Respirar es algo que hacemos sin pensar; es un acto reflejo. Tal vez por ello nos acordamos poco de nuestros pulmones, salvo que fumemos o tengamos un trabajo que nos exija tomar medidas al respirar. Sin embargo, los pulmones son el órgano del cuerpo con mayor contacto con el exterior. Hay que cuidarlos más.
Al estar tanto en contacto con el exterior, los pulmones son un órgano sensible no sólo a los cambios de temperatura o al humo del tabaco, sino también a virus, bacterias, hongos, infecciones, contaminación ambiental, partículas que inhalamos, alimentos que consumimos y hasta al estado de ánimo.
Por supuesto que lo primero que podemos hacer para mimar nuestros pulmones es, además de respirar un aire limpio, no fumar. Los cigarrillos son uno de los agentes causantes de las enfermedades pulmonares. Se ha visto que diez años después de dejar de fumar, el riesgo de morir de cáncer de pulmón se reduce a la mitad.
Al hablar de salud pulmonar nos referimos a la prevención y manejo de las enfermedades pulmonares, como la bronquitis, el asma o cualquier inflamación en los pulmones o vías respiratorias. Sabemos lo evidente, pero hay hábitos corrientes que pueden dañar nuestros pulmones, como estos cinco.
Beber poco agua
Tomar agua es tan beneficioso para la salud pulmonar como para el resto del cuerpo. Beber mucha agua durante el día ayuda a que las mucosas pulmonares se mantengan delgadas, según Rush University Medical Center. Beber y no cualquier cosa, sino agua. No hablamos de alcohol y tampoco de refrescos, que además nos ayudarán a engordar y la obesidad puede hacer que te cueste trabajo respirar.
Falta de limpieza en casa y en el trabajo
Si no limpiamos bien el hogar o el lugar de trabajo, el desorden nos lleva convivir con el polvo, que puede ser dañino para los pulmones. La nariz filtra la mayoría de partículas de polvo son filtradas por la nariz, pero aquellas que pasan se acumulan en los tejidos pulmonares, lo que podría causar lesiones. "Las partículas de polvo y los macrófagos que contienen polvo se juntan en los tejidos pulmonares y provocan lesiones", asegura el Canadian Centre for Occupational Health and Safety.
También hay que tener cuidado con el moho, que puede irritar ojos, piel, nariz, garganta y pulmones. Tocar o inhalar el moho puede causar reacciones alérgicas o crisis de asma en personas sensibles. Por eso hay que controlar la humedad de los espacios, de casa o del trabajo, y ventilarlos adecuadamente.
Comer mal
Incluir en la dieta los nutrientes adecuados puede favorecer la respiración y, en algunos casos, minimizar los síntomas del asma, asegura la American Lung Association. De entrada hay que evitar alimentos altos en grasa, para no fomentar la obesidad, perjudicial por tantas cosas y que puede dificultar el acto de inhalar y exhalar aire.
Para cuidar nuestros pulmones, alimentos con vitamina D (fortalece el sistema inmunitario y reduce la inflamación), además de zumo de naranja y huevos. Conviene hacer acopio de vitamina E, que proporciona tocoferol, un compuesto que ayuda a disminuir algunos síntomas del asma. Tenemos de esta vitamina en avellanas, almendras, semillas, brócoli y acelgas.
Falta de actividad física
Realizar actividad física no solo ayuda a tener un buen estado de salud en general sino también a que los pulmones transporten más oxígeno. El ejercicio, al mejorar la condición física, hace que el cuerpo sea más eficiente para llevar oxígeno al torrente sanguíneo y transportarlo a los músculos que lo necesitan, explica la Asociación Americana del Pulmón. De ese modo, los pulmones proporcionan energía y eliminan mayor concentración de dióxido de carbono del organismo.
Además, al hacer ejercicio alejamos la posibilidad de caer en el sobrepeso. Se ha visto que la obesidad interfiere de manera importante en la función respiratoria al reducir el volumen pulmonar, particularmente el volumen de reserva respiratoria y la capacidad residual funcional.
No protegerse del clima
Es tal vez el factor más obvio y que más tenemos en cuenta. Exponerse a las bajas temperaturas o a la lluvia puede acabar en un catarro, una gripe o un virus. Ante el frío hay que abrigarse y tomar vitamina C, mejor directamente de los alimentos que la contienen.