Todavía estaba la DANA causando víctimas por decenas el miércoles por la mañana cuando se reunía el Congreso de los Diputados para tratar las cuestiones políticas del momento. Ante las noticias que estaban estremeciendo al país con lo que estaba ocurriendo en medio España, la sensatez y sentido de solidaridad de un amplio porcentaje de la Cámara decidió suspender la sesión por solidaridad con las víctimas del desastre para ocuparse, cada uno en su ámbito y posibilidad de ayudar, a paliar los daños incalculables y demostrar la solidaridad con las víctimas.
Pero en esos momentos dramáticos, algún diputado, secundado por la presidenta de la Cámara, cayeron en la cuenta de que la suspensión de la sesión implicaba retrasar una semana la aprobación de los planes sobre RTVE, importantes para que el Gobierno de Pedro Sánchez asumiese y repartiese al botín de cien mil euros anuales a los futuros miembros de una de las pocas instituciones del Estado que aún quedaban fuera de su control absoluto. Algunos diputados de la oposición abandonaron el Hemiciclo para no hacer el impresentable acto de sumarse al abandono de las víctimas de la DANA que estaba convertida en una verdadera catástrofe.
Como si se tratase de una cuestión de gravedad que TVE continúe funcionando unos días más sin el suficiente control del Ejecutivo que tiene entre sus objetivos prioritarios controlar mejor, algo que ya venía haciendo, un medio de comunicación de todos los españoles y, por lo tanto, el mejor ejemplo de la libertad que nos proporciona la democracia tan duramente lograda después de cuarenta años de dictadura. Por lo que se teme y se intuye, después de semejantes prisas, se pretende recuperar, incluso forzando a los representantes de los ciudadanos expresados en las urnas, que caigan en el oprobio de no respetar algo tan digno y humanitario como es convertir el poder y respeto prioritario a salvar vidas después de adoctrinarlas.