El setenta y cuatro por ciento de los españoles podemos pensar y discrepar como nos parezca, que para eso hay democracia y libertad, pero coincidimos en sentirnos orgullosos de compartir ser españoles. Lo leí en una encuesta la semana pasada, unas horas antes de los actos conmemorativos del día de la Hispanidad. La lluvia otoñal les restó brillantez, pero los participantes y asistentes lo soportaron con dignidad, ratificando la realidad del sondeo.
Sin embargo, por lo que se concluye, aproximadamente un cuarto de habitantes de nuestro país no comparte el sentir de su aplastante mayoría de convecinos: quieren otro territorio para vivir y entenderse en otro idioma, aunque se les limite moverse por el resto del territorio y renuncien a entenderse con los millones de hablantes de castellano. Pero ese es un asunto de cada cual. Todos podemos optar entre los miles de idiomas que existen.
Su ambición es trocear el país y dejarlo fracturado con conflictos fronterizos incluidos. Bueno, desde la utopía se ve difícil que por muchas cosas en común que compartan se entiendan hablando catalán y euskera. Sin auxilio del castellano que odian, no será cómodo ni eficaz. Pero ese es, o sería, su problema si un día viesen cumplidos sus deseos.
De partida, este asunto ofrece una curiosa paradoja: resulta que el setenta y cuatro por ciento de los españoles que nos sentimos orgullosos de serlo tenemos nuestro futuro en manos de los que aspiran a independizarse, algunos incluso no han condenado la violencia y los tiros en la nuca. El entramado que sustenta al poder Ejecutivo está en manos de cinco partidos independentistas y dos o tres dialectales que aspiran a ser también idiomas oficiales.
Resulta difícil imaginar que esta paradoja política se esfuerce por conseguir que todo funcione con normalidad, que lo que la mayoría quiere y necesite sea debidamente atendido y cuidado. Está comenzando un nuevo curso de la legislatura y el guirigay que se escucha demuestra claramente que cada cual quiere lo suyo y en la mayor parte de los casos en perjuicio de los demás.
