El camino real de Madrid, la larga avenida que une Valencia con Benetússer, Massanassa, Catarroja y el resto de localidades afectadas por la DANA, está permanentemente repleta de gente en estos días. Entre el ir y venir de vehículos de emergencias, voluntarios y vecinos que tratan de seguir limpiando el fango de las calles perpendiculares aparecen dos jóvenes, cada uno portando un transportín con un gato.
"Estábamos viviendo en Catarroja, pero tenemos ambos trabajo en Valencia, entonces al quedarse el coche inutilizado, por fuerza mayor nos tenemos que mover y nos teníamos que llevar las gatetas", declara Néstor, que igual que su pareja, porta una mascarilla para protegerse del fuerte hedor que predomina en la zona. "Dejarlas ahí es inviable, porque si no…", añade Claudia.
Centenares de mascotas como las gatas de Néstor y Claudia están sufriendo también las consecuencias de la histórica riada que afectó a las poblaciones al sur de Valencia capital el 29 de octubre y que ha causado por el momento 214 muertos en la provincia levantino.
No existe un recuento oficial de mascotas que han perdido la vida, pero muchas perdieron la vida también la noche de la riada por ahogamiento o contusiones. Ahora, el barro y las bacterias que contiene están causando estragos entre las que han sobrevivido y siguen viviendo en el terreno con o sin sus dueños.
Vómitos, toses y diarreas
Picanya, un pueblo muy cercano a Paiporta, la localidad que se llevó lo peor de la riada, está en mucho mejor estado que la mayoría de los municipios vecinos tras dos semanas de trabajo de limpieza y achique de agua por parte de voluntarios y servicios de emergencias. Allí está la única clínica veterinaria de la zona que está funcionando por el momento y que está sirviendo de punto de referencia para la asistencia sanitaria a las mascotas locales.
"Por suerte, a nosotros nos ha afectado el agua, pero a niveles que más o menos hemos podido gestionar para estar abiertos desde el primer día y hemos intentado hacer un poquito de triaje y cuidados básicos a todos los animales que estaban enfermos y coordinando con el colegio de veterinarios la evacuación a hospitales más cercanos de los que estaban en estado mucho más crítico", explica Francisco Navarro, un veterinario de 36 años, desde la entrada de la clínica Vetology de Picanya.
El Hospital Clínico Veterinario CEU-Cardenal Herrera es uno de los que están sirviendo de referencia en estos días, ubicado en Moncada, al norte de la capital. El centro está ofreciendo dar acogida a perros, gatos y animales exóticos en las instalaciones, servir como punto de recogida de alimentos, transportines y medicamentos y dar atención veterinaria.
Tras los estragos iniciales, el gran enemigo de los animales de L’Horta Sud está siendo la leptospira, una bacteria presente en el fango que sigue anegando muchas de las calles y que causa vómitos, diarreas, toses y, en el peor de los casos, la muerte.
"El problema es que están saliendo los animales a la calle, porque lógicamente tienen que salir, y están en contacto con el agua, con el barro, alguno que le gusta coger cualquier cosa de la calle e ingerirla o cuando llegan a casa si todavía están manchados se pueden lamer, ingerir esas partes de barro", explica el veterinario. "Han fallecido bastantes en sus casas por problemas derivados de leptospira o similares de infecciones derivadas de todo lo que se nos está alargando".
Junto a un puesto de donaciones ubicado en la plaza del Ayuntamiento de Aldaia, Borja pasea a su perra Cora, de nueve años. Las calles están mucho más limpias que en Paiporta, pero sigue habiendo barro y agua por muchas zonas. Las noticias de muertes de mascota, también han llegado hasta aquí.
"Hemos aumentado el ritmo de limpiarla y hemos de controlar mucho lo que va comiendo por la calle, porque se encuentra mucha comida y sabemos de perros que en descampados, han cogido enfermedades", declara Borja. "Por la zona de La Pedrota, por donde están los escampados que vamos dejando, todos los enseres que se van sacando de las casas, pues hay gente que ha ido a pasear por allí y supongo que habrá comido algo o se habrá pinchado con algo y me han comentado el caso de algún perro que en el veterinario, no sé si lo han sacrificado o ha muerto por alguna enfermedad que ha cogido".
Las tortugas del barranco
Más allá de la asistencia sanitaria, el gran reto para los veterinarios y los dueños de las mascotas de la zona afectada por la DANA está siendo poder distribuir alimentos para los animales. En la puerta del instituto Enric Valor, ubicado en la calle de la Senyera, dos chicas muy jóvenes están al frente de un puesto de reparto de productos para mascotas.
Dos niños se acercan y preguntan si les queda arena para gatos. Desde el día anterior, está agotada. "A ver si esta tarde nos ha llegado algo". La joven voluntaria al frente del puesto del Instituto de Veterianaios es Nuria Pobo, una estudiante de 19 años de Picanya.
"Mi tía está organizando aquí y en diferentes pueblos grupos de veterinarios y voluntarios para poder rescatar a los animales y atender a los que están en casas aislados", explica la joven, que no tiene formación veterinaria, aunque sí experiencia acogiendo animales y, como todos los voluntarios, muchas ganas de ayudar. "Todos los veterinarios de Paiporta están destrozados, entonces, están yendo veterinarios de aquí, de Picanya, a atender a los animales y yo estoy aquí repartiendo comida para intentar ayudar un poco y aconsejando a gente y redirigiendo a la clínica que hay aquí".
"Todos los veterinarios de Paiporta están destrozados, entonces, están yendo veterinarios de aquí, de Picanya, a atender a los animales"
Algunas mascotas han estado días sin comer ante la falta de piensos para perros, gatos o pájaros, que poco a poco van llegando junto al resto de ayuda enviada desde todos los puntos del país. Más allá de las mascotas habituales, en las áreas cercanas al barranco del Poyo, el cauce que se desbordó el pasado 29 de octubre provocando el desastre, están apareciendo numerosas tortugas de una especie autóctona.
"Ayer me trajeron una tortuga de las del barranco, que ahora mismo la tengo en mi casa y bueno, la tenemos que llevar al Oceanogràfic porque es de la especie de aquí", explica la joven picanyera. "Tiene parte del cascarón roto entonces está muy asustada, no come mucho y estamos pendientes de que se los lleven a las reservas para que les miren los especialistas".