Una paz polémica

Un acuerdo de paz cuando la guerra arrecia y se cobra vidas diarias no puede por menos de merecer elogios y provocar alegría. Es lo que está ocurriendo hoy con el anuncio israelí del alto el fuego frente a la milicia de Hezbolá, tutelada por Irán en el Líbano. Pero no todos están convencidos de que sea una decisión acertada: hay discrepantes que temen se trate de una solución temporal e Israel tendría que haber aprovechado para liquidar totalmente a un enemigo que se recuperará y volverá a recobrar su actividad agresiva.

La verdad, es una pena que el final del conflicto, lo mismo que se espera que ocurra con el de Hamás en Gaza, no implique una negociación seria que garantice la paz con los palestinos en los dos territorios, el de Israel y el de sus vecinos que permanecen bajo una autoridad limitada, pero sin control pleno. Podría tratarse de un paso hacia la creación de un Estado reconocido por las dos partes y garantías de respeto a las fronteras sin los atentados frecuentes de las milicias palestinas y los asentamientos judíos en territorios en disputa.

El acuerdo de paz con Hezbolá despierta polémica, más que entre los propios interesados, por parte de los analistas y observadores que intentan bucear en las razones que forzaron tan difícil entendimiento. Detrás del acuerdo es evidente que está el todavía presidente Biden de los Estados Unidos, quien lleva tiempo intentando frenar a Netayahu, y quiere acabar su mandato, el 20 de enero, apuntando un éxito en la búsqueda de la paz mundial a su débil biografía. No debió ser fácil convencer al inflexible primer ministro israelí ni para el mismo

imponer la decisión entre su hostil Gobierno ni para una parte de la Knéset.

Por parte israelí es evidente que también habrá influido en la aceptación de la tregua –para algunos más que la paz que temen vuelva a alterarse en cualquier momento– son sus éxitos militares, liquidando a los principales líderes de la guerrilla, destrozando sus arsenales y causando daños irreparables al precario Líbano, que una vez más acaba destrozado desde que se convirtió en refugio creciente de Hezbolá. La realidad es que se trata de un acuerdo que interesa a las dos partes y la pena es que no se aproveche para repetirla en Gaza y, enseguida abrir unas negociaciones internacionales, en busca de la definitiva para resolver el problema crucial que es la división de dos estados con los beneficios que supondría para ambos.

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