"Abro cuenta oficial en X. Gracias a los seguidores". Álvaro Pombo llega a X como aquel que entra en una discoteca cuando se encienden las luces blancas del techo y se ven todos los desconchones de las paredes.
Porque X, hasta en su nombre, se parece demasiado a un antro a altas horas de la madrugada. Con su moqueta chorreando restos de ambición desmedida. Con su gentes gritando fuera de sí para poder ser escuchadas. Aunque nadie esté escuchando demasiado a nadie.
Una discoteque en la que al principio todo el mundo se sentía que estaba a la moda y, ahora, en cambio, trata mejor a unos u otros, según los mocasines que lleven puestos.
Toca buscar otros garitos donde poder encontrarse con la tribu sin sentirte excluido. O silenciado. Y la estampida ha comenzado hacia Blue Sky, que se percibe como un buen refugio lejos de los algoritmos que ha implantado Elon Musk para que sus vehemencias alumbren nuestro camino. Porque, a diferencia de X, en Blue Sky solamente se ve lo que sigues en su orden de aparición cronológico. Como en los comienzos de Twitter. No hay, de momento, más truco. No se promociona con más fuerza al que más bulla levanta o más 'me gusta' congrega en tiempo récord. Incluso se pueden desvincular "citas" que realicen sobre tus publicaciones otros usuarios. Perfecto para evitar exposiciones públicas que buscan la gresca. O, directamente, la humillación pública.
El cielo azul convence porque remite a la igualdad de condiciones que nos hicieron creer en los inicios de las redes sociales. Lo hace con un diseño que recuerda mucho al Twitter de antaño. En vez de un pajarito piando, aquí una mariposa emprende su vuelo. No es una imitación, es que Blue Sky nació dentro del propio Twitter para indagar en redes descentralizadas en las que los usuarios tuvieran el control de aquello que comparten. De ahí que en Blue Sky aparezca la opción de poder elegir un servidor propio donde alojar los micropost que cada uno publica. No obstante, la mayoría de los usuarios usan el de la propia aplicación. Por eso, los nombres de sus perfiles llevan el apellido de bsky.social.
Aunque a Elon Musk no parece importarle la fuga de clientela a este nuevo punto de encuentro. Incluso es probable que celebre la marcha a lugares menos visibles de aquellos que le rebaten. Por suerte, ha llegado a X, ahora, a última hora, Álvaro Pombo con su Premio Cebantes. La literatura ocupando espacios es de lo poco que puede destilar el garrafón con el que nos embriagan los algoritmos programados para que el mareo gane a la inteligencia.