Reducir tiempo libre laboral

Cuando se habla de reducir la jornada laboral ya entendemos que significa reducir el tiempo libre laboral, pues todo es ya tiempo-trabajo, sea o no remunerado.

Las regulaciones recientes ya reconocen, aunque sea en forma de metáforas, este tiempo-trabajo (que no implica necesariamente pago en dinero). Por ejemplo la especie de “fijo discontinuo”. Ser y no ser. Las leyes se vuelven metafísica pura y dura o, en el mejor de los casos, cuántica: está y no está, entrelazamiento de partículas laborales, fijo discontinuo, paro activo, economías informales.

Dado el sueldo medio, el índice de pobreza español (IPE) y el precio de las cosas es obvio que el tiempo libre laboral se dedicará a buscar otro trabajo... o el mismo pero pagado aparte. Y dado que ha caído el consumo interior la medida se impondrá. Dar tiempo libre aparente permite aumentar los ingresos por pluriempleo y gastar un poco más.

La propuesta es reducir el tiempo libre laboral, que oficialmente nadie sabe lo que es porque no encaja en los datos limpios (la utopía de los datos), pero todo el mundo lo sufre/disfruta y lo entiende, al menos con el cuerpo. El absentismo y las bajas (que se han disparado) no agotan este concepto del tiempo libre laboral, difuso y real como la vida misma.

El tiempo de ocio es trabajo no remunerado, gasto de energía y dinero

Es simplemente el tiempo de hoy (y quizá de siempre, habría que mirarlo). El tiempo es todo trabajo. El tiempo de ocio es trabajo no remunerado, gasto de energía y dinero. Procesamiento cerebral, tiempo neuronal. El ocio, para quien lo tiene, requiere un aprovechamiento distinto, pero más exigente y agobiante que el trabajo. En el trabajo se puede buscar algo de ocio, escaqueo, tiempo propio. Pero el ocio es trabajo hogareño no remunerado, cuidados, acompañamientos, viajes, encargos, gestiones infinitas, rueda de hámster. El ocio exige además otro requisito reciente: ser feliz. Ahí ya se pierde la estadística. “Pasa un buen día”, se le desea en el grupo de WhatsApp a quien cumple años. “Disfruta”. “Sé feliz”.

A quien tiene trabajo delimitado se le permite abandonarse. La presencialidad, que se aflojó en la pandemia y ahora vuelve con fuerza, es tiempo-silla, tiempo inmobiliario, otro negocio colateral. El trabajo presencial quiere embutir el espacio en la ecuación, repescar el cuerpo a cuerpo, cierta esclavitud.

Tiempo libre laboral podría ser, y no siempre ni en todas partes, los huecos que el empleado aprovecha para respirar y tener un poco de vida propia, salir a fumar a la esquina, comprar algo rápido, llamar a su madre; lo que puede restar del trabajo-100%. Nada existe al 100%. A veces esos tiempos robados, discontinuos y precarios, son solo tiempo cerebral, tiempo neuronal o tiempo salvapantallas. Estos tiempos libres dispersos, como no existen, no se pueden clasificar ni medir. Quizá la suma imposible de esos tiempos libres laborales daría un PIB paralelo, simétrico e inverso. El tiempo libre laboral también mueve la economía, pero no está regulado ni medido, por eso saldrá una ley que intente, en vano, controlarlo.

Tras colocar la individualidad en la cima de los derechos no hay tiempo para ella.

Lo que se propone cada vez con más ahínco al quitar un día de la semana laboral es reducir ese tiempo libre laboral. Alguien ha llegado a intuir que tantas horas y tantos días de encierro tienden a incrementar exponencialmente el tiempo libre laboral. El escaqueo de tiempo-trabajo no obedece sólo a una decisión, es también un recurso del sistema nervioso para no enloquecer y poder tener eso que tanto se valora y tan inalcanzable resulta para la mayoría: vida propia, pasar un buen día y, como último extremo, ser feliz.

Tras colocar la individualidad en la cima de los derechos no hay tiempo para ella. Es doloroso. El precio de la individualidad ha sido renunciar a ella. Pues la individualidad requiere al menos un piso, la fabulosa (inalcanzable) [una] habitación propia de Virginia Wolf.

Con eso llegamos a la ecuación trabajo-piso, que explica toda esta monserga.

La liberación de un día de trabajo se destinará a conseguir otro trabajo. O incluso el mismo, pero cobrado aparte en horas extras o como sea. Trabajo-baldosa de piso. El sueldo medio y el precio de las cosas y servicios necesita un día extra de ocio-trabajo, que es lo mismo. Y el consumo interno también.

El trabajo del ocio por cuenta propia –sin cobrar– consiste en forjar la individualidad deseable (gimnasio, cosmética, cultura): en comprar u obtener contenidos y presencias y fondos de selfi capaces de conseguir lo más escaso: atención.

Por eso saldrá esa ley, aunque estará mal redactada y será inaplicable hasta que los robots IA se hagan cargo del lío.

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