Así es el barranco del Poyo, la 'rambla endorreica' que alcanzó cuatro veces el caudal del Ebro

En la mañana del pasado 29 de octubre, el Centro de Coordinación de Emergencia de la Generalitat valenciana recibió una alerta de la Confederación Hidrológica del Júcar por al aumento de caudal de la rambla del Poyo. Se había registrado ya un caudal de 264 metros cúbicos en Ribaroja. Sólo fue el principio.

Las repetidas tormentas que no dejaron de golpear el oeste de la provincia de Valencia durante la mañana y la tarde de aquel día hicieron que el barranco del Poyo alcanzara los 2.228,9 metros cúbicos por segundo. Ese caudal era cuatro veces el caudal normal del río Ebro.

Muchos han descrito lo ocurrido como un tsunami, pero un tsunami en un cauce, el de este barranco, que lo normal es que apenas lleve un hilo de agua. Y eso pese a que este curso de agua estacional tiene una extensión de 479 kilómetros cuadrados.

Una rambla que no desemboca en el mar

A la rambla o barranco del Poyo también la llaman barranco de Chiva, Torrente o Catarroja. Su cuenca se encuentra entre los ríos Turia y Júcar y la del barranco de Picasent. Su tramo final, de unos 43 kilómetros del cauce, acaba en la Albufera.

Sí, la rambla del Poyo no desemboca en el mar, porque es una cuenca endorreica, esto es, que fluye hacia el interior. De hecho, es una de las mayores manifestaciones de endorreísmo de la Comunidad Valenciana.

Su nacimiento es complejo, pero tiene lugar de manera genérica en la sierra de Chiva. El barranco de Torrente resulta de la unión en dicha población de la rambla de Cheste y el barranco de la Horteta. A su vez, la rambla de Cheste se forma en Cheste de la unión de los barrancos Grande, de la Cueva Morica y de Chiva. Al unirse antes de llegar a Cheste, los tres barrancos (el Grande, el Cueva Morica y el de Chiva) dan lugar a la rambla del Poyo como tal.

De modo que este barranco recoge las aguas de Cheste, Chiva y Ribaroja hasta que confluye con el barranco de l'Horta. Su curso atraviesa municipios como Picanya y Paiporta, y tiene una derivación que discurre por Quart de Poblet y hasta el Barranc de la Saleta, en Aldaya.

Las consecuencias de ocupar el cauce

El barranco de Torrente y la rambla del Poyo se conectaron mediante una pequeña acequia en el siglo XVIII. Por eso antiguamente las riadas del Poyo no afectaban a la zona de Picaña, Paiporta, Masanasa y Catarroja, ni incrementaban excesivamente el pico de crecida del barranco de Torrente. En 2004 se conectó también la parte baja del barranco de la Saleta a la rambla de Poyo realizando un canal paralelo a la carretera CV-33, aproximadamente un kilómetro antes del casco urbano de Aldaya.

Pero en este barranco abundan las obras de infraestructuras mal ideadas y peor construidas. Hay ocupaciones del cauce por doquier. Algunos barrancos han desaparecido y en su lugar hay huertos, industrias, edificaciones y hasta viviendas. Es decir, desde hace décadas hay actividad humana en mitad de un cauce que al menos cada cinco años va a registrar una gran crecida y por lo tanto inundaciones.

Algunos barrancos han desaparecido y en su lugar hay huertos, industrias y hasta viviendas

El problema de fondo, apuntan los expertos, es pues la ocupación del territorio y por eso lo ocurrido el 29 de octubre era un desastre anunciado. Un ejemplo es la pista de Silla, que corta la salida natural del curso del agua hacia la Albufera. Hizo de barrera y la consecuencia, vimos luego, fue la acumulación de coches en la calzada que sale de Valencia hacia l’Horta, donde se ubican los polígonos de todos los municipios.

Al cruzarse con la A-3 el cauce del barranco del Poyo es de 100 metros de ancho por cuatro, seis u ocho de alto. Una vez que supera la autovía de Madrid, el barranco del Poyo se estrecha hasta convertirse en poco más que una acequia.

A partir de esa autovía desaparece y entra en el Llano de Quart, para volver aparecer en Torrent, desde donde va encauzado hasta la Albufera. Pero el martes 29 en la desaparición natural del cauce en el Llano de Torrent, mil metros cúbicos por segundo de agua corrieron libres arruinándolo todo a su paso.

Obras y conexiones para evitar inundaciones

En 2016, en la rambla del Poyo se hicieron obras para ampliar la capacidad de evacuación de agua. De ese modo, en caso de fuertes precipitaciones lluvias, se podría evitar las inundaciones que sufren los municipios del entorno. La Confederación Hidrográfica del Júcar llevó a cabo obras de urgencia entre Aldaia y el barranco, a su paso por Torrent.

En aquel entonces se aprovechó la cuneta de la carretera autonómica CV-410 (ronda Oeste de Aldaia), como colector de las aguas de la cuenca al oeste de esta vía y alivio de una porción del caudal proveniente del barranco de la Saleta. De eso modo se impediría su llegada a los núcleos urbanos de Aldaia, Alaquàs y Torrent. Esa canalización desagua en el Barranc de Torrent.

Pero todo ello sirvió de poco ante una cantidad desmesurada (impensable) de agua como la que llevó la rambla del Poyo el pasado 29 de octubre. Porque las lluvias torrenciales que se dieron alcanzaron la intensidad de las de un huracán.

En la rambla del Poyo el máximo aforo que se había medido fue de 1.200 metros cúbicos en septiembre de 1989. El martes se superaron los 1.800 m3, un caudal que, estadísticamente, sólo debía alcanzarse cada 500 años.

Superadas todas las previsiones

En Chiva, en la cabecera de la rambla, se registraron más de 600 litros por metro cuadrado en apenas cuatro horas. Según Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, eso equivale a 45 litros por minuto, la intensidad de un ciclón tropical.

Ese caudal superaba todas las previsiones apuntadas en el Plan de acción territorial del riesgo de inundación de la Comunitat Valenciana (Patricova). Todo esa ingente cantidad de agua desbordó el barranco del Poyo y acabó arrasando poblaciones como Paiporta, Picanya, Sedaví, Alfafar, Massanassa y Catarroja.

"En el mapa de peligrosidad de 1996, antes de los estudios para el Patricova, ya lo teníamos detectado. Es un barranco típico de crecida relámpago", explica Félix Francés, catedrático de la Universitat Politècnica de Valencia y director del Instituto Universitario de Investigación de Ingeniería de Agua y Medio Ambiente.

Efectivamente, un plan de gestión de riesgos de 2007 ya apuntaba que los daños potenciales serían urbanos e industriales. Hasta se incluía al aeropuerto de Manises.

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