Un año del cruento atentado que desembocó en la destrucción de Gaza y el incendio de Oriente Próximo

Cuando el 8 de octubre de 2023 el primer ministro israelí ordenó el inicio de la ofensiva sobre la Franja de Gaza ya sabía lo que venía detrás. "Nos encaminamos hacia una guerra larga y agotadora", dijo Benjamin Netanyahu un día después del atentado del grupo islamista Hamás que sacudió a la sociedad israelí con la matanza de más de 1.200 personas y el secuestro de otras 250. Ahora, un año después, aquellas palabras resuenan con más fuerza todavía. 'Larga' porque se ha convertido en el conflicto armado ininterrumpido más duradero en la historia de Israel. Sin embargo, 'agotadora' se quedaría corta para definir la situación humanitaria provocada por los ataques israelíes sobre Gaza, donde el Ejército del Estado hebreo ha acabado con la vida de cerca de 42.000 palestinos en apenas 12 meses de ocupación de la Franja.

El conflicto palestino-israelí se ha convertido desde hace ya más de 75 años en un castillo de naipes que cada cierto tiempo desploma, interrumpiendo una falsa sensación de calma. En Cisjordania ha ocurrido con la aparición de grupos armados, las constantes redadas israelíes y los asentamientos ilegales de colonos. Mientras que en Gaza cada año se produce casi de forma habitual el lanzamiento de cohetes contra Israel y su respectiva réplica por parte del Estado hebreo; con etapas de mayor intensidad y brutalidad como ocurrió en 2014. La que comenzó el 7 de octubre con las crueles acciones de Hamás ha desembocado en una espiral sin precedentes que ya ha traspasado las fronteras del enclave palestino y amenaza con una guerra regional.

Aquel día de octubre los israelíes festejaban la Simjat Torá que se celebra el último día de la festividad judía del Sucot, cuando miles de milicianos de Hamás, junto con miembros de la Yihad Islámica Palestina, cruzaron la frontera de la Franja de Gaza con vehículos y motos dando comienzo a lo que llamaron Operación Inundación de Al-Aqsa. Armados con fusiles de asalto comenzaron una matanza en vecindarios, acuartelamientos militares y hasta un festival de música. A los ataques le siguieron los secuestros de militares y civiles, incluidos niños, que rápidamente llevaron a la Franja de Gaza para esconderlos, dejando imágenes que todavía colean en una sociedad, la israelí, que sentía por primera vez como el mito de su seguridad se hacía añicos.

La estupefacción inicial se convirtió rápidamente en una declaración de guerra formal. La desunión política de los últimos años desapareció por un instante y toda la clase política y la ciudadanía clamó una respuesta y el regreso de los rehenes. Los bombardeos israelíes empezaron a caer esa misma noche en Gaza en la Operación Espadas de Hierro. Dos días después Israel ordenó un "asedio total". "Ya no habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible, todo estará cerrado. Estamos luchando contra animales y estamos actuando en consecuencia", llegó a decir el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant. En 48 horas casi 2.000 palestinos ya habían muerto por los ataques en lo que Netanyahu advirtió que sería "solo el principio".

El 26 de octubre entrarían los primeros blindados israelíes en Gaza y el 27 empezaría la operación terrestre que todavía continúa. Israel ha dividido en dos el enclave y controla la práctica totalidad de la costa, las fronteras con Israel y el corredor Filadelfia que separaba Gaza de Egipto y donde se encontraba la única salida de Gaza: el paso de Rafah. El Ejército israelí controla la Franja, que se encuentra irreconocible un año después. Lo ha hecho alegando que hay miles de milicianos que operan allí, aunque en el camino por combatir con el grupo islamista se ha acabado con la vida de más civiles que miembros de Hamás. La comunidad internacional ha denunciado que el derecho a la defensa no puede ser excusa para cumplir el derecho internacional, que impide atacar lugares protegidos sin pruebas previas.

Un alto el fuego eventual y el fracaso de la diplomacia

Los apoyos sin ambages a Israel se han traducido con el paso de los meses en cautela por la situación que poco a poco se iba generando en Gaza. Los intentos de la ONU de frenar la escalada del conflicto se ha topado con un Consejo de Seguridad dividido en el que Estados Unidos, Rusia y China vetaban diversas resoluciones en función de cómo afectaba o beneficiaba a sus aliados. Pronto Catar, Egipto y EEUU se pusieron al mando de una negociación entre Israel y Hamás que pudiera liberar a los rehenes israelíes y permitir pausas humanitarias.

El 24 de noviembre comenzaría el primer y único acuerdo de alto el fuego. En él se pactó el intercambio de rehenes por prisioneros palestinos en cárceles israelíes, así como la entrada a mayor escala de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, bloqueada por Israel para forzar la rendición de Hamás y la presión sobre el grupo de la población gazatí. Aunque cada día se revisaba la situación para prorrogar un día más el acuerdo, la tregua duraría hasta el 30 de noviembre, un periodo en el que se liberarían 105 rehenes de Hamás (81 israelíes, 23 tailandeses y un filipino) a cambio de 240 presos palestinos (107 niños y 133 mujeres), de los que tres cuartas partes estaban en la cárcel sin condena.

Estos liberado, junto con los realizados por otros países o tras operaciones israelíes, aumentan la cifra de rehenes que han salido de gaza con o sin vida hasta la 154. Todavía quedan escondidos en los túneles de Hamás en la Franja un total de 101 secuestrados, aunque se estima que la mitad de ellos estarían muertos. Algunos fruto de ataques aéreos israelíes y otros ejecutados por el propio grupo islamista.

A lo largo de este tiempo se ha vuelto a intentar pactar un alto el fuego, pero se ha topado con una negativa constante. Los mediadores han intentado sin éxito conseguir una tregua. El plan más reciente y que lleva discutiéndose varios meses es el propuesto por el presidente estadounidense Joe Biden. Pese a que en un primer momento Hamás parecía dispuesto a aplicarlo, lo cierto es que no se ha conseguido llevar a cabo. Ambos contendientes se acusan de añadir modificaciones que hacen imposible su aplicación. El último escollo ha sido la negativa de Netanyahu a sacar a los soldados del enclave y abandonar la ocupación del corredor Filadelfia, al considerar que si se retiran de ahí volverá a producirse contrabando que acabará en manos de Hamás.

Las negociaciones están ahora en un punto muerto y el aval sin condiciones de algunos aliados de Israel ha dado paso a cierta crítica. El caso más claro ha sido el propio Estados Unidos, que insiste en el derecho a la defensa, pero su mandatario considera que el primer ministro israelí no está haciendo los suficiente para acabar con la guerra. Biden ha llegado a afirmar que Netanyahu está prolongando la guerra en Gaza por motivos políticos para mantenerse en el poder. Mientras tanto, los bombardeos siguen y empeoran a diario una situación humanitaria ya de por si deteriorada.

Cifras de una crisis humanitaria sin precedentes

La ofensiva sobre Gaza está provocando una situación insostenible en la región. Cerca de 42.000 palestinos han muerto y más de 96.000 han resultado heridos a consecuencia de los bombardeos e incursiones del Ejército hebreo, según el Ministerio de Sanidad gazatí, controlado por Hamás. Gaza ha perdido un 2% de su población en este conflicto y según la ONG Oxfam, las "cifras más conservadoras" apunta a que entre las víctimas hay al menos 11.000 menores.

Además, las redadas en Cisjordania se han intensificado en este año y la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas cifra ya en 609 los palestinos muertos en estas batidas que Israel realiza bajo la justificación de encontrar a miembros de Hamás. Por otro lado, el Ejército de Israel afirma que en estos doce meses de guerra en Gaza han muerto en trono a 600 soldados israelíes y que ha acabado con la vida de más de 15.000 miembros de la organización islamista.

Del total de 2,2 millones de habitantes de gaza el 90% de su población se ha visto obligada a desplazarse de sus hogares en algún momento. Parte de los 1,9 millones de desplazados han tenido que hacerlo varias veces por el asedio israelí incluso en los campos de refugiados que se iban creando. El enclave ha visto como se ha producido una destrucción generalizada de las viviendas, el colapso de los hospitales, el brote de epidemias, la amenaza de la hambruna y la escasez de agua potable, medicinas y electricidad.

Según el último informe de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), el 96% de la población de la Franja sufre un nivel alto de inseguridad alimentaria aguda y más del 20% pasa días enteros sin comer. Asimismo, el Centro de Satélites de Naciones Unidas apunta que el 66% de los edificios de Gaza han quedado dañados o destruidos, entre ellos importantes puntos de suministro de agua potable para la población.

Con todo, un total de 100.000 israelíes han tenido también que desplazarse. Algunos de las comunidades cercanas a Gaza; aunque la mayoría ha sido la que vivía en la región fronteriza con Líbano en el norte del país, ya que la vida en esa zona se ha hecho insostenible por el constante bombardeo de Hezbolá desde Líbano. Y es que la guerra contra Hamás no circunscribe únicamente a Gaza.

Líbano e Irán, el nuevo frente de una guerra total

Aunque lo crudo del conflicto se ha centrado en la Franja, lo cierto es que prácticamente desde el principio la guerra ha cruzado las fronteras de Israel y Palestina. Cuando la ofensiva israelí comenzó en Gaza, la milicia del partido chií libanés Hezbolá empezó a lanzar proyectiles contra el norte de Israel. El objetivo era crear otro frente para obligar al Ejército israelí a diversificar sus esfuerzos militares. Al tiempo, los rebeldes hutíes de Yemen bombardeaban los barcos israelíes y de sus aliados que pasaban por el mar Rojo y lanzaban ataques aéreos que cruzaban toda la península arábiga.

En estos meses Israel no ha dudado en responder. Y lo ha hecho no solo contra estos grupos, sino también contra aquellos que consideraba que estaban de parte de Hamás o Hezbolá. De hecho, un bombardeo contra la capital siria en abril mató a varias personas en el consulado iraní, incluidos miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica. Aquello provocó el enfado de Teherán, que respondió con un ataque controlado contra el territorio israelí, el primero directo contra Israel desde el triunfo de la Revolución Islámica de los ayatolás en 1979. Aunque días después Israel respondido con el lanzamiento de vehículos aéreos no tripulados contra Irán, el cruce de ataques quedó ahí. O eso se creía entonces.

Las tensiones entre Hezbolá y Tel Aviv terminaron de estallar cuando una oleada de explosiones atribuida al Mossad (el servicio de inteligencia israelí) en miles de aparatos de comunicación de militantes de Hezbolá acabaron con la vida de más de 40 de ellos, hirieron a otros 3.000 y sembraron el caos en el grupo. Esto vino acompañado de una serie de bombardeos dirigidos contra comandantes de la formación, que terminó por descabezar la cúpula con la muerte del líder militar y espiritual de la milicia libanesa, Hasán Nasralá. Los ataques aéreos de Israel se intensificaron y terminaron en la invasión el pasado martes del sur del Líbano, una región controlada por el grupo islamista.

Con la operación Flechas del Norte Israel cumplía la promesa que había hecho de entrar en Líbano si Hezbolá seguía atacándolos. El Gobierno de Netanyahu aseguró que se trata de una invasión "limitada y localizada" donde las tropas avanzan mediante "intensos combates" hasta el río Litani. La respuesta no se hizo esperar y el régimen iraní lanzo pocas horas después un ataque masivo con misiles balísticos. "En respuesta al martirio de Haniye [líder de Hamás], Hasán Nasralá [líder de Hezbolá] y del mártir Nilfroushan [asesor militar iraní en Líbano], hemos atacado el corazón de los territorios ocupados", reivindicó en comunicado la Guardia Revolucionaria Islámica.

El primer ministro israelí insiste a sus ciudadanos en que el Estado hebreo está "en medio de una campaña contra el eje del mal de Irán", en relación al llamado Eje de la Resistencia que componen Irán, Siria, Hutíes de Yemen, Hamás, facciones proiraníes iraquíes y Hezbolá. Para defender a Israel el presidente de Estados Unidos ha ordenado a su Ejército que ayude a derribar los misiles en caso de que Irán vuelva a atacar.

El drama humanitario en Gaza provocado por Israel es ya solo una parte de un conflicto que sigue creciendo. Los avisos para que la guerra no escalara a nivel regional han caído en saco roto y con cada acción, bombardeo o combate terrestres aumenta el temor a que el conflicto en Oriente Medio desemboque en una guerra todavía mayor, donde potencia occidentales entren en una contienda cada vez más difícil de parar.

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