Cuando los presidentes de instituciones tan relevantes como el gobierno de la nación o el de una de las autonomías más importantes del país no se hablan quien lo acaba pagando es el ciudadano. Cuando los máximos representantes de España y de la Comunidad de Madrid no son capaces de mantener una entrevista oficial para exponer y discutir sus posiciones, por muy alejadas que estén, es que lo más esencial de la política está fallando.
Ha sido Isabel Díaz Ayuso quien ha rehusado acudir a la invitación de Pedro Sánchez para hablar de financiación y fiscalidad porque, según ella, sólo serviría para blanquear el pacto entre socialistas y republicanos que concede a Cataluña una suerte de concierto fiscal. Y también, porque el presidente se dedica a difamarla. El caso es que el resto de presidentes autonómicos del PP sí está yendo a Moncloa para decirle a Sánchez, cara a cara, exactamente eso mismo, que no está de acuerdo con ese singular reparto de los dineros que pretende, y discutírselo. Para eso deben servir estos encuentros. Y Núñez Feijóo, aunque “la entiende”, también ha dicho que él hubiera acudido.
El largo historial de afrentas, insultos y descalificaciones entre Díaz Ayuso y Sánchez se inició hace años y ha tenido a la presidenta madrileña como principal protagonista. Pero el enfrentamiento se ha agriado en los últimos meses alcanzando un arriesgado nivel personal. Desde el “me gusta la fruta”, convertido por Ayuso en slogan antisanchista, hasta el “delincuente confeso”, esgrimido por Sánchez contra la pareja de la presidenta, han sido demasiados los cuchillos lanzados y excesivo su filo.
Tanto Sánchez como Ayuso están viendo afectado su entorno personal y familiar por la batalla política pero no pueden reaccionar con la agresividad de un matón de colegio
Tanto Sánchez como Ayuso están viendo afectado su entorno personal y familiar por la batalla política pero no pueden reaccionar con la agresividad de un matón de colegio. La presidenta de todos los madrileños debe poder reunirse con el presidente de todos los españoles, sea o no de su agrado. La dignidad del cargo y de las instituciones transcienden a quien los ocupa y por muy polarizado y tensionado que esté el escenario político los ciudadanos nos merecemos que los políticos hagan su trabajo.