La violencia machista no son solo los asesinatos

Violencia machista también es un sueldo insuficiente que te hace dependiente. Es el techo de cristal contra el que tantas mujeres se golpean cada vez que intentan ascender o mejorar sus condiciones laborales. Es dar por sentado que somos nosotras las titulares de los cuidados, relegando nuestras carreras a un segundo plano porque esta responsabilidad no suele ser compatible con el desarrollo profesional.

Y no lo olviden, violencia machista también es minimizar la gravedad de la situación de cientos de miles de mujeres, banalizar el mensaje feminista y hablar de violencia familiar. A los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas y a las muertes de niños y niñas a manos de sus padres (62 desde 2013) no se les puede llamar violencia familiar. Ese contexto no es una familia, y quienes así la definen es que no han conocido el cariño de una de verdad.

La violencia machista también se esconde tras el silencio de los políticos que no hacen nada para frenarla, o peor aún, que dicen querer proteger a las mujeres, pero no destinan ni un euro a políticas de género. No es el caso del Gobierno de España. La reciente renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género ha ampliado los ámbitos sobre los que se va a actuar con 461 medidas que presentan importantes novedades en materia económica, laboral, digital y vicaria. Un compromiso que se sostiene en los 1.500 millones de euros que se van a destinar a luchar contra la violencia y a mejorar la atención de los niños, niñas y adolescentes víctimas.

Por primera vez se propone tipificar como delito la violencia económica que supone el impago de las pensiones, la descapitalización de las mujeres y el aislamiento económico que padecen muchas víctimas y que dificulta su capacidad para mantenerse por sí mismas.

El sabotaje laboral, la explotación económica, el chantaje emocional...todos estos comportamientos han sido y son objetivos para erradicar por el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero sin un compromiso de todas las fuerzas sociales y políticas será como nadar con una mano atada a la espalda. El Partido Popular tiene que ser valiente y dejar de blanquear el discurso de odio de Vox porque su ambigüedad es cómplice del maltrato contra el que llevamos años luchando.

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