La entrada de los jóvenes al mercado laboral en España es incluso más complicada que en otros países de la Unión Europea. Los trabajadores noveles españoles se topan con un panorama más arduo que sus vecinos comunitarios, una precariedad que no solo tiene consecuencias para ellos sino para toda la economía en su conjunto. Según el informe Juventud y Empresa presentado este lunes por la Fundación PwC y el Círculo de Empresarios, la brecha en las condiciones laborales con las que se encuentran los jóvenes respecto a la población general tiene un coste del 2,27% del PIB cada año e impide la creación de 950.000 puestos de trabajo.
"Quienes entran al mercado laboral siempre lo han tenido difícil, siempre acceden a empleos más precarios, pero es que en España están en peor situación que en otros países europeos", explica José Ignacio Conde Ruiz, catedrático de Economía de la UCM y uno autor del informe junto a Jordi Esteve, socio responsable de Economics & Strategy de PwC. En España, tanto la tasa de paro general como la juvenil duplican la media europea (13% frente a 6,3% y 22,4% frente a 11,3% respectivamente). De hecho, es el país con mayor nivel de desempleo. La brecha entre ambas tasas es también casi el doble a la media europea. Se ha disparado en las últimas décadas desde los 6,1 puntos porcentuales de 2002 hasta los 9,4 de 2022.
En la misma línea, España es el país de la OCDE con mayor proporción de jóvenes que tras los estudios no obtienen un trabajo (9,1% frente a una media del 3,8%). Quienes sí lo obtienen se enfrentan a tasas de temporalidad y parcialidad más altas y más distanciadas de la media nacional. El 35% de los jóvenes tienen contratos temporales y un 25% trabajan a tiempo parcial en España, una tasa que ha crecido 9 puntos en los últimos 20 años frente a los 5 puntos que ha avanzado la tasa general.
"La mayor tasa de temporalidad, parcialidad y el menor número de horas trabajadas en los jóvenes obstaculizan la recuperación de sus salarios tras la crisis económica", señala el informe, que indica que la brecha salarial juvenil respecto a la población total ha crecido 6 puntos en las últimas dos décadas. "Los jóvenes son cada vez más pobres en términos de renta en España, tanto en términos absolutos como relativos", recalca, recordando que primero la crisis de 2008 y después la pandemia tuvieron un mayor impacto sobre esta parte de la población. La renta media de los menores de 30 años se ha reducido un 10% desde 2008, mientras que la media nacional ha caído un 3%.
La investigación hipotetiza qué pasaría si se redujera la diferencia entre estos indicadores de actividad y empleo juvenil de España hasta equipararnos a la situación de Alemania. Según los cálculos del estudio, el resultado sería la incorporación de casi un millón de ocupados al mercado laboral, lo que reduciría la tasa de desempleo juvenil del 21,4% actual a un 14,1% y elevaría la de actividad del 50,3% al 60,6%. El descenso del paro entre los jóvenes empujaría también en torno a un punto a la baja la tasa general hasta el 11,2%. Del mismo modo, la tasa de actividad general aumentaría del 74,5% al 76,9%.
En consecuencia, la economía española crecería un 2,27% adicional cada año impulsada por el mayor número de trabajadores y el consiguiente aumento de la renta y del consumo. "Eso es lo que estamos perdiendo por tener un mercado laboral que penaliza tanto a los jóvenes. Estamos usando mal los recursos", ha recalcado Esteve en la presentación del estudio.
"Deficiencias" en educación
El informe sostiene que la peor situación laboral de los jóvenes se debe principalmente a las "deficiencias" del sistema educativo, entre otros factores. A pesar de que la proporción de trabajadores universitarios que existe en España es superior a la media europea, es uno de los países europeos con más gente empleada por debajo de su capacidad. El alto nivel de sobrecualificación evidencia el "gran desajuste" entre las competencias obtenidas en la etapa educativa y las demandadas por el mercado laboral, pero, al mismo tiempo, el estudio recalca el "margen de mejora" en rankings internacionales como el informe PISA. "Las nuevas generaciones llegan mucho peor preparadas, porque el sistema educativo está fallando", asegura el presidente del Círculo de Empresarios, José María Nin.
"Se da la paradoja de que nos van a faltar jóvenes y los que vamos a tener no van a estar formados en lo que necesitan las empresas", explica Conde Ruiz, que advierte de que "un porcentaje de jóvenes cada vez menor lleva asociado que va a ser más difícil crecer". Y es que el peso demográfico de los jóvenes en la sociedad española se ha reducido significativamente en las últimas décadas, fruto del envejecimiento de una población con una esperanza de vida cada vez más alta y de la escasa natalidad. Los menores de 25 años han pasado de representar el 30% de la población en 2001 a suponer el 25% en 2022.
Al mismo tiempo, el envejecimiento de la población ha elevado la presión sobre las arcas públicas, al llevar aparejado un mayor gasto en sanidad y pensiones, por ejemplo. El peso de estas partidas sobre el PIB se ha incrementado un 56% desde 2004, mientras que el gasto público orientado a los jóvenes (educación, vivienda, transición ecológica...) apenas ha crecido un 5%, según el informe. "Hemos cuidado mucho de nuestros mayores, pero toca dar un giro y poner el énfasis en la gente joven", ha apelado Nin.
Para avanzar en esa línea, el estudio plantea 30 propuestas para mejorar las perspectivas de los jóvenes en España, con el objetivo de indicar vías a través de las cuales las empresas pueden contribuir a los retos que enfrentan las nuevas generaciones. Por ejemplo, plantean la necesidad de transformar los procesos de selección y de aumentar la participación empresarial en la educación para acercar los sistemas formativos a las habilidades demandadas en el mercado laboral.
También propone mejorar las medidas de conciliación e incluso la implicación de las empresas en la construcción de viviendas asequibles a través de fórmulas de colaboración público-privadas para facilitar un alojamiento a los trabajadores más jóvenes, que se enfrentan a grandes dificultades para acceder a una vivienda. La crisis habitacional se concentra especialmente en las grandes ciudades, por lo que otra propuesta es la implantación de empresas más allá de estos tradicionales polos de empleo.