Las cifras "redondas" tienen la virtud de remarcar la importancia del transcurso del tiempo. En el caso de la guerra de Ucrania, 1.000 es un número que se entremezcla con decisiones y gestos que tienen una finalidad todavía difícil de interpretar.
El Gobierno de Biden, a dos meses de finalizar su mandato, ha autorizado a Ucrania a emplear los sistemas de Artillería ATACMS (misiles tácticos con un alcance de 300 km) sobre territorio ruso (óblast de Kursk) para batir a las unidades militares rusas y norcoreanas junto con las instalaciones al servicio de las mismas. Hay que entender, por tanto, que se autoriza a batir despliegues de medios y unidades, centros logísticos y zonas de reunión en territorio ruso con material estadounidense (Ucrania dispone de más elementos productores de fuego con alcance adecuado para atacar a Rusia). Simultáneamente, Francia y el Reino Unido han autorizado igualmente a Kiev a utilizar sus misiles de crucero SCALP/Storm Shadow con parecido alcance al sistema ATACMS. No lo habían hecho hasta ahora porque el empleo de esos sistemas requería la colaboración de Estados Unidos para el trazado de sus trayectorias (inteligencia de imágenes).
Las posibles interpretaciones de estas decisiones van desde el aviso a Corea del Norte -haciendo un ejercicio de escalada limitada de poder militar- para que no incremente su presencia en Rusia, al fortalecimiento de la posición negociadora de Ucrania -que no pierda más territorio y que incremente el coste en bajas sobre el Ejército ruso- de cara a los previsibles intentos de Estados Unidos de presionar para que se llegue a un acuerdo de alto el fuego sobre las actuales líneas del frente.
La noche del pasado 17 de noviembre Rusia realizó el mayor ataque de los últimos tiempos contra la infraestructura energética de Ucrania ya muy mermada como producto de sucesivas campañas sobre la misma. La capacidad remanente de la red no alcanzará, según la compañía eléctrica ucraniana Ukrenergo, el suministro estable, previendo cortes de energía de hasta 16 horas diarias de duración.
Ucrania lleva ya 112 días en el territorio de Kursk ocupando unos 550 km2 y resiste la presión del Ejército ruso, que no parece tener especial urgencia en recuperar su territorio soberano. Donde el Ejército ruso está volcando su esfuerzo es en la zona de Donetsk en la que quiere rectificar el frente para darle un retoque lineal que evite el actual saliente ucraniano en la zona de Pokrovsk. Las maniobras de unos y otros reflejan ese cambio en las percepciones que ha supuesto el resultado de las elecciones en Estados Unidos y el nombramiento de figuras muy relevantes de su nuevo Gobierno como el Secretario de Estado, el Secretario de Defensa o la Responsable de Seguridad Nacional. A ello hay que añadir que un personaje como Elon Musk comienza una campaña en redes en la que desliza la idea de un alto el fuego y un acuerdo de paz en la que subyace la fórmula paz por territorios.
Entretanto las condiciones climatológicas en el frente se recrudecen con el consiguiente aumento del sufrimiento para los combatientes. La población comienza a preocuparse por un invierno a las puertas que amenaza con ser el más duro desde el inicio del conflicto. Siempre es la población la peor parada en todas las guerras y las condiciones de vida en Ucrania se van a volver realmente dramáticas. Además de la ayuda militar para sostener su independencia, es ahora más importante que nunca aliviar en la medida de lo posible las duras condiciones que vive la población y que van a empeorar.
Sin que haya certeza ninguna sobre cuál será finalmente la posición del 47º presidente de los Estados Unidos respecto a la guerra de Ucrania, la Unión Europea y el pilar europeo de la OTAN harían bien en trazar un plan de contingencia para hacer frente a las diversas hipótesis que puedan darse. Pero, sobre todo, harían bien en decidir si en caso de ausencia de Estados Unidos de un escenario futuro en el conflicto, existe la voluntad y la capacidad para sostener a Ucrania hasta que alcance unas condiciones por ella aceptables para un acuerdo de paz.
Esto va más allá de las palabras y de las buenas intenciones. Los Gobiernos europeos tendrán que hacer un esfuerzo pedagógico con la ciudadanía para explicar los costes de ese esfuerzo y exponer hasta dónde llega su compromiso que deberá ser mayoritariamente aceptado.
Después de 1.000 días de guerra la situación en el frente es prácticamente igual a la del mes de abril de 2022 excepto en la zona de Kursk. Cientos de miles de muertos y heridos fruto de una guerra de invasión entre dos países que una vez fueron hermanos en un mismo Estado. Un fracaso de la diplomacia y de un sistema basado en reglas que unos fijan, la mayoría acepta y unos cuantos ignoran.
Hay mucho que aprender de lo que estamos viviendo, mucho que cambiar y necesidad apremiante de hacerlo cuanto antes. El horizonte que avizoro no va en esa dirección porque los que pueden hacer que cambie no están por la labor. Por ejemplo, Estados Unidos acaba de anunciar que rediseña su estrategia nuclear aumentando arsenal para enfrentar con éxito una amenaza conjunta de China, Rusia y Corea del Norte y, a la vez, se compromete junto con China a no dejar en manos de la inteligencia artificial el control del armamento nuclear. Creo que vamos en la dirección equivocada y lo único que no se puede hacer ante una equivocación es esperar que se resuelva por sí misma.