se banalizaran.