El Levante español es tierra de gota frías y danas, como vino a demostrarse de nuevo el pasado 29 de octubre. Pero ese tipo de sucesos no son exclusivos de las regiones españolas que se asoman al Mediterráneo. También en el interior ha habido grandes riadas. Madrid sabe lo que es que las aguas se salgan de su cauce y acaben provocando un desastre.
El Manzanares parece poco río. En la capital lo cruzan 33 puentes y desde todos ellos vemos un modesto curso de agua (que apenas era un hilo a finales del siglo XX). Quevedo escribió aquello de "Manzanares, Manzanares, arroyo aprendiz de río" y cuentan que en el XIX un diplomático alemán "elogió" al río diciendo que era "navegable en coche y a caballo". Y sin embargo, aunque ocasionalmente, ha sido protagonista de grandes crecidas.
Afluente por la derecha del Jarama, que a su vez es tributario del Tajo, el Manzanares discurre íntegramente por la Comunidad de Madrid. Nace en la sierra de Guadarrama y, tras pasar por la capital del Estado, desemboca en el río Jarama, a la altura de Rivas-Vaciamadrid. Son en total 92 modestos kilómetros.
Los embalses de Santillana y El Pardo regulan el caudal del Manzanares y en la capital cinco presas urbanas mantienen un nivel de agua estable todo el tiempo. Pero antes de que todo ese sistema funcionase, el río carecía de control y estaba abierto a la influencia cruda y desnuda de la climatología, vamos, de las lluvias que tuvieran lugar cuenca arriba.
De modo que sí, Madrid ha conocido riadas, pero nunca tan terribles como las de, por ejemplo, Valencia. En ocasiones, las aguas del Manzanares se han hecho bravas llevándose por delante puentes, como cuenta el blog Pasión por Madrid. El Puente de Toledo es heredero de tres puentes anteriores, que, en menos de un siglo, sucumbieron a las avenidas.
Puentes de madera y río sin encauzar
Consultando la hemeroteca, consta un primer episodio en abril de 1884. En esas fechas, la revista La ilustración española y americana se hacia eco de un gran riada y se lamentaba de que el Ayuntamiento no hubiese emprendido acciones para "regularizar y encauzar el curso" del Manzanares.
En 1906, otra crecida destruyó el Puente Verde de la Florida, una estructura de madera que se alzaba muy cerca del actual Puente de la Reina Victoria. También era de madera el puente de Garrido, que en 1910 se vino abajo por acción de las aguas.
Siete años después, otra vez. Esta vez el Manzanares arrasó con una pasarela peatonal que colgaba en las inmediaciones de la desaparecida Pradera del Corregidor, en la zona de San Antonio de la Florida. Esa pradera quedó inundada durante varios días.
En 1936, antes de que estallara la Guerra Civil, las embravecidas aguas del Manzanares cerca estuvieron de superar el límite del Puente de la República (el que hoy se llama Puente del Rey).
La Piscina La Isla estaba construida sobre una isla natural del río, aguas arriba del Puente del Rey, y quedó en nada cuando la riada del 5 de marzo de 1947. Sus piletas quedaron completamente anegadas y la isla sobre la que se levantaba el complejo deportivo sucumbió bajo las aguas. Los bomberos tuvieron que intervenir para rescatar, con tirolina, a varios empleados que habían quedado atrapados.
La sufrida M-30 madrileña
El Manzanares no sólo se ha llevado por delante puentes y piscinas, también ha inundado barrios. En la calle Antonio López aún queda quien recuerda las riadas de 1960, cuando el río se desbordó. Eso mismo volvió a pasar en 1966 y quienes peor lo pasaron fueron los vecinos de la Avenida del Manzanares, entre los puentes de Segovia y Toledo.
Aunque en 1995 funcionaban las presas urbanas y los embalses de Santillana y El Pardo, ese año hubo una tormenta que dejó caer tanta agua que el cauce del Manzares a su paso por Madrid no dio a basto. Fue el 24 de junio y las aguas inundaron la M-30 (no, aún no estaba soterrada). Varios vehículos quedaron atrapados y se hizo necesario el uso de botes y buzos para rescatar a sus ocupantes.
También en la M-30, en octubre de 2006, justo cuando se trabajaba en su soterramiento, las lluvias superaron el cauce, anegando la obra, maquinaria incluida. Dos años después, el exceso de agua del río acabó inundando uno de los flamantes túneles de la autopista de circunvalación de la capital. La última gran inundación es de agosto de 2019 por las intensas tormentas de ese verano (como muestra la foto de arriba).