Una tragedia y un fracaso. Garajes convertidos en una trampa mortal que todavía siguen siendo una tumba inaccesible, numerosas víctimas que están lejos de recibir la ayuda necesaria y calles que aúnan lodo y furia. Rabia y dolor de una ciudadanía que ha visto cómo les han fallado. La lluvia de barro con la que ayer recibieron a los Reyes, Sánchez y Mazón es la dura expresión del fracaso tan evidente de las administraciones.
¿Cómo es posible que no se avisara a la población con un mínimo margen?, ¿qué explicación racional hay para que, por un fatal dogmatismo ecológico, no se hiciesen las infraestructuras hidráulicas planificadas que habrían evitado la catástrofe?, ¿por qué tenemos una ley de Protección Civil que lo único que hace es reflejar el caos competencial en este ámbito del Estado autonómico?
Lo sucedido es una catástrofe que, con una actuación diferente, se habría paliado. Este país lleva décadas priorizando diatribas políticas en vez de una gestión pensada para el ciudadano. Ahora no es el momento de buscar culpables, pero llegará. Mientras tanto, toca pedir perdón a las víctimas y entender y enfrentarse a su ira, como ejemplarmente hicieron ayer los reyes Felipe y Letizia, de nuevo los más cercanos con los ciudadanos. Que las administraciones, ya que no han sido capaces de evitar la tragedia, al menos sean eficaces en gestionarla.