Estados Unidos vota en unas elecciones marcadas por una campaña histórica que ahonda en la división del país

Las calabazas de Halloween y los carteles de 'truco o trato' han dado paso este martes a los de 'Vote Here'. Todo está preparado ya en los colegios electorales de Estados Unidos para que empiecen a llegar los millones de votantes que pondrán el broche final a unas elecciones que tendrán un espacio señalado en los libros de historia. No solo por el empate técnico que arrojan las encuestas y que auguran un recuento plagado de incertidumbre, sino también por el camino de ambos candidatos para conseguir estampar su nombre en la papeleta. En una campaña electoral que ha estado marcada por el intento de asesinato contra el republicano Donald Trump y la renuncia de Joe Biden forzada por su propio partido en favor de su número dos, la vicepresidenta y actual candidata del Partido Demócrata: Kamala Harris.

Más de 240 millones de personas (75 millones ya lo han hecho de manera adelantada) están llamados a decidir este 5 de noviembre quién ocupará los próximos cuatro años la Casa Blanca, además de escoger la Cámara de Representantes y una tercera parte del Senado. Aunque en este momento la cámara baja está en manos de los republicanos y la alta de los demócratas, en estas elecciones podría producirse un vuelco. Algo que, por otro lado, repetiría la situación actual, con un congreso dividido que ralentice y dificulte las políticas del Ejecutivo que salga de estos comicios.

La forma de elegir al presidente y las cámaras legislativas en EEUU nada tienen que ver con el sistema proporcional español. Los ciudadanos estadounidense eligen en sus estados a electores que serán después los encargados de escoger a la jefe del Estado junto con sus vicepresidentes; que en el caso de Harris será el gobernador Tim Walz y en el de Trump el senador J. D. Vance. Para que un candidato pueda ganar necesita llegar a la mayoría de 270 votos de un total de 538. El sistema estadounidense es conocido como winner takes it all, que significa que el candidato que gane en un estado se lleva todos los asientos en juego en ese territorio, independientemente de que la victoria sea por un único voto. A excepción de los territorios de Nebraska y Maine.

Aunque se vota en los 50 estados que componen el país, lo cierto es que en la mayoría los sondeos arrojan un resultado bastante claro. Es por eso que hay siete estados a los que habrá que prestar especial atención: los swing states o estados bisagra. Estos lugares son conocidos por ese nombre al no tener históricamente una tendencia clara de voto y donde tanto los republicanos como los demócratas pueden ganar. Los estados pueden cambiar de una elección a otra y en las de este martes los territorios clave serán Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Míchigan, Arizona, Wisconsin y Nevada.

Entre todos estos estados hay uno en el que la victoria se ha convertido prácticamente en necesaria para seguir teniendo aspiraciones de ganar las elecciones: Pensilvania, el estado que más votos electorales reparte, con un tal de 19. Si no hay sorpresas, con que uno de los candidatos consiga Pensilvania y otros estados bisagra en los que apoyarse el resultado estará casi decidido. En el caso del Partido Demócrata podrían ser lugares como Michigan y Wisconsin, mientras que el lado republicano se podrá apoyar en Georgia y Carolina del Norte.

Una campaña para la historia

La carrera electoral empezó hace un año de una manera muy diferente a como ha acabado. Pese a que las primarias republicanas y demócratas sí siguieron el guion establecido, aprobando la candidatura de Trump y Biden respectivamente, el debate televisivo entre ambos lo cambió todo. La imagen mostrada por el actual presidente, con titubeos y olvidos en directo, pusieron en alerta al Partido Demócrata. Las dudas sobre sus capacidades físicas y mentales (que han sobrevolado toda la legislatura) pasaron de ser un meme de redes sociales a una cuestión que dividía a sus propios acólitos. Tras varias semanas de presiones en el seno del partido y la pérdida de donantes, finalmente renunció a ser el candidato en favor de su número dos.

La llegada de Harris insufló de optimismo al votante demócrata y consiguió dar la vuelta a las encuestas, algo que parecía insólito. Pese a ello, la campaña se le ha hecho larga a Harris y el día de las elecciones llega con un Donald Trump en claro ascenso. Y es que aunque la candidata demócrata continúa por delante en algunas encuestas a nivel nacional, Trump se ha colocado por delante en cinco de los siete estados bisagra, incluido Pensilvania.

La media nacional de encuestas de RealClearPolitics colocaba este domingo a Harris y a Trump con un 48,4% para el republicano frente a un 48,1% para la demócrata. En los estados en disputa, Trump mantiene su ventaja en Arizona, Nevada, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia, mientras que Harris gana en Wisconsin y Michigan. Solo Arizona y Georgia parecen claramente inclinados a Trump. Por otro lado, el sondeo del The New York Times y el agregador FiveThirtyEight ponen a Harris ligeramente por delante de Trump en Michigan y Wisconsin y empatada en Pensilvania.

No obstante, el margen de error que arroja cualquier encuesta hace que la diferencia entre ambos candidatos se considere por los analistas como un empate técnico. Es por eso que será clave el nivel de participación. Cualquier bolsa de votos que en otro momento hubiera sido irrelevante en términos electorales puede ser esencial. Así como cualquier tema puede influir en que una comunidad decida votar o no a un candidato. Desde atraer a los árabes de Michigan (como hizo Harris este domingo hablando sobre el conflicto en Gaza) hasta movilizar a los afroamericanos de Georgia o los latinos de Arizona, Nevada o Pensilvania.

Los resultados comenzarán a conocerse en la madrugada del miércoles en España. Aunque existe la posibilidad de que no se sepa quién será el ganador de manera inmediata, ya que lo ajustado del los resultados podría demorar días, sino semanas, la decisión final. Además de existir la posibilidad de que se solicite un recuento en un estado al no estar de acuerdo con el resultado.

Pase lo que pase este martes no será hasta enero cuando un nuevo inquilino se sentará en el Despacho Oval. Sea Harris o Trump, el nuevo mandatario tendrá que lidiar, inevitablemente, con una sociedad polarizada y un mundo que mirará con escepticismo sus primeros pasos.

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