Vivir la guerra refugiadas en España: "Queremos la paz en Ucrania, pero no convirtiéndonos en esclavos"

Sentadas una al lado de la otra, asintiendo y charlando entre ellas, Hierda Karlson y Olga Onopriienko parecen conocerse de toda la vida. Lo cierto es que esta joven estudiante universitaria originaria de Leópolis, en el este de Ucrania, difícilmente se hubiera encontrado nunca con una madre de 42 años de Járkov, la segunda ciudad más poblada del país, actualmente ubicada a pocos kilómetros del frente de guerra.

El día que los misiles rusos empezaron a caer sobre Ucrania ambas iniciaron un periplo que les ha llevado a convertirse en refugiadas en un país en el que nunca pensaron que llegarían a vivir. Desde Madrid, ambas siguen las noticias sobre la guerra que devasta su país desde hace tres años y los primeros conatos de unas negociaciones de paz que ven con más escepticismo que esperanza.

"Trump es un traidor, lo digo abiertamente. Antes decía unas cosas y ahora hace otras", sentencia Olga, la mayor de las dos, en referencia a la nueva línea adoptada por Estados Unidos desde la llegada del nuevo presidente, que ha apostado por alinearse con las tesis de Rusia y culpar al líder ucraniano Volodomir Zelenski del inicio de la guerra. "Queremos la paz, pero no convirtiéndonos en esclavos y eso es lo que ellos están buscando, que nos convirtamos en esclavos de Trump o de Putin, pero nosotros somos libres".

Hierda tenía 17 años aquel fatídico 24 de febrero de 2022 en el que la vida de todos los ucranianos cambió para siempre. Tras un viaje de ida y vuelta a España al inicio del conflicto, regresó definitivamente a Madrid hace año y medio. Actualmente vive en Getafe, al sur de la capital, donde también estudia Comunicación Audiovisual en la universidad. Detrás ha dejado familia y amigos, aunque las noticias de la guerra de su país siguen marcando su día a día.

"No puedo estudiar normal, no puedo pensar en cosas como las de gente de mi edad: fiestas, cervezas, no", declara la joven ucraniana. "Yo estoy pensando en que una amiga me ha dicho que en su casa ha caído una bomba o que todos mis amigos están en la guerra y cada vez hay más muertos".

Dos huidas y un refugio en Ávila

Olga ha vivido el conflicto en primera persona desde sus orígenes. Nació en Lugansk, en la región del Donbás, escenario de la primera parte de la guerra en 2014. De allí huyó su madre, dejando toda una vida atrás a merced de la ocupación rusa. Una década después, su madre, que ahora tiene 74 años, volvía a hacer las maletas mientras las bombas caían sobre Járkov y las tropas rusas cruzaban la frontera, ubicada a escasos kilómetros de la ciudad.

"Mi madre me dijo: 'No puedo dejar mis cosas otra vez en 10 años. No puedo salir otra vez'", rememora la ucraniana, madre de un niño de 11 años. "Y salió solo por motivo de mi niño. Para que crezca y esté en seguridad y no sufra todos los misiles, no esté bombardeado y pueda seguir educándose".

Abuela, madre y nieto cruzaron la frontera con Hungría tras pasar las primeras semanas de la guerra refugiadas en la ciudad ucraniana de Úzhgorod hasta que la continua llegada de desplazados internos hizo imposible permanecer allí. Tras cinco días de ruta, durmiendo en cada país por el que atravesaban los trenes que cogían, la familia llegó a Barcelona. Allí estuvieron tres meses en una habitación de hotel facilitada por Servicios Sociales. De allí, de la mano de Cruz Roja, se trasladaron a Ávila, donde han vivido desde entonces.

A finales de febrero de este año, 236.570 personas afectadas por el conflicto de Ucrania habían recibido ya protección temporal en España, que se ha convertido en el cuarto país de la Unión Europea por número de estas concesiones. La protección temporal que incluye ayudas económicas para familias vulnerables y apoyo para la integración educativa, laboral y sanitaria. Los estados europeos la han prorrogado hasta el 4 de marzo de 2026.

"Nos ha ayudado mucha gente, pero los dos primeros años han sido muy complicados. Sobre todo para mi hijo, sin conocer el idioma y teniendo que aprender, por ejemplo, las matemáticas o sin poder comunicarse con los amigos", declara Olga sobre su hijo, que, por las tardes, sigue estudiando en la escuela ucraniana online para no perder los conocimientos impartidos sobre su país y cultura.

"El año pasado se terminó nuestro programa de ayuda de acogida, pero tuve la suerte de encontrar un trabajo como traductora de ucraniano y fue un periodo maravilloso y pudimos mantener nuestra vida básica con mi salario. Después, empezó el periodo sin trabajo", explica Olga. "Había algunos contratos temporales de camareras de pisos en el hotel, en limpieza, pero nada fijo. A veces, la gente dice: 'Estos ucranianos quieren un trabajo de lujo'. No, no es verdad. Estamos abiertos para cualquier trabajo, pero con contrato fijo y con salario mínimo para mantener una vida básica".

Heridas de guerra

Tras una visita a su familia en Ucrania durante los meses de verano, Hierda regresó a Madrid. Su ciudad, Leópolis, está alejada del frente, pero en alguna ocasión también ha sufrido bombardeos con drones y misiles. Las heridas de guerra en forma de trauma la acompañaron de vuelta a España y recuerda como, tomando algo con unos amigos en una terraza, se echó las manos a la cabeza al escuchar a un avión sobrevolando a baja altura.

Aunque su mente sigue en buena medida en su país, Hierda no ve cercana la posibilidad de regresar de manera definitiva. "Para mí es muy complicado porque me encanta mi país, para mí son muy importantes las tradiciones, ver a mis amigos, mi familia, celebrar la Navidad y todas las fiestas ucranianas tradicionales y sí, yo quiero, cuando esté tranquilo regresar a Ucrania para reconstruir mi país y crear algo", declara la joven ucraniana. "Ojalá rápido haya paz y no regrese de nuevo la guerra, pero cada vez que veo las noticias me toca mucho y por ahora miedo, tengo miedo".

La llegada de Trump y la anunciada apertura de negociaciones de paz entre Estados Unidos y Rusia excluyendo a la propia Ucrania no están generando demasiadas esperanzas en estas dos refugiadas sobre un fin del conflicto cercano. La perspectiva de que tres años de guerra terminen con una victoria sin condiciones de Rusia resulta impensable para ambas.

"Nosotros llevamos defendiendo nuestro país toda nuestra vida, porque si miras la historia de Ucrania, toda nuestra vida hay algunas cosas con Rusia", declara Hierda. "Tantas personas durante toda la historia de Ucrania han muriendo por ese país, que porque Trump diga algo nosotros no podemos hacer esto".

Olga también tiene la esperanza de regresar, pero no hasta que haya un clima de seguridad permanente que ahora parece inimaginable mientras los misiles siguen cayendo sobre las ciudades ucranianas.

"No tienen ni electricidad y mira que unida está la gente. Los misiles atacan los hospitales y los médicos intentan tratar a la gente en espacios subterráneos; los misiles rusos atacan escuelas, colegios, universidades, para que nuestros niños no puedan educarse y nuestros profesores siguen educando a nuestros niños online… pero sin unirnos con Europa, no podemos aguantar", defiende Olga, que ve inaceptables las condiciones para la paz planteadas en este inicio de la negociación. "Tantos de nuestros chicos y chicas han muerto en las fuerzas armadas durante estos tres años. No podemos dejarlo así. Ellos han muerto por una razón".

Zircon - This is a contributing Drupal Theme
Design by WeebPal.